Capítulo 64

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Jane estaba embarazada y no necesitaba preguntar quién era el padre

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Jane estaba embarazada y no necesitaba preguntar quién era el padre. 

Por un lado, quería gritar que alguien había perdido el rótulo de la hija modelo.  Por otro, no sabía qué hacer.

—¿Y qué piensas hacer? —pregunté, cuando por fin recordé cómo hablar.

—¡No sé! —exclamó.

Mi primer pensamiento iba dirigido a pensar qué dios estaba detrás de todo esto.  Comencé a descartar.  Tenía que tratarse de una divinidad dedicada a los partos, a los nacimientos, ¿podía ser Artemisa de nuevo? No, estábamos de acuerdo en que no volvería a molestarnos.  ¿Quién quedaba?

Resollé, asumiendo que no valía la pena culpar al Olimpo de situaciones que a decir verdad, ocurren a diario.  Que Jane quedara embarazada era tan probable como que yo me volviera alcohólica.  Cosas humanas, consecuencias de un sistema indolente que no valía la pena comenzar a criticar.  Y por lo tanto, debíamos resolverlo como un par de mortales comunes y corrientes.

No, Liz, nada de andar llamando a diosas capaces de provocar abortos.

No, no pienses en Eris.

—¿Y lo sabe el padre de la criatura? —inquirió Peter.

—¿Y cómo esperas que se lo diga? —repuso Jane.

—No lo sé —contentó él, con tranquilidad—, podrías invitarlo a tomarse un café, aquí en la casa, deja muchas servilletas sobre la mesa eso si, porque puede derramarlo.  Si quieres Liz y yo nos escondemos en la pieza por si necesario un equipo de rescate.

—Peter esto es serio —replicó mi hermana.

—Te estoy hablando en serio —Se defendió—.  Tienes que decirle.

—Pero no sé cómo —lloriqueó.

—Por eso te estoy dando sugerencias.

Mis ojos iban de un lado a otro, siguiendo la discusión como si fuera un juego de tenis, hasta que finalmente decidí intervenir.

—Vamos a... calmarnos —dije.

Nadie dijo que mi aporte debía ser útil.

—Yo estoy calmado ¿qué sigue? —inquirió Peter.

Miré a Jane.

—¿Quieres tenerlo? —pregunté.

Ella dudó.

—Podría preguntarle al Tigre qué métodos abortivos conoce —mencionó la mala copia de spider-man.

—¿Quieres callarte? —repuse.

Él asintió y ambos volvimos a centrarnos en la embarazada, quien dio un suave asentimiento para responder la pregunta que acababa de formularle.

—Entonces hay que llamar a Victor —concluí—.  ¿Cuándo estarás lista para hablar con él?

Cupido Otra Vez [#2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora