2. Acurrucarse

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Los días de lluvia eran momentos perfectos para enriquecer su lectura. Si había una actividad que ambos disfrutaban juntos, era leer.

El pequeño sillón ubicado en el medio de su pequeña sala, era el lugar favorito de ambos cuando quieren sumergirse en el mundo de algún libro. Akaashi es quien solía comenzar con esta actividad, buscando disminuir su fatiga con las enriquecedoras letras de algún libro. Esta costumbre la tiene desde que tiene memoria, y una vez comenzó, ya no pudo detenerse.

Aquella pequeña sala tenía cuatro paredes beige, adornadas con franjas bordó. Acompañaban la calidez del lugar con iluminación amarilla y a Kuroo le gustaba pensar que su sala estaba sumida en un atardecer eterno.

Aun con el áspero gris adornando las nubes del exterior, su interior hogareño seguía manteniendo la calidez propia.

Pero a Kuroo le encantaba encontrar a su pareja leyendo cuando salía de bañar, o cuando terminaba de cocinar, o simplemente llegaba de una habitación diferente. Porque Akaashi era parte de toda esa calidez que envuelve su casa. Y estaba seguro que sin él, no importaba que tan cálidos sean los colores; porque es su presencia que desata el sentimiento.

Ese día lluvioso, Tetsurou decidió acompañar a su pareja en su silenciosa actividad. Tomó un libro de la biblioteca y se estancó, parado, junto al asiento de su pareja. Akaashi no tardó en notar la presencia del otro y giró su vista para mirarlo.

—¿Sucedió algo?

—Nada, solo... ¿puedo acompañarte?

Akaashi sonrió y asintió con un leve movimiento de su cabeza, levantándose del mullido sillón. No era la primera vez que compartían ese pequeño asiento, y por eso ya habían encontrado algunas estrategias para que ambos cuerpos, entraran en el estrecho lugar.

Kuroo tomó asiento, y luego Akaashi lo imitó sentándose entre las piernas del mayor. El aroma del menor era embriagante como el mejor perfume, y su tacto, más suave que la seda. Lo abrazó por la cintura y por sobre el hombro de Keiji, apoyó su mentón.

Era una postura extraña, la sintieron así al principio, pero ya estaban acostumbrados. Muchas horas habían compartido de esa forma, pues así se sentían completamente. Akaashi se recargaba en el torso del mayor; y había ocasiones que hasta se quedaba dormido. Kuroo aprovechaba y lo abraza un poco más, hundiendo su rostro en el hueco del cuello y hombro del menor.

Qué importaba si afuera lloviera, nevara o hasta el mundo se destruyera con un maldito huracán. Estando de esa forma, lo demás no importaba.

30 day OTP ChallengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora