—¿Cómo le gano a una diosa? —preguntó Flor, nerviosa.
—Pregúntale a Liz, ella es la experta —contestó Adrian—. Iré a reparar mi nueva moto, no me busquen y váyanse pronto.
Sin despedirse, se encerró en su taller.
—Miren la hora, son más de las diez, yo también debería irme a trabajar, ya perdí suficientes días —dijo Hedoné, desapareciendo en el acto.
—¿Nadie va a ayudarme? —gimió Flor.
Ada colocó una mano en su hombro.
—Así son todos aquí, ni te imaginas por todo lo que he tenido que pasar.
Por alguna razón, su comentario me molestó enormemente.
—¿Perteneces a alguna religión? Hueles a agua —interrogó Eros.
—Soy cristiana —respondió ella, con desconfianza—. O bueno, era. No lo sé.
—¿Realmente crees que estás tratando con dioses del Olimpo? —Mi pregunta la hizo perder los estribos.
—¡Una moto casi me mata, una estudiante cambió su apariencia frente a mis ojos, y una mujer apareció de la nada y devolvió a la vida dos piedras con forma humana! Santo cielo, si todos tuvieran la oportunidad de ver esto, no habrían más ateos en el mundo.
—Tranquila, encontraremos la solución —dijo Agus—. Podríamos pedirle ayuda a otro dios, a mí Apolo me parece un buen sujeto.
Eros dejó escapar una carcajada.
—Amigo, deja de esforzarte, si quieres morir hay métodos más fáciles y rápidos, que andar provocando a los dioses —explicó.
La mamá de Adrian decidió hacer su aparición entonces. Vestía una falda corta, zapatos de tacón y una blusa ajustada, no tenía idea cuántos años tenía, pero sin duda sabía mantenerse joven. En sus manos sostenía las compras y lucía cansada. Aún así, esbozó una enorme sonrisa al encontrarse con nosotros.
—¡Que alegría! —exclamó—. Veo que resolvieron el problema con Atenea. No es bueno enemistarse con los dioses. ¿Cenaron ya?
Solo Eros saludó con entusiasmo, el resto nos miramos incómodos.
—A decir verdad, no —contesté.
—Bueno, son tantos, creo que lo mejor será pedir a domicilio —propuso—. ¿Les parece comida china? Es tan tarde, pueden quedarse a dormir después, debí haber comprado más pan. Le pediré a Adrian que vaya mañana temprano.
A Adrian no iba a hacerle nada de gracia.
La propuesta de pasar la noche en su casa se me hacía muy tentadora. No quería volver al departamento y enfrentarme a Jane, ni siquiera tenía ganas de llamarla para justificar mi ausencia esa noche. Por suerte Peter estaba allá y pude explicarle que no iba a llegar. A juzgar por su tono, estaba al tanto de las fricciones con mi hermana y probablemente la madre de Fran se había hecho presente todo el día. Sin embargo, ahora que tenía el problema de las estatuas solucionado, debía pasar al siguiente.
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Cupido Otra Vez [#2]
Teen Fiction«Si pudiéramos clasificar el amor en colores, yo definitivamente sería rojo. Rojo pasión». La vida de Lizzie parece ser complicada, con los deberes de la universidad, sus problemas de alcoholismo, y el juicio contra su padre sería suficiente, pero...