Capítulo 73

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Después de llevar a Trixx con el Maestro Fu, él me recomendó que la dejara descansar, lo que llevaba a no contar con su presencia en la cita con Nath y ella no estaba tan desilusionada en ese aspecto, no después de permitirle vaciar la alacena.

Una vez arreglado ese asunto, fui al armario en busca de mi armadura para la guerra. Me había decidido por un vestido que mi tía me había regalado para usarlo en fin de año, cosa que nunca sucedió ya que nos mudamos, pero en sí era apropiado para la ocasión. Tenía una falda de tul hasta la rodilla y un sencillo escote en corazón cubierto con malla negra, nada extravagante. En cambio, los zapatos en contraste con el rosa del vestido, eran de charol en punta y con un tacón mediano, lo que menos deseaba era un tobillo torcido al final de la velada.

Diez minutos antes de las siete ya estaba lista, arreglándome el cabello, pero lista.

-"Esta es la dirección, nos vemos después de tu cita".

-"Entendido".

Envié la respuesta y guardé el celular en el pequeño bolso que vendría conmigo. Tenían razón al decir que el tiempo repara todo, ya que a cinco minutos para las siete, mi conciencia me hizo una mala jugada: ni siquiera sabía si iba a la cita por obligación, respeto o porque en realidad me gustaba. La confusión se había convertido en mi némesis.

A las siete en punto tocaron la puerta.

Pensé varias veces en no abrirle la puerta y quedarme viendo películas mientras devoraba la nueva adquisición que guardaba en la nevera: una tarrina del más delicioso helado, napolitano. Pero, Piper Smith, nunca fallaba en su palabra.

Unas nuevas palmadas a la puerta me sacaron de mi fantasía, ¿había llegado la hora de cuestionarme todo lo que conocía?

Por última vez busqué auxilio en mi kwami, como ya lo había dicho, ella se quedaría en la habitación durante la cita, según Trixx para no convertirse en la violinista de la cena; la criatura me regresó la mirada con una breve sonrisa como si con ese pequeño gesto me entregaba toda su valentía y fortaleza. Ya era momento.

Tomé mi bolso, caminé unos pasos y abrí la puerta. Ahí estaba él con un ramo de lirios en sus manos y una sonrisa impecable en el rostro, no parecía enojado por la minúscula espera, al contrario se notaba alegre de ver mi rostro y con la misma alegría lo saludé.

-Hola... -dije intentando controlar mis impulsos por abrazarlo, a pesar de ya no encontrarme enojada con él, aún necesitaba escuchar sus disculpas.

-Son para ti -interrumpió antes de que pudiera pronunciar su nombre. Él sabía que eran mis favoritas y no dudé ni un segundo en aceptar el detalle.

-Muchas... muchas gracias -tartamudeé tomando el ramo entre mis manos, rozando por accidente las suyas.

El estúpido virus del nerviosismo había aparecido de la nada, aunque quizás ni siquiera se trataba de nerviosismo sino miedo, miedo a que ese pelirrojo, que esperaba a mis espaladas mientras colocaba las flores en un lugar adecuado, volviera a romper y finalmente destruir la confianza que poco a poco se ganaba, de nuevo.

Me limité a sonreír.

-Quiero disculparme -soltamos al unísono como si aquella fuera la única forma de liberarnos de los grilletes a los que nos habíamos esposado.

-Tú primero -le otorgué la palabra cerrando la puerta detrás de mí y caminando hacia el elevador del hotel.

-Gracias. Pero, por favor, detente -pidió, frenando mi entrada al elevador, y continuó-. Antes que nada si no quieres venir conmigo, lo entiendo y quiero que sepas que nadie te está obligando.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora