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Ya que estamos a marzo he decidido actualizar, perdonen la tardanza.

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Horrible.

Así me sentí cuando le hablé a Finnick de aquel vigilante, horriblemente aterrada. Me explicó que si se fijó en mí es porque espera que le brinde algo en los juegos. Y por el desarrollo de mi sección, puedo imaginar el qué.

Algo imprevisto, una sorpresa a cambio de que él me ayude a subsistir en los juegos.

El problema es que no estoy segura de qué sería aquello. Y no soy estúpida, los vigilantes viven para animar los juegos, sino lo consigo es muy probable que me mate. Algo que ansío evitar tanto o más que el deber matar a Roy para subsistir.

Por ello me tocará ser más intuitiva que nunca en la arena.

Y eso sí que es un desafío con él que no contaba al presentarme voluntaria.

Pero, dado que ya tengo mi nota, tampoco estoy en posición de retroceder, debo ser valiente y seguir.

Al igual que hizo Sean en sus juegos, resistir hasta el final para ganar.

No cumpliré mi venganza sino lo hago.

En eso pienso mientras intento atender a las lecciones de Jeannie sobre estilo en el Capitolio, lo que hablamos Finnick y yo en el tejado. Esa faceta curiosa de él me gusta. Quizás podríamos ser buenos amigos al ganar los juegos. Sería fantástico saber más de él.

Otra razón más para sobrevivir a estos juegos.


–¡No, Roy, así no es como se sienta un digno vencedor!–Grita Jeannie, fuera de sí. Sofoco una carcajada, en definitiva el día de preparación para las entrevistas está siendo de todo menos aburrido. Si yo fallo en educación y respeto, Roy lo hace en todo lo demás. Nunca tuvo que aprender a comportarse como un rico porque no lo es. Poco importaban los hábitos de su familia, mientras aportaran sustento. Lo mínimo que hacía por arreglarse era lo que le exigía la academia, porque los pobres dan mala imagen al Capitolio. – Pon la espalda recta y mira al frente.– Mi amigo obedece, algo hastiado. –Y tú, Annie, deja de mirarme así ¡Burlarse del Capitolio es una completa falta de respeto!

Asiento con una sonrisa, cruzando las piernas con distinción. Siendo mi padre Capitán de barco y mi madre hija de un difunto vencedor, que se presentó voluntario por conseguir una vida más aventajada, nunca me faltó nada. Lo tenía todo sin trabajar, al igual que los Kingsley. Y a cambio solo tuve que seguir los pasos de mi madre en el adiestramiento profesional. Lo que incluía el saber comportarme como una joven de clase alta. La diferencia obvia entre Sean y yo es que nunca tuve su travieso carácter. Prefería divertirme con sus bromas a hacerlas. Solo jugaba para entretenerme y conseguir mis objetivos y, por ahora, mi principal objetivo es ganar los juegos del hambre.

Jeannie nos sigue enseñando cosas que, según ella, son muy importantes para el Capitolio. Me cuesta lo mío sentir esa gente superior a mí, porque parecen más payasos que personas. Y bueno, Sean, mi ejemplo, era un niño mimado rebelde que solo los respetó en su entrevista, porque de ellos dependía su supervivencia, así que me centro en lo mismo. Roy sí que es un reto, pero como tampoco quiere morir hace lo posible por adaptarse. Cuando parte, a la hora de comer, mi amigo suelta un suspiro, aliviado.

– ¿Sabes Annie? –Me dice, aceptando la comida que nos brindan los avox. –En estos momentos me siento como una atracción de circo. –Río, muy animada, yo también. –De no ser porque es necesario para vivir, ni caso le haría. –Susurra y nos reímos como los buenos amigos que somos, cuando Finnick Odair y Mags entran en escena.

El color de la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora