Capítulo 43

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Me transformé frente a ella, mis fuerzas aumentaron, mis sentidos alerta y una patada en su boca de fresa.

—Cuando salgas de aquí... ya no tendrás escapatoria —amenazó limpiándose con su palma la sangre que corría de su labio.

—Tú no me das órdenes —lancé un golpe hacia su abdomen.

Ya lo tenía calculado e interceptó el ataque con su flauta. Mis nudillos dolieron.

—Eres una estúpida. ¿Por qué sigues en este lugar? —se arrastró por el suelo barriéndome en el acto, caí de espaldas. No podía respirar.

Ella se irguió.

—Por... por ustedes —su flauta fue directo a mi garganta.

Irónicamente estaba entre la flauta y el suelo.

—No nos acabarás. ¿Algo que no hizo Ladybug lo harás tú? Ja, que gracia —el frío metal del instrumentos clavaba en mi tráquea. Ella se acercaba cada vez más como un zorro asechando a su presa.

—Yo no trabajo sola. Somos un equipo -musité y recordé una escena fugaz.

Una patada, una silla y una máscara. Ejecuté el plan.

Mi pierna se levantó y estiró en un microsegundo, con tanta fuerza que hasta a mí me sorprendió. Cayó al suelo, este vibró.

Me puse en posición de batalla, ella hizo lo mismo. No estaba de humor para rendirme.

Di el primer paso, mi segundo mayor error. Me tomó del pie ágil cual felino, volví a caer.

— ¿Por qué continuas intentándolo? Ya conoces tu final —rio.

—Mi destino lo forjo yo, tú no decides lo que haré o dejaré de hacer. ¿Quieres probar de lo bueno?, espero que no huyas como la sabandija que eres —no tenía ni la menor idea del porqué de esa amenaza, pero lo que sí podía asegurar era que con la firmeza con la que la había dicho, hasta yo me la creía.

Me levanté firme y la sujeté del cuello.

Luego la duda me invadió, no tenía ningún nuevo poder, ninguna nueva habilidad o extraño artilugio. No conocía algún "hechizo" o estudiado el libro. Además en estos días ni al Maestro Fu había visitado. Estaba en nada enfrentándome contra alguien que, a pesar de no tener un miraculous, estaba más preparada que la portadora.

Me invadió el miedo y mi agarre se redujo.

—Muy valiente —aplaudió soltando mi mano—. Te tiemblan las piernas con sólo pensarlo, sabes que no estás lista. Vamos enfréntame, pruébate a ti misma. Sé merecedora de ser llamada Volpina.

La partida comenzaba.

Mi mano se cerró en su cuello, cortándole la respiración, apenas podía formular una palabra.

— ¿Quieres saber qué tan cruel puedo ser? —susurré lentamente formando una sonrisa maliciosa.

Su rostro empezaba a pintarse de carmesí, luchaba por zafarse.

Mi pie crujió, un fuerte dolor se expandió, la solté sin pensarlo.

— ¡Ahg! —gruñí.

—Este es el verdadero inicio del juego. Yo pongo las reglas.

Balanceó la flauta en su mano, una pelea de esgrima daba el punto de partida. Ataqué con determinación, direccionando la flauta hacia su cuello. Ella contraatacó, la furia pintaba sus ojos. Lanzó una patada al suelo, salté evadiéndola. Toqué una tonada, flechas al aire; un escudo se formó alrededor de ella protegiéndola del ataque, una bomba de humo asedió el salón. No podía ver nada.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora