—¿Estás segura que Hermes te dio bien el nombre? —cuestionó Fran.
Eché un vistazo al sobre que me había entregado el heraldo de los dioses.
—Emma Wetter —afirmé.
Sin remedio, continuamos revisando la guía telefónica. Habían al menos veinte personas llamadas igual registradas en el perímetro urbano y era imposible saber cuántas más existían. Uno nunca sabe qué tan común puede ser un nombre hasta que lo buscas.
—¿No hay un modo de reducir la búsqueda?
—Hermes no me dio más detalles —repliqué—. Solo me dijo que Temis le había hecho el encargo.
Los ojos castaños de mi amiga se centraron en la carta.
—A la hora que deciden los dioses enviarse correspondencia. Si quería decirle algo le bastaba con aparecerse y ya —reclamó.
—Tal vez no quería causarle un infarto —sugerí.
—Sí, y eso te lo dice la experiencia, ¿verdad? —cuestionó con sarcasmo.
—Sigamos buscando —resoplé. No podía discutir contra esa lógica.
Fran alcanzó a voltear la página un par de veces más antes de mirar el sobre cerrado otra vez.
—¿Y si lo abrimos? Quizás contenga alguna pista —sugirió.
Rápidamente, tomé el papel y lo escondí dentro de mi chaqueta, como si fuese droga.
—No, Hermes me ha dicho que nadie más que su destinatario puede abrirlo, o una desgracia caerá sobre el usurpador —repliqué.
—Sí, sí... Igual que la caja de Pandora, ¿no? —dijo, restándole importancia.
—La última vez que un dios griego se puso en nuestra contra, tú y yo dimos un paseo por el Inframundo, ¿lo olvidas?
Ese argumento la disuadió.
—¿Y si le pedimos ayuda a nuestro profesor de mitología?
—No me digas que el donador de esperma ahora es tu maestro favorito —acusé. Verla dudar me preocupó—. ¡Fran!
—Bien, bien... ¿Qué hay de Eros?
—Los perros de Hades me dan más confianza —repuse.
De este modo, volvíamos al punto cero.
—Ya lo capto, no vamos a ir con los dioses —afirmó—, pero podemos pedirle ayuda a alguien que es mitad y mitad.
—¿Alguien como tú? —adiviné.
Ella asintió con conformidad.
(....)
Llegamos a la casa de Adrian esa misma tarde, quien nos recibió con su característico entusiasmo de siempre.
—¿Y qué hacen aquí? —interrogó sin rodeos.
—Necesitamos ayuda —informó Fran.
—Me refiero a además de lo obvio.
Por algún motivo, el descendiente del herrero siempre sabía cuando nuestra presencia era motivada por un problema, y lo peor era que nuestros problemas siempre tenían que ver con dioses y maldiciones. Algún día iba a cerrarnos la puerta en la cara, ya lo veía venir.
Por fortuna, ese no fue el día, nos recibió y escuchó el relato sin demostrar el más mínimo interés, fiel a su filosofía de mantenerse ajeno a los demás. Aun así, su indiferencia era solo superficial, en el fondo siempre podía contar con él, lo que se demostró una vez más, cuando sacó una conclusión a partir de mi breve explicación.
—Entonces estas buscando a una persona que ni el mismísimo Hermes pudo encontrar —señaló.
—Lo haces sonar bastante malo —musité preocupada.
—Lo es. Básicamente es el cartero de los dioses, si él no encuentra la dirección, nadie puede.
Sin duda, este chico tenía un don para subirme los ánimos.
—¿Y qué hago ahora? —gemí.
Él se lo pensó un momento.
—Lo que tenemos es una carta que se envió a una humana que no conocemos, pero si la envió Temis, deduzco que tiene que ver con la justicia —expresó.
—¿Y eso nos ayuda a limitar la búsqueda? —cuestioné.
Adrian bufó.
—Realmente todavía no entiendo cómo fue que conseguiste el favor de Atenea.
—¿Crees que si se pone el suéter de Atenea pueda servir de algo? —inquirió Fran.
—Más bien, creo que buscamos a alguien que tiene un conflicto con la ley, quizás fue juzgada injustamente y busca que Temis interceda por ella, ya que si buscara venganza, habría invocado a Nemesis.
—¿Y por qué le envió una carta? —cuestionó la hija de Apolo, a lo que él sencillamente se encogió de hombros.
—Todos los dioses tienen sus métodos —dijo sin más.
De pronto el rostro de mi amiga adquirió un nuevo color.
—Dime, Adrian, tú que sabes tanto de mitología, ¿no te gustaría ayudarme en una pequeña tarea? —preguntó con fingida inocencia.
—Antes muerto muerto que hacer un informe para ese exhibicionista despechado —repuso rápidamente el herrero.
—¿Cómo sabes que...? —La respuesta llegó por si sola—. ¡Lizzie!
—A mi tampoco me ayudó. —Me defendí, levantando las manos en señal de rendición.
—¡Ustedes dos, concéntrese! —exclamó—. Debe haber un motivo por el cual Hermes no puede encontrar tratamiento la dirección de Emma. —Añadió pensativo.
—Por favor, no me digas algo que no quiera escuchar —supliqué.
—Es probable que exista un tercer dios metido en este embrollo, uno que esté bloqueando a Hermes —anunció.
Dejé escapar un grito colmado de desesperación.
—Te dije que no quería oírlo —lloriqueé—. No otra vez.
—Ya te he dicho, el tacto tampoco estaba entre los dones que Hefesto me dio —dijo.
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.Hola guapxs!
¿Cómo va su fin de semana?Les tengo una información que dar, Cupido por una vez se encuentra en el puesto #4 de los más votados en el concurso de Sweek y en mayo anuncian a los finalistas. No quería cansarlos de tanto spam, por eso no hacía un anuncio, pero me han estado preguntando qué tal va la historia, así que decidí responder de modo general.
Agradezco mucho el apoyo que me han dado y quienes aún no votan, ojalá puedan hacerlo :)Sobre la pausa, ya había anunciado con anticipación que la haría, es más, todos los años abandono wattpad durante un periodo de tiempo más o menos prolongado para darle prioridad a mis estudios, así que no es nada nuevo :'v
Créanme, me duele más a mi que a ustedes.Muchas gracias a todos por leer :)
¿Qué creen que se trae Hermes entre manos? e.e
Los leo en los comentarios ❤️
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Cupido Otra Vez [#2]
Teen Fiction«Si pudiéramos clasificar el amor en colores, yo definitivamente sería rojo. Rojo pasión». La vida de Lizzie parece ser complicada, con los deberes de la universidad, sus problemas de alcoholismo, y el juicio contra su padre sería suficiente, pero...