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Narra Violeta

Desperté en mi cama desnuda como siempre, pero esta vez no estaba sola, a mi lado tenía a Julieta también desnuda y estaba absolutamente preciosa mientras dormía. Estoy segura que el resto de los mortales estaríamos hechos un desastre pero ella era tan perfecta, me recreé mirándola unos minutos más hasta que me di cuenta de la hora qué era y que teníamos que ir al instituto. Sonreí al acordarme de lo que había pasado ayer en mi sofá y de nuevo otra vez en mi cama, Julieta era absolutamente increíble y yo no podía negar que tenía sentimientos por ella, más allá de una simple atracción. Decidí bajar y prepararle el desayuno antes de despertarla, ayer a pesar de todo, había sido un día duro para ella y se merece todos los cuidados del mundo. Preparé una bandeja con dos cafés, jugo de naranja, algo de fruta, unas tostadas y subí a mi habitación para despertarla. Le aparté el pelo de la cara y empecé a dejarle suaves besitos para luego dirigirme a su cuello y morderlo, ella empezaba a despertarse así que fui hasta su oreja.

- Buenos días princesa – le susurré bajito.

Ella abrió los ojos y me regaló una sonrisa que derritió mi corazón completamente.

- Buenos días – dijo con una voz rasposa de recién dormida.

- Te traje el desayuno – le dije mientras le ponía la bandeja en las piernas.

- Wow, gracias Violeta, nunca nadie me había traído el desayuno a la cama – me agradeció ella.

- No es nada, ahora vamos a desayunar y a ducharnos que en una hora tenemos que estar en el instituto – le dije yo.

Desayunamos entre risas y algunos mimos, me encantaba tener a Julieta conmigo.

- ¿Podemos ducharnos juntas? No por nada, pero hay que ayudar al medio ambiente – me dijo Julieta con una cara adorable.

- Desde cuando eres ecologista Juli – le pregunté entre risas.

- Siempre lo he sido pero ahora que te he visto desnuda, creo que el ducharnos juntas es un bonito método de ayudar al planeta... - me dijo ella pícaramente.

- Está bien pero no podemos irnos mucho del tema porque llegaremos tarde – le contesté yo.

La ducha como era de esperar fue más lenta de lo esperado y luego tuvimos que arreglarnos rápidamente, ayudé a Julieta a maquillar su pómulo morado y apenas se notaba. Salimos disparadas en mi coche y llegamos al instituto en un cuarto de hora, al final no se nos había dado tan mal, aún quedaban diez minutos para que empezaran las clases. Entramos a la sala de profesores y ahí estaba Justina con Juan entre otros.

- Buenos días chicas, ¿otra vez vinieron juntas? – nos preguntó Justina jugando.

- Esta vez si puedes decir que vinimos juntas – contestó Juli para mi sorpresa.

- ¿Y eso? No tuvieron bastante con la tienda de campaña – contestó Justina burlona.

- La verdad es que no – dije yo entre risas.

- Es una larga historia Jus, ya hablaremos - dijo Julieta con un poco de tristeza en su voz.

- Bueno nos vemos más tarde – dije yo despidiéndome de ellas.

Me dirigía a mi clase y vi que alguien me tocaba el hombro, me di la vuelta y vi a Julieta.

- Violeta, he pensado que esta tarde voy a ir a hablar con una abogada que me han recomendado para lo del divorcio y quería pedirte que me acompañaras – me dijo ella nerviosa.

- Claro, yo voy contigo – le dije con una sonrisa.

- Además, te quiero invitar a cenar porque quiero agradecerte por todo y me gustaría que habláramos algunas cosas – me contestó Julieta.

- ¿Debería preocuparme? – le pregunté.

- No, para nada – me dijo ella con una sonrisa - te veo luego señorita Urtizberea -

- Hasta luego, profesora Calvo – me despedí.

Las clases pasaron volando, cada vez estaba más contenta con mi vida aquí, tanto en el trabajo, como con el entorno, y por supuesto, todo lo que había avanzado con Julieta. Fui a la sala de profesores y Julieta estaba ahí esperándome.

- ¿Nos vamos? quede con la abogada Kloosterboer en una hora – me preguntó Julieta con una sonrisa.

- Claro, vamos... ¿cómo estás? – le pregunté.

- Un poco nerviosa por todo lo que vendrá pero bien, tú me haces todo más fácil – me dijo ella.

- Dale vamos que necesito besarte ahora mismo – le dije en bajito y una sonrisa maliciosa salió de su boca.

Julieta me indicó como llegar al despacho de la abogada, tardamos una media hora pero aun teníamos algo de tiempo hasta la cita, así que estacione el coche y sin más espera me lancé a los labios de Julieta. Cada beso con ella era único y despertaba miles de emociones en mi cuerpo. Sus labios se habían convertido en la mejor de mis adicciones. Estuvimos un rato más besándonos en el coche como adolescentes, parecíamos dos de nuestros alumnos. Cuando llegó la hora, subimos al despacho y la abogada ya nos estaba esperando.

- Me presento soy Marcela Kloosterboer – dijo ella mientras nos daba la mano.

- Yo soy Julieta Nair Calvo y ella es Violeta Urtizberea – nos presentó Juli.

Julieta empezó a contarle toda la situación, realmente para un abogado es importante saber absolutamente todo y es mejor ser sincero desde el principio. Marcela fue muy comprensiva y realmente solo quería tener toda la información posible, no juzgo para bien ni para mal. Incluso yo misma me sorprendí de algunas de las cosas que contó Julieta.

- Bueno Julieta, creo que con esto ya es suficiente y me queda clara la situación. ¿Vas a querer que yo me encargue de todo? me puedo poner en contacto con tu marido o su abogado y entregarle los papeles del divorcio. Después de lo que me has contado creo que sería lo mejor. Sé que tú no crees en sus amenazas pero no te puedes imaginar cuantos casos conozco en que esas amenazas se vuelven realidad y no quiero que nos arriesguemos, ni por ti ni por Violeta – dijo Marcela.

- Creo que lo mejor es que te encargues tú. Por supuesto, que no creo que Octavio sea capaz de hacer nada, simplemente estaba borracho y me gustaría hablar con él pero en un futuro. Aún esta todo muy reciente – afirmó Julieta.

- Bueno chicas pues ya esta todo dicho, te llamo Julieta en los próximos días y te informo de como va la situación – contestó Marcela.

Julieta y yo dejamos el despacho de abogados y volvimos a mi casa. Nos estuvimos duchando y arreglando ya que hoy tendríamos nuestra cita y estaba un poco nerviosa, no podía negarlo.

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