Capitulo #27

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Desperté con Max lamiendo mi rostro y llorando de desesperación, imaginé. No logré deducir cuanto tiempo había estado dormida o inconsciente, solo supuse que habrían sido un par de días, pues el sol brillaba y fuera no había ningún rastro de lluvia o humedad. El cuerpo me dolía horriblemente, mis ojos estaban hinchados y la fiebre me habría provocado erupciones en los labios y el pecho. Sabría Dios cuan alta había tenido mi temperatura corporal en este tiempo, pero por algún motivo no había muerto. Y no estaba segura si eso podría considerarse suerte. Lo que sí sabía es que necesitaba un buen antibiótico inyectado o seguiría teniendo picos altos de fiebre, y eso si podría matarme. Y la única capaz de conseguir eso era yo, pues había decidido alejarme de toda la civilización junto a un perro y un gato. Los cuales era imposible que pudieran buscar un antibiótico. Por un momento pensé en ir y dejar todas las cosas aquí, pero para la suerte que tengo, algún forastero llegaría en mi ausencia y se llevaría todo. Así que inmediatamente descarté esa idea y subí a Max al auto junto a Jhonny después de cargar todos los suministros y decidí ir a darme primero una ducha rápida en el lago, pues apestaba a sudor y orina. Si, orina, seguramente me había meado encima mientras estaba inconsciente.

Fuimos en busca del lago con el auto, y la verdad, maldije a mi suerte por no haber encontrado un carro todo terreno o algo así. Andar en mitad de la naturaleza con un Spark, es como andar con patines de hielo en la playa. Una verdadera putada. Cuando llegamos me di un fresco baño, para lavarme y para bajar un poco la fiebre y estar en condición de defenderme si las cosas se ponían chungas. Comí una buena ensalada de atún con verduras, unas Oreo y como medio litro de leche y puse manos a la obra.

El día seguía clareado cuando llegamos a la ciudad y las imágenes eran dignas de una película de terror. Había sangre y muerte por todos lados. Bichos caminando sin dirección, esperando algo que comer. Me provocaba escalofríos. Mientras pensaba en todo esto, recordé que cerca de la casa de estudiantes donde había muerto Vero, había una clínica muy grande y se me ocurrió que tal vez ahí encontrara lo que estaba buscando. Así que sin pensarlo dos veces ni dudarlo una, tomé rumbo a la clínica, esperando encontrar lo que necesitaba. Al llegar decidí esconder el auto en una casa abandonada, en la parte de atrás, con suerte, nadie lo vería. No planeaba tardarme demasiado, solo entraría, buscaría la medicina, y me iría. Sería todo. Llevaba a Jhonny en mi mochila de lado y en la espalda, mi arco y flechas, que no podían faltar y en la mano derecha, mi arma. Esperaba no tener que hacer uso de ella.

Caminé con sigilo por las calles, con Max cuidando mi flanco, listo para defender a la primera señal de ataque. La clínica estaba toda por los suelos, era obvio que alguien ya la había saqueado antes y en más de una ocasión. Solo esperaba que no hubieran terminado con lo que yo necesitaba, porque entonces si se me liaría parda. Anduve con cuidado y en silencio buscando, caminando por los pasillos y cambiando de cuarto en busca del antibiótico, pero no lograba encontrarlo. Para mi maldita mala suerte, justo cuando lo encontré, y ya había guardado todo lo que necesitaría, vi como alguien pasaba por la puerta de una habitación a otra, sin percatarse de mi presencia. Se me fue la sangre a los pies, pues no era un zoombie, era alguien vivo y con raciocinio que podía matarme si quería. Max empezó a gruñir y con la mirada y en silencio le indiqué que se callara. Traté de salir sin ser descubierta, caminando con cuidado, moviéndome en silencio para que no me pillaran, pero el tío también era sigiloso, y era difícil adivinar donde estaba, por lo tanto, no podía moverme con tanta libertad por la clínica. Las manos me sudaban, y tenía escalofríos, la maldita fiebre había subido y el dolor en mi cabeza había regresado, se me complicaba andar silenciosamente, pues comenzaba a marearme. Max rápidamente se dio cuenta de esto y cambió su posición, ahora estaba delante de mí, guiándome. Me indicaba a donde ir, basándose en su oído y su olfato. No es que fuera mal agradecida, pero pudo haber hecho eso desde un principio. Estábamos a punto de salir, a punto de escapar, cuando escuché la maldita voz por detrás nuestro.

Youtuber Zombie ApocalypseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora