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Siguiente Capítulo!  Procuraré no espaciar tanto las actualizaciones en el futuro, pero no prometo nada.

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Una sirena.

Es en lo que me ha convertido Dale, en un tiempo récord: una hermosa y deslumbrante sirena.

Observo mi figura en el espejo sin reconocerla. Mi pelo castaño ondulado, se halla suelto y más brillante que nunca, adornado de extensiones de color azul mar. Mis ojos verde mar semejan hipnóticos con aquellas sombras en polvo que los adornan. Rojas por debajo y azul turquesa por arriba. Mis labios son del mismo rojo que estas. Y mis uñas están pintadas de tal forma que parecen escamas.

Pero el cambio más notable es en mi cuerpo.

El corpiño que llevo consiste en una especie de sujetador, con forma de conchas de distintos colores, los mismos de mis sombras combinados con otros como azul oscuro y violeta. Y una cola cuyas escamas brillan con luz propia. El último toque es recubrir el dije de mi colgante con una concha.

– ¿Qué opinas? – Me pregunta Dale mientras algo parecido a la maravilla se extiende por mi interior. No estoy bella, estoy deslumbrante, casi irreal.

Y me encanta.

– ¡Waouh!–Casi grito tan eufórica como lo parecían las Capitolinas a mi entrada al Capitolio. Malditas emociones intensas. – ¿Cómo lo conseguiste?–El se limita a reír.

– Un mago nunca revela sus secretos–Me susurra al oído, con una sonrisa maliciosa, y añade una joya curiosa cerca de mi boca. – Se trata de un amplificador de voz, ¿qué tal se te da cantar?– Me encojo de hombros.

– Bastante bien. – Respondo, siempre tuve una linda voz pero muy pocas ocasiones de estrenarla. – ¿Por qué? ¿Deberé hacerlo? –Ante mi sorpresa él asiente. –Pero si no sé ninguna canción que podría gustar en el Capitolio. – No digo ninguna mentira, las canciones de mi distrito hablan de barcos, marineros y odas a la mar. Nada que guste aquí.

Dale ríe para luego encender un aparato de música que, hasta ahora, no había remarcado en la sala, a pesar de sonar música relajante mientras el equipo de preparación me adornaba. Demasiadas voces chillonas entorpeciéndome.

La voz que suena es tan irreal como cautivadora, nunca la he oído y sin embargo me suena familiar, el canto de una sirena, del cual decían que llevaba a los marineros a la perdición. Su existencia es una leyenda muy viva en el distrito cuatro, una forma para algunos soñadores de explicar los extraños accidentes que sufren capitanes, marineros y, o, pescadores.

Pero más que la voz lo que me capta es como reacciona mi cuerpo a ella, las ondas que lo recorren semejando el mar, calmo yendo a lo tempestuoso hasta que la canción culmina.

– Prueba a cantarla tú. – Lo miro arqueando las cejas y lo intento. Mi voz, obviamente, no es tan hermosa como la del aparato pero, por la expresión de Dale y los brillos que recorren mi piel, adivino que es bastante sobresaliente. – Intenta recordarla para el momento en que tu carro salga y tendrás a todos los patrocinadores en tus manos. – Sonrío, cuanto más patrocinadores tenga, más suerte para ganar estos juegos.

– ¡Desde luego te has superado este año!–Exclamo haciéndolo reír. – ¿Mi compañero tiene algo igual? –Niega con la cabeza.

– No creo que tu compañero cante igual que tú. Pero Rena me ha dicho que su traje también esconde sorpresas. – Asegura firme. Rena es la estilista del tributo masculino de nuestro distrito, desde que Lyra renunció poco después del final de los juegos de Sean. Una lástima, era una mujer brillante.

Su afirmación me hace sonreír, por más que Roy sea mi contrincante sigue siendo mi mejor amigo, no me gustaría opacarlo.

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Andar con la cola no es muy cómodo, pero poco a poco me habitúo. En la plaza ya están todos los tributos dispuestos, Roy, incluido, cuyo atuendo brindado de una cola azulada con detalles dorados, además del tridente que lucen sus manos, me hace pensar en un Dios.

– Viéndote así creo que deberé darle la razón a Finnick Odair cuando te llama preciosa en una de cada tres frases. Estás arrebatadora, Annie. – Dice él, observándome de arriba a abajo. Me río.

– Y todavía no viste lo mejor. Me temo que este año vamos a deslumbrar, compañero. – Respondo.

– ¡Sí!¡Por una vez Linneth dejará de llevarse la Gloria! – Presume una mujer de pelo violeta oscuro que reconozco como Rena. – Recuerda Roy, no eres un tributo esta noche. Eres Poseidón, el dios del mar, tienes que verte tan poderoso como será de cautivadora tu compañera cuando cante. – Nos guiña un ojo con una sonrisa maliciosa. – ¡Vais a arrasar, ya lo veréis!–Grita antes de dirigirse a las gradas reservadas para los mentores y estilistas.

–¿Siempre es así de gritona o solo es ahora?–Comento desenfadada a mi amigo que ríe, cuando ella se va junto a Dale.

– Siempre, oye, ¿en serio vas a cantar? – Responde y yo asiento. – Entonces me temo que los vas a dejar a todos hipnotizados. Venga, te ayudo a subir. Estas colas son más que incómodas.– Me tiende la mano y yo se la acepto, gustosa, pero la suelto en cuanto estamos arriba.

– Intentemos no captar más atención de la necesaria, ¿sí? – Le digo en el momento en que sus cejas se arquean, interrogantes. – Una cosa es que los eclipsemos a todos, otra que nos vean como un equipo a derrotar para ganar.

Apenas alcanzo de ver su asentimiento cuando los carros comienzan a avanzar. Los tributos del distrito uno desfilan en unos atuendos casi opuestos, ella con un escotado vestido blanco adornado de brillantes diamantes y él, un traje rojizo cuyos rubíes me recuerdan a la sangre. Se oyen vítores a su paso, siempre son los favoritos, ¿o no?

El color de la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora