Capítulo 56

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—Y lo odias —dijo el Maestro Fu y, antes de que yo refute, añadió—. Adrien me contó todo el espectáculo que creaste con tus ilusiones en la Torre Eiffel.

—Ese rubio teñido —musité.

—Piper... —reclamó Trixx— No olvides, buenas emociones no causan akumas en los corazones.

—Espera... Buenas emociones no causan akumas en los corazones —repetí entusiasmada como si hubiera comprado el boleto ganador de la lotería.

—Sí, es lo que acabo de decir.

— ¿Maestro entiende? Ya sé dónde está el akuma, o bueno, los akumas de Nath.

—Dada estas circunstancias, necesitamos que Marinette desbloquee la perla del corazón en el menor tiempo posible, dependemos de eso.

— ¿La que cura la akumatización, no?

—Sí... ¿Cómo lo sabes?

—No sabré los spoilers actuales, pero los del año pasado los tengo bien guardados— señalé, mostrándole mi celular y apuntando mi cabeza con mi mano libre—, no hay que preocuparse por el respaldo. Eso sí, confírmeme algo ¿es la misma estrella que está en el Salón de los Ancestros?

—Exacto, ahora, sígueme.

— ¿Y el libro?

—Está allá, sólo... toma con calma el interrogatorio de Adrien y Marinette, tú sabes que son un poco ciegos.

— ¿Un poco? —reí—. A esos debemos llevarlos al oculista a ver si les hacen un descuento por tanto aumento.

El Maestro Fu podía encubrir la sonrisa que estaba por formársele en el rostro, pero para nada podía ocultar la sonrisa que sus ojos formaban al escucharme decir la verdad sobre aquellos ciegos.

—Otra cosa, antes de entrar al Salón de los Ancestros, por favor, transfórmate. He instalado un nuevo mecanismo que sólo permite la entrada de aquellos con traje.

— ¿Y usted?

—Yo lo instalé ¿no? Supongo que tengo algunas libertades.

—Si es así, entonces, Trixx paws out.

—Acompáñame.

El Maestro realizó el procedimiento habitual para ingresar al Salón, la puerta se abrió como en las anteriores ocasiones, encontrándonos, dentro de éste, a Ladybug y Chat noir realizando una serie de movimientos extraños. Sus ojos cerrados demostraban que la concentración reinaba ante todo y con esta misma recitaban unas series de palabras, frases que nunca había escuchado.

—Haz silencio —susurró el Maestro.

— ¿Por qué? —dije en mi tono habitual.

—Chist.

Acepté su orden una vez que presencié de lo que me advertía. Un aura, que había emanado de la nada, rodeó a ambos superhéroes, manifestando el poder que ambos transmitían, mi boca no tuvo más remedio que caer, sorprendiéndome y quedando escéptica de lo que mis pupilas captaban.

Y una vez más, sin pensar en las consecuencias, me acerqué a ellos.

Mis pies lentamente rozaban por el suelo de piedra, sobre el cual descansaban las colas de los dragones que desembocaban en la mesa, impacto y asombro, uno tras otro me golpeaban con furor, manteniendo mis ojos fijos en la energía que hipnotizaba mis sentidos, sólo deseaba tocarla.

Intenté palpar con mis dedos la extrañeza que se hospedaba en el santuario, la voz firme del Maestro me hizo desistir.

— ¡Piper, no! —y se abalanzó sobre mí.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora