Esa noche desperté en la casa de Eris. No vi a la diosa por ningún lado, pero encontré mi desayuno listo en la mesa, y una aspirina que mi dolor de cabeza agradeció. Mientras comía, observé el basurero lleno hasta el tope de latas vacías, seguramente las que habíamos ingerido esa misma noche, pero era incapaz de recordar más detalles.
Ahí estaba yo, después de compartir unos tragos con la diosa del caos, seguramente me había ganado un lugar de honor entre los alcohólicos anónimos.
No tenía ganas de volver a mi departamento, así que me conformé con tomar prestada ropa de Eris. Abrí su armario y me encontré un montón de vestidos ajustados, calzas apretadas, faldas cortas, top que dejaban el abdomen al descubierto y toda clase de prendas provocativas. Revolvía todo hasta que al fin encontré unos jeans rasgados y una blusa que pudiera usar en público sin sentir pudor.
Volví al recibidor y el flash de una cámara cegó mis ojos.
—¡Qué linda te ves! —exclamó Eris—. ¿Es el día de vestirse de ñoña en tu universidad?
—No —contesté a secas.
—Ten, me tomé la molestia de ir por tus cosas —dijo, entregándome mi mochila.
Entrecerré los ojos, dudando de su amabilidad.
—¿Qué quieres? —cuestioné.
—Nada, con lo que hablamos anoche me basta —respondió.
Intenté recordar, pero mi mente era una laguna negra y turbulenta.
—No me acuerdo —dije, tocando mi frente con mi mano.
—No te preocupes —afirmó, enterrando la mochila en mi delicado estómago—, cuando lo hagas me avisas. Ahora vete, que llegarás tarde.
No podía negarle razón en eso último.
Me fui todo el camino intentando recordar lo que había hecho la noche anterior. Ya sabía que había estado bebiendo junto a Eris, que se me pasó la mano, que hablé demás y acabé adquiriendo compromisos probablemente imposible o bizarro.
Llegué sintiendo que la cabeza iba a explotarme, cuando me topé con Agnes y finalmente estalló. No, no era Agnes, era Hedoné.
—Tenemos un problema —dije, dejándome caer en la silla y apoyando mi cabeza contra la pared.
—¿Qué pasó?
Pensé en la llamada de la mamá de Fran, tanto su hija como yo estábamos metidas en un grave problema, ella por mentir y yo por tapar su mentira, aunque en realidad todo hubiera sido obra mía, para esconder lo que realmente sucedía.
Y no sólo eso, también había faltado a mi sesión de terapia y arruiné mi récord de días sin beber.
Con respecto a eso último, nadie podía ayudarme. Sobre lo segundo...
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Cupido Otra Vez [#2]
Teen Fiction«Si pudiéramos clasificar el amor en colores, yo definitivamente sería rojo. Rojo pasión». La vida de Lizzie parece ser complicada, con los deberes de la universidad, sus problemas de alcoholismo, y el juicio contra su padre sería suficiente, pero...