Capítulo 22 💝

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—¿Tu hiciste qué? —preguntó Eros, sin dar crédito a mi relato

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—¿Tu hiciste qué? —preguntó Eros, sin dar crédito a mi relato.

—Ya te lo dije siete veces, Eros.

—¿Hiciste un trato con Ares? —cuestionó.

—Sí.

—¿Con Ares?

—¡Santo cielo, Eros! ¿Qué es tan difícil de entender?

—Hacer un trato con Ares es casi tan malo como hacer un trato conmigo —señaló.

—Pues de tal palo tal astilla. —Quizás no me habría sonado tan amargo si la broma no fuese en mi contra—.  Pero ya venía siendo tiempo de contactar a Afrodita, queda poco tiempo para entregar el trabajo de Apolo.  Así que, ¿cuál es la probabilidad de que me entregues una flecha de plomo?

—Cero —contestó inmediatamente.

Podría haberlo considerado un poco al menos.

—¿Por qué?

—Porque le pediste ayuda a Ares, ¿dónde quedó el "Eros malnacido, ven aquí"?

—Pero estoy pidiendo ayuda ahora —insistí—. Anda, ¿cuál es la probabilidad de que tengamos una cena con Afrodita? A estas alturas, los humanos normales ya habrían presentado a sus respectivos padres. 

Eros me miró como si fuera la peor idea que había escuchado en años.

—El problema es que mis padres son dioses conocidos por su mal carácter —explicó.

—¿Qué? ¿Eso que detecto es miedo? —Intenté provocarlo.

—No, es sentido común.  Además, ni siquiera quieres ir por el rito de conocer a mi familia, tú quieres ir a ofrecer acuerdos que ninguno querrá aceptar.  Ofender a los dioses no es bueno.

Dejé escapar un suspiro exasperado.

—Bien, déjame sola, cuando me veas convertida en iguana te vas a arrepentir.  Mientras tanto, ¿cómo le quito el llavero a Nick?

—Tienes un problema con eso de romper maldiciones, ¿no?

No me sorprendía que mis desgracias le hicieran chiste a estas alturas.

—¡Eres el peor dios para pedir ayuda! —exclamé, antes de abandonar la habitación.

Lo bueno del super sistema de transporte de Eros era que con sólo abrir una puerta podía pasarme de su castillo entre las nubes a mi olvidado cuarto en plena ciudad.

Me tendí en la cama, esperando que el dios apareciera en mi  alcoba, no esperaba una disculpa ni nada de eso, sabía que no era su estilo, pero al menos confiaba en que mi pequeño drama sumado a la actitud de diva remeciera su conciencia y me trajera un consejo.

—Sabes que el único modo de que un dios deshaga una maldición es convenciéndolo o ganarle en su propio juego —dijo la celestial visita, apoyándose contra la pared.

Cupido Otra Vez [#2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora