4. En una cita

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A Kuroo le gustaba el mar.

Le gustaba la forma en que el viento de la bahía acariciaba cada fibra de sus cabellos, la sensación de la arena bajo sus pies y el agua espumosa refrescando su calor. Le gustaba también, el canto irreemplazable de las gaviotas y el crujir de las olas.

Amaba la costa con todos sus cinco sentidos.

Pero su vida rutinaria de adulto responsable, pocas oportunidades le ofrece de disfrutar aquel goce. Levantarse temprano en la mañana, llegar tarde por la noche; así, todos los días. Y cuando llegaba el fin de semana, solo quería sumirse en su mullido colchón y dormir hasta que el lunes llegase.

No tomaba mucho tiempo viajar -en auto- a la playa desde donde vivía, pero si necesitaba, al menos, un fin de semana completamente libre. Aun así el cansancio siempre le ganaba y el tiempo para viajar no era suficiente, y al final, el poder disfrutar del húmedo viento solo se quedaba en la frontera de su imaginación.

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Akaashi llegó un viernes por la noche a su departamento, como era su costumbre estos últimos meses. Le trajo la cena que compró en algún mercado de camino allí; y sus caricias aliviaron un poco la pesadez y cansancio que sentía en el alma.

—Te ves muy cansado últimamente. —Dijo cuando ayudaba a lavar los platos. Kuroo sonrió apenas, los párpados le pesaban y ya estaba cayendo presa del sueño.

—Están llegando nuevos residentes a la oficina, y además del trabajo acumulado, hay que enseñarles qué hacer. El problema radica cuando no entienden aun si es la tercera vez que les explico. —Terminó exhalando todo el aire de sus pulmones, como si de esa forma intentara difuminar un poco el cansancio que sentía en cada célula de su cuerpo.

—Estas esforzandote mucho. —Akaashi secó sus manos una vez cerró el grifo. Y abrazó al mayor por la cintura de forma suave.

A veces, eso era lo único que podía hacer. Haría todo lo que fuera y que estuviera al alcance de sus manos para ayudarlo, pero no podía realizar su trabajo por él, y saberse inútil lo frustraba.

Así que por lo menos esperaba que su compañía hiciera un poco más ameno el cansancio de la semana. Kuroo siempre dormía con una sonrisa en sus labios cada vez que estaba con él; y le encantaría decir que eso era suficiente.

Pero no lo era.

Keiji terminó de ordenar la cocina y empujó el cuerpo de su pareja a la habitación para recostarlo. Ese día lo obligaría a dormir aun si el mayor insistiera en hacer otras cosas. No escucharía sus quejas, los ojos ajenos se cerraban como si la gravedad hubiese sido aumentada 5 veces y apenas podía hablar con voz entendible.

Se acostó con él en la cama de dos plazas que Kuroo había comprado apenas empezaron a salir. Envolvió al mayor en la calidez de las sabanas y frazadas y éste lo abrazó, atrayéndolo a su cuerpo.

Kuroo besó su frente y acarició su cabello, Keiji estaba a punto de reprocharle pero cuando giró su rostro para verlo, el mayor ya se había quedado dormido. Sonrió levemente, acomodándose entre los brazos del mayor, y finalmente se quedó dormido también.

A la mañana siguiente, despertó solo en la cama, ese día Kuroo tenía que cubrir un par de horas extras a la mañana, por lo que se encontraba solo en casa. Se sentó y miró el lugar vacío a su lado, su mente seguía procesando qué es lo que podía hacer para ayudarlo a descansar un poco más, y no quería recurrir a tener que golpearlo y obligarlo a que renunciara a un par de horas.

30 day OTP ChallengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora