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Pasada la cena Ana se fue con los niños seguida de Vanesa y Hugo, mientras la presidenta se quedó hablando de aquellas cosas que debía zanjar con su asesor y su secretaria.

Fue Ana la que fue a dormir a los niños esa noche pues la reunión de la presidenta se alargó. Vanesa y Hugo se encontraban fuera de la habitación cuando ya Ana salió a eso de las diez y se quedaron solos. Vanesa miraba impaciente hacia su derecha.

H: ¿Qué miras tanto?

V: Quiero ir hacia el jardín y la salida es por ese lado ¿podrás quedarte solo no?

H: No te pases películas, si no pasará nada ¿les preguntasteis a los otros escoltas si vigilaban el jardín?

V: No, pero es mi decisión. Tú te quedas aquí, cualquier cosa me avisas por el intercomunicador ¿vale?

H: Vale, John Wayne.

V: Oye cuidadito que así sólo me dice Orozco ¿estamos?

H: Vale, vale, perdona. Ve, ve a tu jardín.

Vanesa salió por la puerta lateral recordando los mapas dados que se había estudiado. Era un jardín bien cuidado donde una puerta daba hacia el patio privado. Allí entró mirando hacia todos lados. Era un precioso espacio con un banco y algunas plantas ornamentales, más un gran árbol de ciprés en el centro con grandes enredaderas a los lados.

Lo recorrió completo, sigilosamente, ningún ruido extraño ni movimiento alguno más que sus pasos. Se acercó a los ventanales donde una tenue luz iluminaba la habitación. Acercó su ojos a un pequeño espacio que daba hacia adentro, entre las cortinas, y claramente los vio durmiendo. Los dos parecían unos angelitos. "Hasta Eric" pensó mientras se sonreía.

Luego se alejó de allí situándose al lado del árbol apoyando su espalda en él.

Suspiró hondo y miró al cielo. La noche estaba extrañamente estrellada y se sentía calma en aquel lugar. Comenzó a pensar en todo lo ocurrido en los últimos días, en Gabriela, en su proceder, en como la había cagado en la comisaría, en los consejos de su madre, en todo...

Tragó saliva y llevó su mano al interior de su chaqueta de donde sacó una cajetilla de cigarrillos. Lentamente tomó uno encendiéndolo, solando el humo poco a poco y nuevamente mirando al cielo.

Se giró mirando nuevamente hacia todos lados quedándose pegada al ventanal. Sonrío mientras soltaba otra calada de humo. No era papeleo pero aquel trabajo de escolta era cierto que la relajaba, a pesar de ser con los hijos de una política.

Se recostó nuevamente en el árbol apoyándose mirando el cielo. Miró su reloj, las 12 y cuarto de la noche. Volvió a llevarse el cigarrillo a la boca y cuando iba a dar la próxima calada se detuvo, se quedó inmóvil, advirtiendo con sus sentidos al máximo que algo no andaba bien.

Se pegó lentamente del árbol posando completamente su espalda en él sin moverse y entonces sintió como unas hojas crujían en el suelo.

Lentamente dejó su cigarrillo en su boca afirmándolo con sus dientes, sacó el arma de servicio, esperó allí calmada sintiendo cada vez más de cerca las pisadas. Apretó más fuerte el cigarrillo y sus pupilas comenzaron a afinarse en la noche.

Esperó unos segundos y salió de allí con un movimiento certero... encontrando aquella silueta de negro frente a la ventana. Estirando sus brazos hacia ella y sin dudar, posó la pistola en su cabeza soltando el cigarrillo y diciendo:

V: ¡No te muevas o te vuelo los sesos!

La figura se quedó quieta y subió los brazos casi temblando.

-: ¿Va... Vanesa?

Vanesa frunció el ceño

V: ¡Identifíquese!

-: Ma... María Lucía Sánchez... la... la presidenta...

V: Jo... (en el instante bajó el arma echándose dos pasos hacia atrás)

La figura se daba la vuelta aún con claros síntomas de nerviosismo, sacándose al mismo tiempo la capa de su cabeza y mirando el arma que Vanesa aún tenía en las manos.

V: Eehh perdone, perdone (decía guardándola) yo pensé... yo...

La presidenta tragó saliva suspirando fuerte y llevándose una mano a su corazón.

V: Presidenta perdone, perdone, yo...

M: No... no... o sea... nunca... habían es... escoltado aquí...

V: Pues es... es un lugar que... jo... ejem... perdone presidenta... (sí estaba acongojada, por suerte no fue más ruda como solía hacerlo)

M: No, no, yo no debí... o sea, siempre venía por por acá a ver a los niños y... que...

V: Ya, lo siento, lo siento.

M: Yo... (miró hacia el suelo donde aún estaba el cigarrillo prendido y luego levantó la cabeza mirando a Vanesa nuevamente...)

Vanesa abrió los ojos de par en par y haciendo un movimiento extraño se acercó y con el pie apagó el cigarrillo.

V: Lo siento, lo siento...

M: ¿Estaba fumando...?

V: Sólo, sólo uno... sé que está prohibido y... fuuu (decía llevando su mano a su frente sin mirarla)

M: Tranquila Vanesa. Eemm... ¿tiene más?

V: ¿Co... cómo? (por fin la miró entrecerrando el ceño)

M: Si tiene más

V: Ehh sí, pero prometo no prender otro.

M: No si lo decía por... por si me facilitaba uno.

Vanesa la miró sorprendida pero luego reaccionó pestañeando varias veces y sacando la cajetilla rápidamente de dentro de su chaqueta ofreciéndole uno.

V: Sí, sí, sírvase por favor.

M: Gracias.

Eso era realmente surrealista. Ella, Vanesa Martín, prendiéndole un cigarrillo a la Presidenta del Gobierno. Nunca al prenderle un cigarrillo a una mujer le había temblado tanto la mano, y nunca le había temblado aún más al sentir como la presidenta apoyaba su mano en la de ella, en la que sostenía el encendedor.

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Como el capítulo anterior recibió más votos que los demás y en solo 1 día, aquí os dejo capi nuevo y más larguito :)
Continuará...

La escoltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora