Jugar de verdad.
Es lo que hago con mi mentor cuando llega. Jugar...
– En realidad no. –Respondo. –Solo quería comentarte algo sobre mi sección privada, pero dada tu ausencia supongo que no te importará tanto como tus "adoradas"–Enfatizo la palabra con todo menos aprecio. –Capitolinas. Puedes volver por donde viniste, Odair. –Sonrío ante la forma en que me mira, como si realmente le afectara el haber pasado de mí, cuando seguro lo hizo con más tributos.
– No no puedo. –Me contradice él directamente. –¿Annie qué...?–Entonces repara en el brillo de mis ojos ¡Oh, oh! –¿Estás jugando conmigo?–Pregunta. Me encojo de hombros.
–¿Tan malo es? –Interrogo. –Tú lo haces con cada mujer que ves, jugar hasta conseguir tus objetivos. Y no es que me moleste pero...–Me levanto pausadamente hasta situarme tan cercana a él como pretendo. –¿No crees que tengo derecho a devolverte la moneda? –Le susurro al oído, imitando a una vencedora muy similar a él, que vi en televisión. Cashmere Shine.
Nuestras miradas coinciden y, por un segundo, me permito admirar su cuerpo. Guapo, sensual, deslumbrante y... ¿Soy yo o mi mirada le pone tan nervioso como a mí la suya? Ese estremecimiento no es algo natural en él.
Alguien que siempre tuvo el control.
Hasta que yo llegué a los juegos.
– En definitiva, ¡estoy completamente perdido contigo, Annie!–Declara riendo. –¿Qué se supone que debo hacer para que me perdones?–Sonrío un poco, cuando se enciende el televisor anunciando la emisión de las puntuaciones. Roy guarda el juego y se acomoda en el sillón, justo cuando llegan Jeannie y Mags, quién nos observa arqueando las cejas. Como mi rostro se volvió a enrojecer decido que es momento de alejarme de Finnick. Me siento como si hubiese hecho una travesura, pero, por algún motivo, no se siente mal.
– Me lo iré pensando. –Respondo tímidamente y él vuelve a reír. En definitiva, este hombre me puede y no sé si es bueno o malo.
Igual no importa, dentro de poco Roy y yo estaremos en una arena, enfrentándonos por sobrevivir. Finnick Odair es solo una distracción en el camino.
Lo mismo en que se convierten las puntuaciones de tributos, en cuanto me acomodo al lado de mi amigo. Algo que uso para apartar de mi mente la última pregunta de mi mentor ¿Que puede hacer por mí? Más bien, ¿qué quiero yo de él?
Roy pide una libreta a Mags y anota las notas de todos. Geld vuelve a mostrar su locura al obtener un inesperado diez. Silber tiene un nueve, hecho que no me sorprende, la vi en el entrenamiento, es menos hábil de lo que se cree. Los del dos un diez, temibles, en definitiva. Los del tres un tres, tan cómico como esperable dadas su edades. Y Roy y yo...
Tenemos un diez cada uno.
Mi compañero me dirige una sonrisa agradecida que no comprendo hasta que recuerdo el consejo que le di. Debió de seguirlo. Yo no seguí el suyo, pero igual tengo lo que quiero. El problema es que ver la nota me hace pensar en ese hombre, estudiándome como si me conociera. Y no me gusta.
No cuando es alguien de quién depende mi vida en la arena, es como si le diera una ventaja.
Una ventaja...
Automáticamente mis ojos buscan a Finnick. Creo que ya sé que quiero de él.
Las demás puntuaciones pasan rápido, cuatro, cinco, seis, y así de seguido. Las únicas notas altas, aparte de las nuestras, son la de Sheet, un nueve, y la del chico del nueve, otro.
– ¡Genial!–Declaro, sarcástica. – ¡Si con eso esperaba librarse de Geld va listo! Ahora sí que es un objetivo. – Finnick me mira algo sorprendido.
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El color de la locura
FanfictionRojo, así es el color de la venganza. Rojo brillante, lo único que me domina desde la muerte de mi hermana Denalie. Pero, ¿quién me diría que ese color me llevaría a la locura? Nadie, ¿verdad? Ni siquiera yo misma. Me llamo Annie Cresta y soy la ven...