Cap.: 3 - Esa noche intensa

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No me lo podía creer. Jimin. Yo. Ahí, en ese momento tan romántico. Por una parte no quería admitir que me atraía ese chico de pelo rubio que le tapaba las cejas. Pero por otra parte pensaba que era una tontería pensar que tenía posibilidades con alguien que ni siquiera estaba en este país.

El momento en el que nuestras miradas se cruzaron fue intenso, al principio romántico, luego se volvió incómodo hasta que la sonrisa que desprendió lo hizo el momento que más ansiaba tener con alguien, una bella conexión que nos hacia comunicarnos sin palabras, ni gestos, solo unas sonrisas y unas preciosas miradas.

Beep beep beep!

Mi reloj sonó ya marcando las nueve de la noche. ¡Las nueve! ¡Mi madre! Y ese momento tan bonito se convirtió en un caos en mi mente que sin querer me hizo decir lo que pensaba:

- Mi madre me va a matar

- ¿Qué? - dijo él que aun seguía en nuestro momento de miradas

- Me dijo que tenía que estar a las nueve en mi casa y son las nueve y como ves, esta no es mi casa - dije alzando las manos. Fue raro cuando chillé que esta no era mi casa y en la parada había un vagabundo el que la fría parada de autobús sí que parecía ser su hogar.

- ¿Has dicho las nueve? - dijo frunciendo el ceño.

- Sí - me levanté y me quité el polvo de los pantalones - lo siento, me debo ir - aun que irme era la única cosa que no quería hacer en ese momento.

- Espera - eso me encendió el corazón y por un segundo, corto aun que eterno, las preocupaciones se me fueron y me fijé en todos los detalles de su cara alargada pero regordeta aunque tierníssima. - a las ocho y cincuenta tenía que estar en la limusina y me dijeron que a las ocho y cincuenta y cinco se iba y si no estaba ahí no se esperaría. Así que ahora no tengo lugar dónde dormir... - dijo guiñándome un ojo y produciendo una sonrisa malévola, como si maquinara un plan.

- Por aquí no hay ningún hotel aunque hay un camping y quizás...

- No, me refería a quedarme en tu casa - y volvió mi madre en la cabeza

- No creo que me dejen que te quedes

- Sin que se enteren, una noche, te lo prometo - obviamente que lo iba a dejar, habían unas mantas en el garaje y mi habitación tenía dos colchones, pero fingí pensarlo detenidamente y luego asentí con la cabeza - Gracias Marta te quiero - abrió los brazos para abrazarme hasta que se dio cuenta de que había dicho "te quiero" y no pretendía confundirme - ... como amigos, claro - dicho eso continuó su movimiento de brazos y no dejó que ese abrazo se desplomara con un beep beep de reloj.

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Al llegar a casa le dije que esperara en la puerta trasera que daba al garaje. Lo primero que escuché cuando ya estuve dentro de casa no fue un saludo, si no la bronca que me dio mamá al llegar a las nueve y cuarto.

- Mamá, el bus no llegaba y estoy cansada a de más - le hice una cara de pena y me fui a mi habitación acompañada de las miradas de mis hermanas.

Ya en la habitación preparé la cama improvisada de el chico que seguía esperándome fuera y escondí todo lo que pude que me hiciera quedar como una infantil o como una loca o lo que sea que en realidad soy pero que, sólo las personas que no me importan que lo sepan, saben.

Abrí la puerta. Izquierda. Derecha. Una última inspección a la izquierda. Parecía ser que mi casa se había quedado vacía. Luego fui de puntillas hasta el garaje, abrí la puerta, y ahí, todo inocente y pasando frío, Jimin me había esperado.

- Pasa pasa, mis padres no se dónde están exactamente pero en los pasillos no hay nadie - él entró en puro silencio y fue detrás mio durante toda la ruta hasta la habitación. Por suerte nadie se nos apareció por el camino y pudimos llegar sanos y  a salvo. Le hice una breve explicación de como era mi casa y cada cosa que tenía mi habitación pero no pude evitar ver los bostezos que de tanto en tanto hacía Jimin.

- Tienes sueño

- No importa, se te ve ilusionada explicándome tu casa, por ver tu cara de extrema euforia y alegría me quedaría despierto el resto de mis días

- Jimin, estoy eufórica y alegre por que no podría estar con otra persona más especial que tú - sonrió y a continuación echó otro bostezo. - tengo... tengo que ponerme... tengo que ponerme el pijama

- Ah tranquila - se puso las manos en los ojos y se giró, pero yo era vergonzosa así que le piqué en el hombro para que se volviera hacia mi y le señalé el armario - no pretenderás que me meta ahí - e imité esa sonrisa que tiempo atrás me había hecho, la sonrisa malévola para planes ultra malvados.

Dicho y hecho. El chico que había conocido ni una hora atrás estaba metido en mi armario e iba a dormir a mi habitación.

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Después de que yo me pusiera la vestimenta cerré la luz y nos fuimos a acostar. Hablamos durante toda la noche en susurros para no despertar a la familia. El día siguiente sería sábado y no debía levantarme temprano así que nos fuimos a dormir cerca de las una de la mañana.
Le puse un colchón en el suelo y él permaneció esa noche en la incomodidad.

- Gracias - me dijo ya en posición para irse a dormir.

- No hay de que, mi suelo no es como dormir en una cama pero enseguida te acostumbraras - me quedé sola riéndome de mi propio chiste y no fue hasta que paré que Jimin respondió.

- No me refería a la casa, me refería a ti, gracias por ser tú, por darme esta noche. Y gracias por ese momento en la parada de bus - creía que no quería hablarlo - me has hecho sentir mi vida, mi corazón, mi respiración - yo también había sentido eso, me había hecho sentir... - ...vivo, me has hecho sentir vivo - viva, me hizo sentir viva - es la primera vez que alguien me ha tratado como alguien...

- Normal - dije yo.

- Exacto - y se hizo el silencio.

Gracias a la oscuridad Jimin no pudo ver mi sonrisa de amor que escondía debajo de la sábana.

Y por culpa también de la oscuridad yo no pude ver como él se mordió los labios con ansias de mi.

J.E.MDonde viven las historias. Descúbrelo ahora