Perdimos, pero eso no era novedad.
92 - 1.
Sí, en algún momento me inspiré y conseguí anotar el gol de consuelo. Pedí muchas disculpas por eso, pero a los dioses les encantó.
Ares se encargó de poner en libertad a Hefesto, quien inmediatamente cayó al suelo, derrotado. Se veía exhausto, demacrado, pero no lo suficiente, es decir, acababa de recibir noventa y dos pelotazos, cualquiera en su lugar habría perdido la conciencia, o al menos estaría fuera de sus facultades, pero el dios todavía se podía mantener en pie por sí mismo.
Intentó atizarle un golpe a Ares, mientras éste cortaba el resto de las cuerdas, pero estábamos hablando del dios de la guerra y un derrotado dios de la forja, por lo que el ataque fue fácilmente evitado, e incluso, devuelto.
—Casi lo matamos —murmuré, asombrada.
—Tranquila, es inmortal —dijo Eros, acercándose por detrás. Me quitó el casco y me abrazó.
—Para ti es fácil decirlo —mascullé.
—Claro, conozco los beneficios.
No iba a discutir eso.
Dejé escapar un suspiro y me acerqué a examinar a la otra víctima, Agustín, quien estaba siendo ayudado por Flor. Se sujetaba el estómago con una mano, y el rostro con la otra, exactamente en la zona donde había sido golpeado.
Me acerqué a comprobar si seguiría viviendo, pero me retiré al darme cuenta que estaba siendo bien cuidado.
—Gran partido —comentó Apolo, poniéndose de pie y estirándose—. Lo mejor fue el trasero del recoge-pelotas.
—Si lanzas un chiste sucio, juro que te mato —amenazó Fran.
Apolo levantó ambas manos en señal de rendición y se fue desvaneciendo en el aire.
—Nos vemos —Se despidió, antes de desaparecer por completo.
Inspiré profundamente, disfrutando de que todo volvía a la calma, salvo por una cosa.
Atenea continuaba mirando la escena, bien serena como siempre, me era imposible saber qué pensaba. ¿Estábamos a salvo? ¿Iba a condenarnos? ¿Quería matarnos a todos o solo causarnos un par de rasguños?
Se cruzó de brazos y siguiendo la dirección de su mirada descubrí que su atención estaba puesta en Hefesto, quien hacía ademanes de irse, pero todavía no se recuperaba por completo. Entonces comprendí que estaba satisfecha.
Tímidamente me acerqué a ella, mis piernas se encontraban cansadas, el sudor empapaba mi frente y apegaba la ropa a mi cuerpo, sin embargo los latidos de mi corazón fueron mucho más rápidos ante la idea de enfrentarme a la diosa que durante el partido.
—¿Estamos perdonados? —le pregunté.
—No —respondió, sin inmutarse.
Ni siquiera se dio vuelta a verme, mientras el suelo a mis pies se resquebrajaba.
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Cupido Otra Vez [#2]
Teen Fiction«Si pudiéramos clasificar el amor en colores, yo definitivamente sería rojo. Rojo pasión». La vida de Lizzie parece ser complicada, con los deberes de la universidad, sus problemas de alcoholismo, y el juicio contra su padre sería suficiente, pero...