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Al volver al hotel eran casi las siete y el cambió de turno se acercaba. Aún no estaban ni Hugo ni Iñaki, por lo tanto la presidenta aún seguía en sus actividades.

A las siete llegaron los dos nuevos escoltas, quienes le asintieron a Vanesa.

V: Pues todo vuestro el puesto.

-: Bien.

Cuando se iba a retirar, los sorprendió a todos que se abriera la puerta de los niños.

Ana: Vanesa es... espere.

V: Señora Ana, dígame (decía mirando de reojo a los otros escoltas)

A: Que... quería solicitarle, claro si fuera posible, que se quedara vigilando a los niños adentro del cuarto mañana después de su turno. Es que yo quiero descansar un poco... ya sabe, dormir, y me dejaría más tranquila...

V: Eehhh está bien.

A: Se lo digo hoy porque se mañana le toca con presidencia y no estará aquí con nosotros.

V: Bien pues mañana después de mi turno me acerco, señora Ana.

A: Gracias, de verdad, me dejará más tranquila. Y gracias por ocupar su tiempo de descanso para ello. Bien, hasta mañana.

V: Hasta mañana.

Vanesa mientras Ana volvía a entrar miraba a los escoltas nocturnos y les asentía para retirarse de allí.


Ya en su habitación pensaba en las palabras de Ana y aquella casi suplica por pasar luego a la habitación de los críos. Sí, definitivamente eso debía tener algo que ver con sus encuentros con la presidenta. Ana lo sabía por lo tanto seguramente estaba compinchada con ella. Se sonrió y luego se arregló para salir un rato y caminar por los alrededores.

Con su identificación colgando aunque ya vestida de sport, salía de su habitación un piso más abajo que las de las autoridades y bajaba por el ascensor.

Ya abajo, justo cuando las puertas se abrían, se encontraba de frente con Malú que venía hablando con un ministro. Y allí se quedó, parada, pero no por la impresión de ver a Malú sino que por la impresión de ver la sorpresa de Malú en sus ojos. Definitivamente Malú la había mirado de pies a cabeza y sin disimulo para luego decirle:

M: Eehh... buenas tardes Vanesa. No... no la había reconocido con esa ropa.

V: Buenas tardes presidenta, ministro (decía ya saliendo del ascensor mientras Iñaki que venía atrás con Hugo le guiñaba un ojo en forma de saludo)

Cuando Vanesa se giró para mirar como las puertas del ascensor se cerraban, se encontró de nuevo con sus ojos que la miraban mientras el ministro le hablaba. Ella atinó sólo a sonreírle sabiendo ya que sus acompañantes no la veían.

Esa caminata fue agradable igual que la cena que se sirvió en el salón de Hotel. Hugo e Iñaki le hicieron compañía, hablaron del itinerario del día siguiente ya que por la mañana había una reunión y por la tarde la presidenta visitaría un centro educativo. Finalmente se fue a dormir colocando el reloj a las 6:30 ya que su turno comenzaba en ese horario.


Por la mañana, más rápida que otros días, ya estaba en pie mientras se maquillaba y arreglaba su cabello sonriendo en el espejo. aquella mirada de Malú a la salida del ascensor había dejado un leve atisbo de... ¿esperanza quizás? Era increíble, en unos segundos estaba en la más infinita pena y desgracia por tener que tratar de acallar eso que quería salir de ella, pero al otro se sentía como una adolescente que comienza a sentir mariposas en su estomago, mientras que en otras pensaba que ¿quizás sí? ¿o tal vez...? Pero luego volvían la racionalidad, el pragmatismo y la seriedad a su rostro.

Se encaminó al piso superior encontrándose en el ascensor con Iñaki.

Iñ: Buenas, suerte que me toca contigo. Ese compañero tuyo de pelos tiesos se desconcentra fácilmente, no creo que dure mucho como escolta.

V: ¿Tú crees?

Iñ: Sí, si no hace lo que debe hacer pues... el señor Miró ya varias veces lo vio de refilón y es él el que se queja siempre de los escoltas.

V: Vale, hablaré con él.

Ya en el piso superior, Hugo estaba posicionado en la puerta de los niños mientras que ellos esperaban a la presidenta.

V: Hugo luego quiero hablar contigo ¿vale?

H: Está bien ¿pasa algo?

V: No tranquilo, son sólo detalles que debemos zanjar.

En ese momento la puerta se abría y una más que elegante María Lucía hacía acto de presencia. Vanesa se enderezaba más si podía y trataba de ignorar aquel perfume que la hacía por momentos alucinar.

M: Buenos días Vanesa. Eehhh... (se giraba mirando al otro escolta)

Iñ: Iñaki presidenta.

M: Iñaki, bien. ¿Vamos?

Y comenzaban a caminar. Vanesa cerraba los ojos fuerte en el ascensor porque, aunque no era muy pequeño, tendría que estar a su lado. ¿Cuántas ganas no le daban de poder tomar su mano? esa mano que aparecía suave y tersa ante sus ojos. Definitivamente en ese viaje se estaba dando cuenta que se estaba colando por ella y estaba cruzando el punto sin retorno.

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Continuará... :)

La escoltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora