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Narra Julieta

El día pasó y sin ninguna novedad, no teníamos ningún tipo de pista. Cid se quedó con las llaves del coche para ver si encontraba algún rastro o cualquier evidencia pero no se había puesto en contacto con nosotras así que no encontraría nada. También habían intentado rastrear su teléfono pero no parecía que lo hubiera usado por lo que era prácticamente imposible encontrar su ubicación. Yo ya estaba desesperada no sabía que más podía hacer. Justina no se había separado de mi lado desde que pasó, pero yo cada vez perdía más la esperanza y no tenía ni idea de qué más hacer, solo podía llorar, pensar en Violeta y rezar porque ella estuviera bien.

- Justina tienes que ir a tu casa y descansar un rato, yo puedo cuidarme sola esta noche te lo prometo y tu familia te necesita – le dije yo con sinceridad.

- No, Juli no pienso dejarte sola – me contestó ella.

- Sí que lo harás y no te preocupes por mí, no podemos hacer nada más que esperar no hay ningún tipo de pista y yo no voy a hacer nada... - le dije yo.

- Está bien pero mañana a primera hora estoy aquí ¿ehh? – me respondió ella.

- Bueno, descansa – le dije mientras nos dábamos un fuerte abrazo.

- Sé fuerte Juli, yo sé que Viole va a aparecer y ella estaría orgullosa de ti – me dijo Justina antes de salir por la puerta.

Me quedé un rato pensando y no podía evitar llorar cada vez que recordaba todos los momentos que habíamos vivido, Violeta era el amor de mi vida. Sé que es muy pronto, que apenas nos conocemos de pocos meses pero no necesito más para saberlo. Cuando pasa, tú simplemente lo sabes y todo lo que yo he sentido con ella no lo había sentido nunca, y todo lo que ella ha hecho por mí, no lo había hecho nunca nadie. Ella me devolvió la emoción, la ilusión, el placer, el amor, me devolvió la vida y para nada estoy dispuesta a perderla. De repente, sonó mi móvil sacándome de mi ensimismamiento. Vi el nombre de Violeta en la pantalla y mi corazón dio un salto, era un mensaje y lo abrí rápidamente, mis manos temblaban.

"Si quieres volver a ver a Violeta con vida, te espero antes de la 12 en esta dirección. Ven sola y no quiero que hables de nada con la policía o te juro que la mato."

No podía creer lo que estaba pasando, tenían a Violeta y no sabía quién podía ser. No me arriesgaría a que le hicieran algo a Violeta, iba a ir sola. Agarre mi abrigo y llamé a un taxi para que me llevara al lugar. Tardamos más de una hora en llegar debido al tráfico, estaba nerviosa. No sabía qué me iba a encontrar al llegar, solo sé, que por Violeta merece la pena arriesgar hasta mi vida y si de mí dependiera no dejaría que le pasará nada.

Llegamos al lugar, parecía una casa deshabitada en un barrio de mala muerte, el taxista estaba preocupado por lo que iba a hacer una chica como yo ahí, pero traté de tranquilizarlo y tras pagarle se fue, dejándome ahí. Iba a llamar a la puerta cuando de repente se abrió, el interior estaba completamente oscuro y no se veía nada.

- Julieta entra y no digas absolutamente nada o te tapo la boca – me dijo una voz desde adentro que me parecía familiar.

Yo me quedé inmóvil no sabía qué hacer.

- Te juro que si no entras ya, mato a tu Violetita – me dijo de nuevo.

No necesite nada más, simplemente oír su nombre era suficiente para mí y entré sin pensarlo. Alguien me agarró y me llevó a una habitación iluminada donde me empujó en un sofá. Levanté la mirada y pude verlo.

- Cariño, ¿creías de verdad que te lo iba a poner tan fácil? ¿Te iba a firmar los papeles así sin más? Qué ingenua ¿no? – dijo Octavio mientras estallaba en carcajadas.

- Octavio ¿dónde está Violeta? ¿Qué le hiciste? – le pregunté con miedo.

- No le he hecho nada por ahora pero ya has llegado y vas a poder contemplarlo tú misma, voy a matar a esa perra para que tú lo veas y después te voy a matar a ti. Como ya te dije si no eres mía no serás de nadie... - me dijo sin ningún tipo de sentimiento en su voz.

La imagen que estaba viendo de Octavio no tenía nada que ver con la persona con la que yo me había casado, en sus ojos no quedaba ni rastro de mi mejor amigo, de esa persona que estuvo conmigo en los buenos y malos momentos y físicamente tampoco. Estaba mucho más delgado, tenía barba de varias semanas y se notaba el olor a alcohol que desprendía desde lejos. No tenía nada que ver con el hombre sexy y atractivo con el que yo había estado.

- Hazme lo que quieras a mí pero a ella ni la toques por favor – le supliqué con lágrimas en los ojos.

- Ohh sí que es amor verdadero, ¿serías capaz de sacrificarte por esa perra? – me preguntó él enfadado.

- Haría cualquier cosa por ella – le dije con seguridad – déjala ir y seré toda tuya.

- Ya es tarde mi amor, ahora solo quiero disfrutar de tu sufrimiento cuando la mate y después acabaré contigo – me contestó fríamente.

- Octavio piénsalo bien, ¿qué ganas con eso? Te vas a pudrir en la cárcel – le dije yo.

- Eso me da igual, no voy a dejar que sigas por ahí con ella, Julieta sos mía y siempre lo serás – me respondió él.

- No y ahora menos que nunca soy tuya, cada fibra de mi ser le corresponde completamente a Violeta, nos mates o no. Ella en estos meses se ha ganado lo que tú no has podido en años – le escupí sin ningún tipo de reparo.

Él se acercó y me dio una bofetada que me cruzó la cara completamente pero me daba igual.

- Mira para que veas que no soy tan malo te voy a dejar cinco minutos con tu amor – me dijo mientras me llevaba por un pasillo oscuro hasta otra habitación.

Abrió la puerta y la imagen me sobrecogió, allí estaba Violeta tirada en un rincón de la habitación con las manos atadas a la espalda, su ropa sucia y una mordaza en la boca. Tenía todo el rostro lleno de lágrimas y me estaba matando verla así, corrí hacia ella y pronto le quite la mordaza de la boca.

- Violeta... ¿Estás bien mi vida? – le pregunté.

- Sí, ¿y tú? Tu mejilla esta roja... – me dijo ella, yo seguía desatándole las manos.

- No te preocupes por eso, te amo tanto Violeta, pase lo que pase no lo olvides, eres el amor de mi vida – le dije mientras la abrazaba y la pegaba a mi cuerpo.

- Te amo Juli, tú también eres el amor de la mía y tenemos que salir de esta, tenemos que tener a nuestros pequeños y un perro – me susurró en el oído.

- Lo haremos mi amor – le dije mientras le dejaba un dulce beso en los labios.

- Que tierna imagen, cuanto amor ¿no? – dijo Octavio con ironía – ya se ha pasado mi momento de buen samaritano, despediros porque vamos a acabar ya con esto -

Se empezó a acercar a nosotras y sacó un arma de su bolsillo trasero, yo solo abracé a Violeta.

ProfesorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora