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Narra Julieta

Vi salir a Violeta del baño, espere unos segundos y salí yo hacia el espejo. Mi imagen era la prueba de lo que acaba de pasar, tenía las pupilas dilatadas y toda la cara roja por el acalorado momento, tenía pintalabios prácticamente por toda la cara alrededor de mi boca. Me lavé la cara quitando hasta el último resto y volví a pintarme los labios. Estaba como nueva otra vez, pensé en lo que acababa de pasar y cualquier profesora podría haber entrado al baño y habernos atrapado pero mis ganas de besar y estar con Violeta eran mucho mayores que el miedo a ser descubiertas. Cuando estoy con ella en estos momentos, pierdo totalmente mi capacidad de pensar racionalmente y el sentido del tiempo y el espacio. Si Viole otra vez no hubiera parado, yo no lo habría hecho y no hubiéramos llegado a la siguiente clase. Me fui hacia el aula e intenté concentrarme pero me era completamente imposible. La imagen de Violeta y sus labios sobre los míos no paraban de aparecer en mi mente. Intenté estar lo más serena posible y dar la clase lo mejor que pude, esta era la última antes del descanso así que cuando acabó me fui directa a la cafetería. Cuando llegué, allí estaba Violeta sentada con Justina y las dos reían, parece que se le había pasado el enojo.

- Hola chicas, ¿qué tal va la mañana? – les pregunté.

- Acalorada – contestó Violeta, con una mirada picara.

- Movidita – dijo Justina - ¿y tú qué tal? -

- Bien, digamos que con mil cosas en la cabeza – le contesté yo, mirando a Violeta y vi cómo me devolvía la mirada.

- Juli estoy intentando convencer a Violeta de que venga a la tradicional acampada con los chicos, ya que este año Laura está embarazada y necesitamos a alguien que la sustituya. Es la semana que viene y se nos agota el tiempo de encontrar a alguien. Ayúdame, si tú se lo pides viene seguro; y si no se puede hacer, los chicos nos matan– me pidió Justina.

- Viole, tenes que venir, es muy divertido y los chicos lo disfrutan un montón. Nos podemos bañar en el lago, hacer hogueras, contar historias y cantar, por supuesto, tú puedes llevar la guitarra y probar cosas para tu coro – le dije yo.

- No necesitas vendérmelo tanto Juli, con decirme que tu vas, para mí es suficiente. Pero tengo una condición – contestó Violeta entre risas.

- ¿Cuál? – preguntó Justina.

- Compartir tienda de campaña con la diosa griega – dijo Violeta pícara.

- Eso está hecho – contestó Justina – no creo que Julieta se niegue... -

- Solo espero que no ronques... - dije yo bromeando, aunque estaba nerviosa porque sabía lo que eso podía significar y la tortura que podía llegar a ser también.

- No te preocupes por eso, que ronquidos no vas a escuchar – me dijo ella insinuante.

Dios solo de imaginármelo me ponía como loca, compartir tienda de dos metros cuadrados con Violeta iba a ser una tortura, tendría que controlarme de no tirarme encima de ella cada vez que tuviera ocasión. Además, íbamos a estar rodeadas de unos cuantos profesores más y unos treinta alumnos, no creo que sea la situación más idónea para dejarnos llevar. Aunque no puedo negar que es tremendamente excitante.

- Bueno pues tenemos que empezar con los preparativos ya, luego hablo con Juan y quedamos para repartirnos el trabajo – sugirió Justina.

- Perfecto – dijo Violeta – así me explican todo mejor -

- Por mi todo bien – dije yo – si quieres podemos ir a tomar algo después de clases y ya lo hablamos todo -

- Me parece una buena idea, hablo con Juan y les digo – sugirió Justina – bueno chicas yo me voy al gimnasio que tengo que preparar unas cosas -

- Bueno dale, hasta luego Jus – le contestó Violeta.

- ¿Con que quieres compartir tienda conmigo ehh? – le pregunté a Violeta.

- Sí, pero no por nada no te vayas a creer, solo porque tienes pinta de ser ordenada – me dijo ella bromeando.

- Violeta, ¿sabes que se puede convertir en una tortura no? – le pregunté.

- Lo sé, pero también se puede convertir en todo lo contrario si sabemos controlarnos ¿eres ruidosa Juli? – me preguntó Violeta con cara de curiosidad.

- No, no lo sé – le contesté nerviosa.

- ¿Cómo no lo vas a saber? – me dijo ella.

- Con Octavio no lo soy y bueno conmigo misma un poco más – dije con vergüenza.

- Eyyy, no te avergüences bebe – me dijo Violeta – y bueno siempre podemos probar a ver hasta dónde podemos llegar, yo soy muy escandalosa y me cuesta controlarme así que conmigo está más complicado pero siempre puedo jugar un poco contigo... -

- Ya veremos Urtizberea – le dije con autoridad.

- Lo que usted diga profesora Calvo – dijo con voz inocente – si quiere me puedo llevar el uniforme para ponérmelo de pijama.

Violeta estaba despertando mis instintos más calientes y es algo que tenía tan olvidado que parece que fuera la primera vez.

- No te atreverías – le reté yo.

- Aun no me conoces Calvo pero solo lo llevaré si tú te llevas esta faldita y unas gafas aunque sean de mentira. Si hacemos el papel, lo hacemos bien – me dijo Violeta – y también te digo, en cualquier momento se pueden invertir los papeles. A mí se me da muy bien hacer de profesora y castigar a las alumnas que se han portado mal... -

- Dios Violeta, tenemos que parar con esto que luego en clase soy incapaz de concentrarme y no sales de mi cabeza ni un segundo y encima me creas estas fantasías... - le advertí.

- No te preocupes que por ahora solo es la cabeza, habrá un momento en que no podre salir de otros sitios de tu cuerpo... - me dijo ella sugerente.

- Ya, hasta aquí. Me voy al baño a refrescarme y nos vemos después de clases con Justina y Juan. Espero que tú puedas concentrarte en tu clase y no en otras cosas... - le contesté yo.

- No, prefiero concentrarme en ti y en las fantasías de mi cabeza, que te puedo asegurar que son muchas y variadas – me dijo ella.

- Nos vemos Viole – le dije dejándole un dulce beso en la comisura de los labios para acercarme a su oreja y susurrarle – me muero porque me dejes toda la cara manchada de pintalabios de nuevo... -

El resto de clases se pasaron bastante rápido, me concentré más de lo esperado y nos divertimos bastante los chicos y yo. Después, según lo acordado, nos reunimos en la cafetería Violeta, Justina, Juan y yo y nos repartimos todas las tareas necesarias para llevar a cabo la acampada. Realmente, tampoco teníamos que hacer tantas cosas. El resto del día pasó rápido y cuando me quise dar cuenta ya estaba en la cama, pensando en mil cosas diferentes, pero en las que todas tenían como protagonista el nombre de Violeta, escrito en letras mayúsculas.

ProfesorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora