Capítulo #24

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DÍA #1 AISLADA DEL GRUPO

La caminata estuvo larga, cansada y un poco tenebrosa. La verdad es que solo a mí se me ocurría salir en medio de la noche, por carretera, con un frío del carajo. La verdad es que no pensaba llegar a ningún lugar en específico. Solo pretendía alejarme de uno. Pero en un momento dado recordé, que antes de toda esta tragedia, yo tenía una vida. Yo tenía una casa. Caminé kilómetros, con los pies doliéndome, quejándose por el gran esfuerzo al que los exponía. Mis manos dolían como si un tren les hubiese pasado por encima y estaban inflamadas de una manera que me era casi imposible empuñarlas en su totalidad. Mis nudillos estaban hechos una mierda. Destrozados completamente. De verdad me había vuelto loca hacía una noche. Pero se salvarían, solo era heridas que a final de cuentas terminarían sanando. El amanecer llegó y el cálido sol me calentó un poco. Había perdido la cuenta de las horas que llevaba caminadas, pero había valido la pena. Al llegar a mi antigua casa, pude notar que alguien había estado allí, pero no habían saqueado. Parecía que alguien iba solo de pasó y tomó prestada la casa por un par de noches. Todo estaba como o habíamos dejado, solo que un poco removido. Rebusqué en los viejos cajones de mi padre y encontré una cadena y un candado con llave. Antes que otra cosa sucediera, decidí amarrar la puerta del barandal con la cadena y el candado. Si alguien quería pasarse de listo, lo escucharía. Cerré la puerta con llave y la tranqué con una silla por dentro. Lo mismo hice con la puerta trasera. Me tiré sobre el sillón un par de minutos y decidí que era completamente necesario tomar un baño. Para mi increíble suerte, aún había agua caliente en la casa. Me sentí realizada cuando hice ese descubrimiento. Tomé un relajante pero rápido baño caliente y salí. Me puse una cómoda pijama que hacía meses que no usaba y antes de cualquier otra cosa, cubrí todas y cada una de las ventanas con periódico, muchas capas de periódico. Solo dejé libre la ventana de mi habitación para poder abrirla y que corriera un poco el aire. Traté de despejar mi mente de los recientes acontecimientos, porque ya no podía hacer nada para remediarlos y no valía la pena estarme torturando con ellos.

Increíblemente la nevera estaba tal y como la habíamos dejado. Así que decidí darme una buena cena, puesto que los últimos días no había comido casi nada. Y la verdad es que comenzaba a perder peso. Cociné una deliciosa pechuga de pollo empanizada, rellena de queso y champiñones, con un exquisito puré de papa y mantequilla, y vegetales rostizados, con salsa de crema de chipotle y un par de panes de ajo. Mi hambre era tal que eso no fue suficiente para mí. Al terminar tomé una deliciosa malteada de fresa y unas cuantas galletas. Un poco de café descafeinado para poder dormir tranquila y me fui a la cama. El contacto de mi piel con la comodidad de mi vieja cama y mis viejas sábanas fue espectacular. Me quedé profundamente dormida en pocos minutos. Y se sintió increíble.

Un estruendoso trueno me despertó por la madrugada, fuera llovía a mares. A lo lejos podía escuchar el llanto lastimero de un perro, y sentí pena por él. Pero la verdad no iba a arriesgarme a estas horas para buscar a un perro, así que traté de dormir otra vez. Pero los aullidos eran cada vez más fuerte y comenzaba a creer que el animal se encontraba fuera de casa. La verdad es que no perdía nada con confirmar mi teoría, así que me puse un chaleco antibalas, zapatos y cogiendo mi arma y una linterna, decidí salir cautelosamente fuera. En efecto, tras las rejas había un hermoso labrador dorado, empapado y tiritando de frío, que al verme salir en su auxilio, comenzó a dar de brincos moviendo la cola de lado a lado con violencia. La expresión en sus ojos cambió demasiado. No podía dejarle ahí fuera, no podía dejarle morir. Además un perro podría ser una buena compañía para esta soledad que me espera. Con cuidado abrí el candado de la cadena y dejé pasar al canino que corrió dentro de casa a resguardarse. Cerré de nuevo las cadenas, y confirmé que no hubiese amenazas. En mi parecer no las había, así que entré, asegurando la puerta de nuevo. En cuanto entré en la casa el perro se me tiró encima dándome lengüetazos de agradecimiento.

-¿Cómo llegaste aquí pequeño?-Pregunté sin esperar respuesta alguna

Cogí una toalla de baño y lo sequé lo mejor que pude. El animal se veía hambriento, pero no tenía alimento de perros. Me lo apuntaría en cosas urgentes para conseguir mañana lo antes posible. Cocí un poco de arroz con pollo y lo revolví con unas cuantas tortillas de maíz y se lo di para calmar su hambre hasta mañana. El perro devoró como aspiradora y al terminar de comer me agradeció lamiéndome la cara de nuevo para irse a acostar a mi cama. Guardé todo y limpié y fui a hacerle compañía. Me recosté y el perro se recostó a mi lado, protegiéndome.

-Qué lindo cachorro eres...- Susurré haciéndole mimos en la cabeza- Imagino que debo nombrarte de alguna manera...-

Pensé un momento en las posibilidades y una se me vino a la mente como flashazo.

-Te llamaré Max...-Dije con un nudo en la garganta recordando a los chicos. Pareció agradarle pues comenzó a mover la cola y lamerme la cara de nuevo.

-Bueno Max, es hora de dormir, que mañana temprano iré a buscar tu comida, y unas cuantas cosas más que necesitaremos. Descansa pequeñín.

Estuve todas las horas restantes teniendo pesadillas sobre Ana y Frank, sobre los demás acusándome, sobre Alex matándome, sobre todos muriendo por mi culpa y frente a mis ojos. Cada dos o tres horas me despertaba de golpe, sudando frío, temblando y con lágrimas en los ojos. Max me tranquilizaba dándome lengüetazos cariñosos cada que despertaba. No dejaba de llorar por los recuerdos. La noche y la lluvia me hundían con recuerdos, sucesos, dolores, sentimientos y tantas otras cosas que me hacían querer morir. Mi maldita paranóica mente no dejaba de pensar en las tantas posibilidades de cómo podían morir los chicos. No se iba de mi cabeza la posibilidad de que el grupo que emboscamos, haya ido a tomar venganza. O que los chicos se dividieron por sus razones y mentalidades. No dejaba de pensar en la pequeña Sara, y en lo malditamente traumante que esto era para ella y su dulce inocencia de niña. No dejaba de pensar en Vegetta y Willy, tenían sus vidas perfectas y todo se fue a la mierda por esto. 

La verdad es que todos teníamos vidas perfectas antes de todo esto. Pero tuvo que suceder para que nos diéramos cuenta de cuan perfectas eran entonces, y no las supimos valorar. Cuanto daríamos todos para regresar el tiempo y volver a esas épocas donde la mayor preocupación de todos, era tener un buen día. Ahora nuestra mayor preocupación es tener un día siguiente. Los recursos terminarían acabándose tarde o temprano. La comida escasearía en cualquier momento. Las medicinas faltarían. Habría necesidad de ayuda médica. Y no la tendríamos. Y poco a poco, todos y cada uno de nosotros, por ello, moriríamos. ¿Este era acaso, el fin de la humanidad? ¿Era este acaso, el comienzo de un nuevo mundo de muertos vivientes, reinando sobre la Tierra? La idea daba escalofríos y acojonaba. Solo espero que todo esto acabe. Y que lo haga para bien. De todos.

Youtuber Zombie ApocalypseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora