Capítulo 53

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Enarqué una ceja, confundida

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Enarqué una ceja, confundida.

—¿Y qué asuntos podrías tener conmigo? —cuestioné.  La verdad, que un alma mortal como la mía tuviera cuentas pendientes con los dioses me parecía de lo más normal, pero que un ser divino anunciara querer conversar con una debilucha como yo, era motivo de preocupación.

—Me van a denunciar por acoso —explicó.

—Ya, ¿y cómo lo sabes?

Apolo no disimuló ni un poco su disgusto.

—No has prestado atención a ninguna de mis clases.

—No es sencillo teniéndote de profesor —repuse—. Pero si te preocupa la denuncia, podrías comenzar  poniéndote al menos una camisa antes de venir a molestar a una de tus alumnas.

Desvió su atención al bolso donde tenía guardada la ropa que me había traído de casa.  Estaba abierto y algunas prendas se asomaban a través del cierre.

—Ni lo pienses —advertí.

Se encogió de hombros.

—De todos modos no creo que nada me quede —contestó.

No pude evitar apreciar la musculatura de su torso al desnudo.  Quizás podría incluso dejar de quejarme y disfrutar el regalo que el sol me había traído al despertar.

—Bueno, ¿por qué viniste? —inquirí.

—Necesito que fleches a toda la clase conmigo —explicó—.  Así me evitaré todo el papeleo de la denuncia y podré seguir trabajando tranquilo.

Me atoré con mi propia saliva.

—¿Es la mejor solución que se te ocurre? —inquirí indignada.

—Iba a pedírselo al idiota en pañales, pero me parece que tú eres más razonable.

—Sin considerar que es imposible que fleche a cada uno de tus estudiantes, existe una solución mucho mejor.

—¿Cuál?

—Podrías dejar de intentar follarte todo lo que se mueva.  La humanidad te lo agradecerá.

—No creo que todo el mundo esté de acuerdo.

—Me basta con convencerme a mí misma.

Nos quedamos viendo, en un implícito desafío.

—¡Claro! —exclamó, levantando los brazos—.  Te ayudo a curar tus heridas, le hablo bien de ti a mi hermana para que no te mate, no te convierto en girasol, cuido al idiota que convierte a la gente en piedra y encima te revelo que la solución a tu problema está en el mito de Medusa, pero tú no eres capaz de hacerme un simple un favor.

—Espera... ¿Qué? —interrogué.

Los ojos de Apolo se ampliaron al caer en cuenta que había hablado demasiado.

Cupido Otra Vez [#2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora