Capítulo #23

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Las frescas brisas de la mañana, golpeaban con suavidad las ventanas de los dormitorios, creando un ambiente de tranquilidad. Los rayos del sol se asomaban temerosamente entre las imponentes nubes cargadas de ira, dispuestas a soltarla en cualquier momento. Las brisas eran húmedas, frías, y el ambiente estaba impregnado de ese exquisito perfume olor a tierra húmeda, ese perfume tan relajante, tan inocente, pero que anunciaba la pronta llegada de una fuerte tormenta en, muy probablemente, unas pocas horas. Dos chicos, uno alto, musculoso, con una extravagante barba y el otro un poco más bajo, con cabello alocado, ambos con el mismo semblante de cansancio, las mismas ojeras de sueño, la misma mirada perdida, el mismo dolor reflejado en sus rostros, se encontraban sentados en la pequeña mesilla de la cocina, pensando en todo, cada quien por su lado, pero haciéndose mutua compañía. Al centro de la mesa había un bowl con unas cuantas galletas y cada uno tenía una taza con café. Pero nadie comía. Nadie bebía. Ninguno de los dos movía ningún músculo, podría creerse que solo estaban allí, para existir. Un chico bajo, delgado, con cara de niño, pero el mismo dolor en sus ojos, entró a la habitación. Les miró a ambos, luego a uno y otro, con detenimiento, pensando en palabras que no se atrevería a decir. Ambos chicos le miraron, había un desagrado en sus miradas. En ambas. El no dijo nada, solo desvió la mirada, y con un nudo en la garganta, negó con la cabeza. Lanzó la galleta que había cogido, al suelo haciéndola añicos, y golpeó la mesa con toda la fuerza de su puño.

-Yo no soy el culpable aquí...-Gruño con lágrimas cayendo por sus mejillas

Nadie contestó nada, solo se limitaron a mirarlo. Y la verdad era que con esos ojos que le lanzaban, las palabras sobraban, estaban de más. El chico salió disparado, ardiendo en el fuego del coraje que le corría por las venas, y azotó tan fuertemente la puerta, que casi la rompe. Nadie respondió a su berrinche. Nadie.

Alex caminó a su habitación con la ira creciendo dentro de sí. El solo quería arreglar las cosas con los chicos, hacerles entender que era el dolor quien había sacado esas palabras y no el buen Alex, el inocente y tierno Alexby. Pero parecía que sus palabras habían sido demasiado rudas, pues a todos les dolieron. Solo Abel y Mariela comprendían su sentir y tenían el mismo odio dentro de ellos. Pero era un odio momentáneo, no podían odiar a quien había salvado sus vidas en incontables ocasiones. Todas sus palabras la noche anterior, todas y cada una de ellas, no las habían dicho conscientemente, habían salido de ese pequeño agujero negro que tenían en el corazón desde la muerte de Frank y Ana. Pero eran conscientes de que se habían excedido. Rubius y Mangel estaba en la habitación de Alexby, querían hablar con él, como los buenos amigos que han sido desde hacía tantos años. Al entrar, Alex los encontró.

-Largo de aquí...-Espetó sin si quiera darles tiempo a hablar

-Venga tío, necesitamos hablar...-Rogó Mangel

-Iros...-

-Alex, necesitas sacar todo ese odio que crece en ti, todo ese dolor, macho, necesi...-

-¡Que os larguéis!-Gritó el pequeño chico con lágrimas cayendo por sus mejillas.

Bueno, al menos lo habían intentado. Tal vez era demasiado pronto para hablar con él, debían dejar que todo su dolor se disipara un poco, que asumiera las palabras que había dicho, y sobre todo que pensara. Que pensara con la cabeza fría acerca de todo lo que había sucedido las últimas 32 horas. Liss seguía dormida en su habitación, los últimos días le habían prohibido tanto dormir que su cansancio estaba totalmente acumulado, y necesitaba recobrar las energías. Lana se encontraba destrozada por dentro pero fingiendo una sonrisa frente a la pequeña Sara, para que el dolor que consumía el ambiente no la consumiera a ella tan bien, así de pequeña, así, de débil, así de vulnerable. Abel no salía de su habitación, más que para conseguir un poco de comida y tomar aire fresco, pero no hablaba con nadie. Willy luchaba contra su propio dolor interno, llorando a cada vez que algo le recordaba a Frank, recordando todo lo que habían vivido juntos. Vegetta trataba de ser fuerte junto a Luzu, a final de cuentas alguien debía mantener al cabeza fría, y sus pensamientos activos por si alguna amenaza se acercaba. Sarahí trataba de buscar consuelo riendo un poco con Rubius y Mangel y sus tonterías. Mariela estaba aislada en sus propios pensamientos, pero no se despegaba de Lana. Probablemente veía una figura materna en la comprensiva chica de cabellos de Rapunzel. Nadie sabía nada de Jhonathan desde hacía un par de horas, y la verdad es que a nadie le importaba mucho si el chico moría o vivía. Luis y Carolina solo trataban de encerrarse dentro de una burbuja, sin salir de la habitación, leyendo libros y reproduciendo películas en el viejo DVD que había ahí.

Youtuber Zombie ApocalypseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora