IV.II Efectos Psicodélicos

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La chica sin ningún tipo de dificultad colocó aquella capsula sobre mis labios, intenté rehusarme y averiguar qué es lo que estaba pasando, pero todos mis intentos fueron en vano, cuando ella de un solo movimiento logró empujar aquella cosa para que indagara dentro de mi boca.

Cuando aquella píldora entró en contacto con mi saliva, alcancé a percibir como de su recubrimiento, una extraña sustancia viscosa era secretada, liberando consigo un sabor bastante especial, pues era una combinación entre un sabor picante y uno excesivamente agrio.

- ¿Qué... mier...? ¿Qué fue eso?- dije mientras realizaba una mueca al degustar aquel repúgnate sabor

Violeta ni siquiera se atrevió a soltar una palabra, solamente me veía de manera directa los ojos, como si estuviera hipnotizada.

De manera repentina sentí como unas gotas de baba escurrían por mi boca, salivaba como si fuera un perro observando un tazón repleto de comida. Mi piel se erizó, produciendo que los vellos de mis brazos, se pusieran como diminutas y delgadas agujas. La temperatura de mi cuerpo fue en aumento de forma gradual, incluso me provocaba pequeños piquetitos en mi columna. Ni hablar de mi acelerado pulso cardiaco, pues este se volvía veloz y vigoroso a cada segundo que pasaba. Igualmente podía sentir como ligeros y fugaces hormigueos recorrían cada fibra de mi cuerpo. Las síntomas que logré sentir aquel viernes por la noche a demás de ser sorpresivos, e incluso terroríficos, me hacían sentir algo más especial... me hacían sentir vivo.

- ¡Violeta contéstame! ¡¿Qué es lo que me has dado?!

-Tranquilo, estoy contigo- dijo al posar una mano sobre mi hombro

Al cabo de 20 segundos sintiendo efectos extraños, y escuchando mi respiración tan fuerte como la de un toro.

- ¡Genial! Venga no tenemos mucho tiempo Leonardo

Con fuerza tomo mi brazo, ambos saltamos fuera del contenedor, y corrimos de nuevo a la bicicleta. Al dar mis primeros pasos, sentí como mis sentidos se alteraron, escuchar los ruidos excesivos de la ciudad, autos y demás establecimientos, los olores extraños, la luz de algunas farolas que alumbraban el callejón, todo eso era como una puñalada directo a mi sien, lo único que hice fue apoyarme de Violeta mientras cerraba los ojos y respiraba profundamente.

Una vez llegamos a la bicicleta, ella sacó el siniestro frasco naranja e ingirió una de esas píldoras como si de un simple caramelo se tratase. Nos montamos en la bicicleta y con esta acción aquella drogadicta, abrió paso a una carrera frenética y descabellada, pedaleaba como si estuviésemos escapando de algo o alguien. Escondido tras su espalda y aun sin estar realmente incorporado a mi juicio, pregunté de manera nerviosa y tímida.

- ¡¿Violeta... donde vamos?!

-Leo, se que todo esto debe ser nuevo para ti, pero no puedes negarme que se siente de puta madre

Aquella frase me indicó que la chica había perdido por completo su cordura, aunque no dudaba en que yo también lo hiciera pues aquellas sensaciones eran potencialmente placenteras al pasar los minutos.

Apenas pasaron 10 minutos desde la ingestión, mi cuerpo comenzó a adaptarse de manera lenta, pero segura, a la nueva toxina que recorría cada una de mis venas y cada una de mis arterias. Con destellos en la vista y sonidos agudizados fui observando la ciudad, hasta que mi vista se volvió clara como el agua purificada. Al fin me despegue de su espalda y observé las luces que iluminaban la metrópoli de la ciudad, colores extravagantemente llamativos, autos con iluminaciones extrañas y una gran cantidad de personas que realizaban distintas cosas, creando un bullicio interesante de observar, había conseguido ver de una nueva manera el entorno que me rodeaba.

Violette Pill (Beta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora