—¿Y por qué piensas que aparecerá en una tienda de maquillaje? —preguntó Fran, mirando los escaparates.
—¡Porque es Afrodita! —exclamé—. Diosa de la belleza, algo tiene que ver. Apolo es doctor, Hedoné es sexóloga, Dionisio tiene una discoteque y Eros es un irresponsable que cambia de trabajo como si fueran pañales. Es un patrón innegable.
—Pero no sé si Afrodita pierda su tiempo siendo promotora, más bien me la imagino como la dueña de una boutique o... —Guardó silencio al tiempo que sus ojos se encontraban con los de la bella modelo que sonreía con sensualidad.
Me habría gustado que la tierra me tragase en cuanto reconocí a la bellísima mujer.
—¿Cómo no lo pensé antes? —bufé—. ¿Cómo se supone que me acerque a una super modelo?
Salí de la tienda sintiéndome totalmente derrotada. No tenía sentido seguir buscando a alguien que quizás ni siquiera estaba en la ciudad.
—Piensa positivo, no tuviste que terminar con tu novio, porque tu padre desaparecido es un dios griego que le tiene ganas —dijo.
Mis párpados se abrieron.
—¿Rompieron? —cuestióné sorprendida.
—No, bueno, más o menos. Estamos en modo: tenemos que distanciarnos para que Apolo deje de joder.
Apreté los labios.
—Suena bien, por ahora. ¿Crees que puedan con ello? —pregunté preocupada.
El rostro de Fran se ensombreció antes de contestar:
—No lo sé.
Era difícil avanzar sabiendo que mis juegos con seres divinos estaban lastimando a la mayoría de mis amigos. Lamentablemente era una situación que escapaba de mi control, ni siquiera podía adivinar cuál sería su próxima broma en mi contra. Lo peor, ni siquiera sabía cómo solucionar los problemas que causaban, y éstos parecían perseguirme.
Nos dirigimos a un puesto de helados, con la intención de realizar una actividad mundana, que harían cualquier otro par de mortales en un día común y corriente. Me creí capaz de hacer pasar mis problemas sobrenaturales por conflictos humanos al menos momentáneamente, como si no necesitara encontrarme con la mismísima Afrodita para salvar una asignatura, sino que era otra estudiante más a punto de reprobar si no redoblaba sus esfuerzos.
O al menos lo intenté, hasta que me topé en la fila con la inseparable dupla de amigos, intentando lidiar con la nueva vida de uno de ellos. Las gafas negras eran un triste recordatorio.
—¿Cómo se supone que coma si no puedo ver lo que me estoy echando a la boca? —reclamó Nick.
—Si sientes que se te ensucia la ropa es porque lo estás haciendo mal —contestó su amigo, intentando aliviar su mal humor con una broma igual de mala. En ese momento, nos distinguió—. ¡Hola, chicas!
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Cupido Otra Vez [#2]
Teen Fiction«Si pudiéramos clasificar el amor en colores, yo definitivamente sería rojo. Rojo pasión». La vida de Lizzie parece ser complicada, con los deberes de la universidad, sus problemas de alcoholismo, y el juicio contra su padre sería suficiente, pero...