Capítulo #38

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Era de madrugada, no podía dormir, estaba acojonada. Probablemente iban a tener que operarme. Operarme el maldito brazo, en un hospital abandonado. Eso acojonaría a cualquiera. El hospital quedaba a 15 minutos del campamento, así que el recorrido sería corto. La doctora García me ordenó no comer nada de nada. Y yo estaba que me moría del hambre. Mariela, Luis, Carolina y Sarahi habían llegado un poco después de nuestro reencuentro. Estaba esperando en casa de Susan, la orden para irnos. Los doctores, las enfermeras, el laboratorista y el anestesiólogo estaban ahí también. Samuel iría con nosotros, ya que iba a unirse al grupo de la enfermería. Las reglas de Susan habían cambiado, ahora si querías comer, tenías que trabajar. En el caso de los niños, si querían comer, debían estudiar y prestar atención en clase. Frank, Abel, Luis y Alex se habían unido al grupo de los guardias junto a Gerardo y Ricardo. Básicamente se encargarían de mantener la paz dentro del campamento, cuidar a Susan, y de las expediciones. Ana, Mariela, Carolina y Sarahí, ayudarían al control e inventariado semanal de provisiones. Willy, Luzu y Lana ayudarían en la pequeña escuela que se encargaba de enseñar a los niños lo necesario y suficiente para poder llevar una vida, un poco normal. Mangel y Rubius ayudarían con las cosechas. Todos tenían un trabajo ahora, y debían cumplirlo, ya que con eso aseguraríamos la supervivencia.

-Estarás bien...-Dijo Samuel rodeándome los hombros con su brazo-...estaré ahí, cuidándote-

-Lo sé, gracias...-Le sonreí

-Bien, Frank, Alex, Ricardo y Gerado los acompañarán. Primeramente, deben revisar el perímetro, y una vez asegurado, iniciar con el proceso. Una vez que terminen todo procedimiento, regresen. Hay una posible tormenta en camino, y sería una buena idea que los coja allá-Dijo Susan entrando, seguida de los chicos guardias. Parecían militares, llevaban botas de casquillo, chaleco antibalas bajo la ropa, y una Carabina de Aire Hastan AirTac de 4.5 mm al hombro. Un par de armas en los pantalones y cuchillas bajo las mangas de la ropa y en la funda de las botas.

-Entendido...-Susurré

-Irán en la Van de 15 asientos, no hay que llamar mucho la atención...-Repitió

-Perfecto...-Dijo Samuel y todos se colocaron las mochilas al hombro y salieron. Pero cuando quise irme, Susan me cogió fuertemente del brazo sano

-Recuerda que eres su líder ahora, compórtate como tal...-Espetó mirándome directamente a los ojos. Me soltó de un ligero empujón

-Si, esta bien...-Susurré y salí con los chicos. La Van estaba justo fuera.

El camino al hospital fue corto y sencillo. Lo complicado fue tener que esperar dentro de la Van, mientras los guardias revisaban y despejaban la zona. Eso tomó como 1 hora. Cuando por fin pudimos entrar, las escenas dentro eran terroríficas. Parecían imágenes sacadas de una película de terror. Y se nos ocurría haber ido en mitad de la noche. No se que me acojonaba más, si los zoombies, o el echo de algún espíritu cabreado. Las paredes estaban llenas de sangre, había cuerpos desmembrados, a medio comer. Cadáveres de zoombies, que los chicos habían matado para despejar el área.

El Dr. Morgan, un hombre mayor de unos 60 años, nos guiaba al quirofano. Había trabajado aquí hacía algunos años y se conocía le lugar. Llegar al piso del quirófano nos tomó como 10 minutos, eran muchas escaleras. Al llegar, Ricardo encendió la energía eléctrica de ese piso en concreto y todos comenzaron sus acciones. Estaba acojonada de huevos. Tanto doctores, como enfermeros, se pusieron a limpiar un poco la zona. La zona de quirófanos no había resultado tan afectada, ya que no era un área que se usara comúnmente, como la sala de emergencia o los consultorios. Así que no había mucho que limpiar. Me hicieron ponerme una bata, como todo paciente normal y entre todos comenzaron a experimentar conmigo. Samuel se lavó y desinfectó las manos infinidad de veces, el chico estaba nervioso, tanto o más que yo. Se colocó unos guantes de látex en la mano y me colocó el torniquete en el brazo bueno, para sacarme sangre. Tras nuestro, los doctores preparaban todo para la punción lumbar. Frank y Alex cuidaban la entrada, mientras Jorge, el laboratorista, Ricardo y Gerardo, iban a por la máquina portátil de rayos x. Samuel me ordenó recostarme.

Youtuber Zombie ApocalypseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora