9.

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La noche no fue buena para Vanesa. Lloró un poco y se desveló otro tanto. Ese día, por la noche, mostró la moto a Félix pero no gozó cuando le dijo a él que no se la prestaría. No hizo alarde de ella. Cenó en silencio y luego le contó a Toñi lo ocurrido, eso sí, conservando la compostura, no derramando ninguna lágrima frente a su madre. A pesar de aquello Toñi sabía que le dolía, sabía lo importante que había sido Gabriela para su hija y sabía por el carácter de Vanesa que dejaría salir la pena luego, sola en su habitación, como fue, y sabía también que Vanesa no volvería con ella.

A las 6 de la mañana.

Ya estaba en comisaría con tremendas ojeras. Al ver venir a Hugo lo saludó sin mucho afán.

Hugo: Buenos días. Vaya... ¿mala noche?

V: Algo así... Orozco no se ve ¡eehh!...

H: ¿Y para que nos hace venir tan temprano si luego él llega atrasado?

V: Pues... (se encogía de hombros)

H: Vaya... qué raro...

V: ¿El qué?

H: Que tú no sueltes tacos por el retraso de Orozco.

V: La hora, aún estoy durmiendo. Ahí viene.

Orozco se acercaba en su propio coche, estacionó frente a ellos y les hizo un movimiento con su cabeza para que subiesen. Vanesa iba a subir a delante pero el comisario se lo negó.

O: No, atrás con Fuentes.

V: Vale Orozco, que no somos detenidos.

O: Atrás dije.

V: Joder

H: Por fin eres tú, ya me estaba asustando.

V: Cállate idiota.

H: Bien, la subinspectora de nuevo está con nosotros Comisario.

Orozco tan sólo miró por el retrovisor sonriendo de lado para luego partir sin decir nada más.

A los minutos Vanesa miraba hacia afuera tratando de adivinar hacia donde se dirigían.

V: ¿Vamos a las afueras de Madrid?

O: No

V: Orozco, ¿podrías dejar el misterio?

O: No, son órdenes.

V: Ordenes, órdenes, protocolo, bla bla bla...

Minutos después era Hugo el que comenzaba a abrir grandes ojos y no se aguantó.

H: Oiga Comisario... ¿no está de coña no?

O: No

H: Uuuffff madre mía... (decía dejando caer su cuerpo hacia atrás llevando su mano a su pecho)

Vanesa miró a Hugo con el ceño fruncido, entonces miro hacia todos lados y sus ojos comenzaron a agrandarse hasta que:

V: ¡A no! si es lo que pienso ¡No!... Orozco... ¡¿tú sabes que los odio?!

O: ¡Callaos ambos! ¡cerrad el pico por favor! Y más tú, si haces otra cagada Vanesa esta vez te cuesta la salida ¿entiendes?

V: Mierda... mierda... mierda... (decía mientras le pegaba con su mano a la puerta del coche por dentro)

O: Y cuidado con mi coche, joder.

Vanesa miraba por la ventana con su ceño más que fruncido, una de sus manos empuñada y la otra con sus dedos nerviosamente moviéndolos. Hugo tenía que sujetar sus ojos con sus manos para que no se salieran. Orozco esbozaba una sonrisa malévola cada vez que miraba por el retrovisor.

El último tramo, Hugo tragaba saliva mientras Vanesa ya tenía los ojos cerrados y su mano en la cara aún con el ceño fruncido y con la boca curva. Tenía rabia, tenía impotencia. Si Vilches quería implantarle un castigo, ese era el peor de todos. Nunca se le paso por la cabeza, ni en las más remotas elucubraciones, a donde la cambiarían. Esto era peor que todo.

Orozco detuvo el automóvil. El primer guardia lo hizo parar pidiéndole sus credenciales las cuales entregó. En menos de un minuto el guardia volvió y se las entregó indicándole donde debía estacionar el vehículo.

Orozco lo hizo para luego mirarlos hacia atrás.

O: Ya estamos aquí, este será su destino no sé por cuánto tiempo.

V: TE ODIO.

O: Que bueno. Bajaos y comportaos ambos. No habléis si no les dan la orden. Y recordad, estáis sirviendo a la Nación (volvió a sonreír)

Se giró y dejó escapar una carcajada. Vanesa miró al techo del vehículo cerrando sus ojos y soltando aire.

V: Tripas corazón, por mi moto joder.

H: ¿Qué dices?

V: Tú cállate.

H: Vale, vale.

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Continuará...

La escoltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora