Capítulo #25

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DÍA #2 AISLADA DEL GRUPO

Desperté por la mañana, era verdaderamente difícil tratar de adivinar la hora del día, las nubes lo dificultaban demasiado. Max estaba recostado a un lado mío, siendo tan inocente y dulce como un perro puede serlo. La lluvia había cesado, pero no parecía que por completo, así que decidí ponerme en marcha para buscar la comida de Max, o el pobre terminaría con mis pocas reservas de comida para mí. Me levanté de la cama, con excesivo cansancio emocional. Cambié mi ropa al ya habitual traje de deportista montañero. Mi pantalón estilo militar, mis botas de caza, una camisa negra y una chaqueta estilo militar también, que hacía un interesante buen conjunto con el pantalón. Me puse el cinturón de armas y lo cargué con dos pistolas, una navaja y un par de municiones. Me puse la mochila vacía junto con el arco y las flechas a la espalda. Me despedí de Max, por si ya no lo volvía a ver jamás, ya que en este mundo, esa es una gran posibilidad. Comí unas galletas junto a un café bien cargado y salí de casa, cerrando muy bien todas las puertas y asegurándolas lo mejor posible. Y me puse en camino.

Las calles parecían sacadas de una película de miedo; solas, silenciosas, llenas de basura, llenas de sangre. Y no era raro ver un cadáver cada dos cuadras. Para mi buena fortuna era, que cerca de casa, había un par de veterinarias donde vendían alimentos. Y la verdad me parecía un poco ilógico que alguien decidiera saquear las veterinarias. Pero aun así existía la posibilidad. Al llegar a la más grande, la puerta estaba abierta, lo cual no era de extrañarse en estos días. Tomé una de mis armas para mayor protección y de poco en poco, abrí la puerta para entrar. Dentro había un olor fétido que daba un asco de cojones. Pero no iba a irme, Max me necesitaba, a él no iba a fallarle. Salté sobre el mostrador que me daría acceso a todo y encontré la gran variedad de accesorios que la tienda ofrecía. Me hubiesen llamado la atención unos meses atrás, donde todo era tranquilidad. Pero en estos días, solo noté los protectores de patas para los perros que acompañaban a sus dueños a subir montañas o dar largas caminatas en maratones. Imaginé que Max en cierto punto necesitaría unas así que cogí aproximadamente 8 pares. Más valía estar preparada. Cogí un par de abrigos de perro, una correa y una pechera especiales y una placa. Todo lo guardé en la mochila.

Me adentré en busca de la comida, y lo que vi en la sala de internamientos, me llegó hasta el alma. Era una pequeña sala llena de jaulas, unas arribas de otras, donde había pequeños y grandes animales pudriéndose en sus propia carne. Habían muerto de hambre, de sed, o de enfermedad. Mi alma se hizo añicos, y no pude evitar derrumbarme ahí mismo. Los pobres habían muerto de la peor manera, sufriendo por días, sin una gota de amor, con miedo, con ansiedad, sin una última caricia, sin un último adiós. Después de varios minutos de llorar sin parar, recobré el aliento y recordé a que había venido. En la sala siguiente estaba todo lo que necesitaba, pero solo por curiosidad decidí revisar todo el lugar. ¿Y si había un alma aún ahí? ¿Y si podría hacer algo para salvarla? Al entrar a la última sala, me di cuenta que mi sexto sentido funcionaba totalmente. En una jaula esquinada, había un pequeño gato, flacucho, que al verme entrar comenzó a maullar en busca de ayuda. Su jaula estaba abierta, parecía ser que se las había ingeniado para escabullirse y salir por comida. Quise cogerlo pero mientras más me acercaba, más fuerte maullaba. Tenía miedo. Pero no precisamente de mí. Sentí algo tirárseme encima. ¡Era un puto zombie de mierda! Vestido con ropa de cirugía, un zombie se abalanzó sobre mí. Sin pensarlo, cogí mi navaja y se la encajé justo en el estómago, mientras el trataba de comerme por detrás. Eso fue suficiente para que me soltara un poco. Aproveché esa pequeña oportunidad y en menos de medio minuto, saqué el arma y le disparé justo en la cabeza. Entre las dos malditas cejas. Cayó inerte en el suelo. Di dos disparos más para asegurarme. Tenía que salir de aquí. El ruido atraería más bichos.

Cogí al pequeño gatito blanco marmoleado con gris, lo coloqué dentro de mi chaqueta, acunándolo en mis brazos. Llené la mochila con bolsas de comida para gato y una correa especial para felinos, junto con protectores de pata también para gato. Y me llevé sobre la espalda un par de bultos de comida, de 10 Kg cada uno, para Max. Llené todos mis bolsillos vacíos con medicamentos, todos los que pude. Logré hurtar el maletín del médico y llevarme unos cuantos libros de veterinaria y farmacología animal junto a todas las latas y sobres de alimento procesado para mascotas que pude. Y Partiéndome en dos cuidando del felino y cargando los costales de croquetas, tomé rumbo a la casa, de nuevo. Todo el camino sentía una mirada sobre mí, pero solo me importaba llegar a casa.

Llegué y entré lo más rápido posible, comenzaba a llover. Cerré todo seguro nuevamente y guardé la comida. Ahora solo me preocupaba como se llevarían mis nuevos dos amigos. Coloqué trampas en todas las puertas y ventanas. Si alguien trataba de escabullirse en casa, Max lo notaría y nos daría tiempo a prepararnos.

-Max...-Llamé al perro quien bajó las escaleras corriendo, moviendo la cola y se me tiró encima llenándome de besos.

Al principio se rechazaron mutuamente, pero han logrado tolerarse. Eso es un buen avance para mí. Les di de comer a ambos, cené, me di una ducha rápida, le di una ducha complicada al gato para limpiarlo y nos fuimos todos a acostar a la cama. A esperar que el día pasase. Que los días pasasen. Que la semana pasase. Que la vida siguiese. Era todo lo que podíamos esperar ya. Durante la noche, soñé con mi hermana, con mi familia, con los buenos días. Con mis padres. Y lloré. Lloré por que los había perdido a los tres. Los tres muertos. Me habían dejado sola. Y la casa mataba. Me mataba cada vez más con los recuerdos. La habitación de mis padres estaba cerrada y no me atrevía a entrar. Al igual que la habitación de Ana. El simple hecho de acercarme a su puerta, el aroma de su perfume me llenó y desgarró una parte de mi alma. No estaba segura de poder seguir en esa casa. Mes torturaba demasiado. Y eso no era vida. Esto no se le comparaba demasiado, pero al menos, no sufriría de más, en este mundo de sufrimiento.

Hoooola a todos chavales! Lo prometido es deuda! He aquí el capítulo, un poco corto, pero, aseguro cien por cien, que el mayor salseo de la historia, está por venir. Espero que lo disfruten, y si es así, voten, dejen sus bonitos comentarios y me ayuden a compartir.

PD. La convocatoria sigue abierta a todo aquel que desee entrar. Solo comuníquense conmigo. De momento tengo 1 chico y una chica. Imagino que llegaré a 5-6 en total para completar mi siguiente cuadrilla. Por cierto, los personajes irán apareciendo uno por uno, o tal vez juntos, en diferentes capítulos. Daré prioridad a los primeros que se comunicaron y sucesivamente.

LOS AMO! MIL BESOS!!

Youtuber Zombie ApocalypseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora