3.

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A los pocos minutos sintió que abrían la puerta del lavabo. El olor a flores que se acercaba a ella hizo que se girara tomando otro trago de la cerveza que tenía en las manos.

-: Hola... ¿bebiendo tan temprano?... joder ¿y fumando? ¿en qué quedamos?

V: Uuufff Gabriela no empieces... tú también no, por favor...

Gabriela: Vaya... ¿mal día?... ¿ni un saludo?

V: Vale... me voy...

Gabriela: Vanesa... (la tomó de los hombros mirándola a los ojos seria) ¿Por qué siempre últimamente tenemos estas discusiones sin saber el por qué llegas así?

V: Pues dímelo tú. Yo te paso a ver en vez de irme a casa y me recibes con inquisiciones ¡Joder! que me gusta la cerveza y relajarme fumando ¿Qué tiene de malo?

Gabriela: Nada, pero son las cuatro de la... ya, déjalo... ¿comiste algo?

V: No...

Gabriela: ¿Y ni un beso me darás?

V: Dámelo tú...

Se acercó besándola suavemente. Vanesa dejó la cerveza a un lado para pasear sus manos por su espalda descubierta y sentir aún el agua caer por ella. La miró con fuerza y acrecentó aquel beso apretándola fuerte hacia ella.

Gabriela:... Mmm... cariño... (susurró)... anda... déjame prepararte algo...

V: No es necesario... así estoy bien... (dijo comenzando a besar su cuello)

Gabriela: Vanesa...

V: Joder Gabriela... que nos vemos poco... vengo... te doy caricias... ¿y me quieres dar de comer?

Gabriela: Mira... así como estás... yo no quiero nada...

V: Vale... pues yo tampoco. Nos llamamos.

Finalmente tomó un sorbo más de la cerveza, se puso su chaqueta y salió de allí dando el segundo portazo del día. Gabriela miraba la puerta y luego negaba contando hasta diez para no tirarle la misma botella que había dejado en la mesa de centro.


El tercer portazo del día fue al entrar en su casa tres horas después. Luego de salir de aquel piso, se dedicó a caminar y tratar de relajarse, cosa que no consiguió. El ruido hizo que su hermano, que estaba sentado en el sofá, diera un salto mirándola con grandes ojos viendo como pasaba directa por el pasillo, seguramente hacia su habitación.

-: Vaya... otra discusión, con Gabriela seguro... (balbuceaba)

-: ¿Qué fue eso? (decía una mujer de unos 65 años saliendo con un mantel entre sus manos, al parecer, de la cocina)

-: Tu hija, que ha llegado para variar de mala leche.

-: ¿De nuevo?... ¿y qué fue esta vez?

-: Ni idea, pregúntale a ella. Que esa cuando llega así no habla, ladra. Tengo hambre mama.

-: La cena ya está, pon la mesa mientras voy a hablar con ella.


Toñi Mata abría la puerta de la habitación. Vanesa se estaba cambiando y se giró de manera brusca frunciendo su ceño y respondiendo como en ese momento seguía su humor.

V: ¡Pero mama! ¿No te han enseñado lo que es la privacidad?

T: Cuando vivas en TU CASA me hablas de privacidad, y cambia el tonito conmigo. ¿Qué pasó que mi puerta sufre las consecuencias?

V: Nada... ¿me dejas duchar?

T: Mira Vanesa, me tienen cansada tus quejas, tu humor, y tus prontos. Que todos hemos pasado malos momentos hija y no por eso le hacemos al resto la vida imposible, que tienes 31 años, ya no eres una cría. ¿Qué pasó? ¿te peleaste con tu novia?

V: Mama no tengo ganas de hablar, en serio, ahora no.

T: Vale, pero espero que la ducha te refresque y cambies la carita, que en la mesa no quiero problemas y menos con la niña.

V: ¿Está Lucía?

T: Sí, la madre la viene a dejar, así que cambia la cara (le decía para luego salir de allí)

Aquel carácter... aquel carácter fuerte claramente Vanesa lo había sacado de su madre, que era con la única que cedía, era la única que la hacía entrar en razón.

La otra personita que la relajaba y hacía que su genio cambiara era su sobrina Lucía, hija del matrimonio de su hermano recién divorciado, que vivía con ellas.

¿Por qué no se había ido de casa? Pues porque le era cómodo, sumado a que necesitaba a veces de las reprimendas de Toñi para centrarse. Claramente su genio había empeorado desde la muerte de su padre. Claramente no lo había superado.

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Espero que os guste y que poco a poco os vayáis enganchando a esta historia.
Continuará...

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