Capítulo 62

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En los días de tensión el recreo se extendía tanto que parecía eterno, un capricho más de Cronos que le daba la gana de estirar su mano y detener el reloj con tal de dilatar los segundos de tortura, felicidad o desgracia que los mortales teníamos que soportar.

En mi caso era una combinación media extraña.

— ¡Padre! Tengo que presentarte a alguien —irrumpió Adrien en el aula con la acompañante azabache tan esperada.

—Salvada por la campana —canturreó mi conciencia.

—Sería salvada por el Adrinette pero no hay diferencia —dije entre dientes soltando una risita de por medio.

— ¿Se podría saber quién es tan importante como para interrumpirme?

—Padre, ella es Marinette. Mi novia —dijo haciendo pasar a la azabache.

— ¿Tú... tú novia? —a pesar de que sólo eran dos palabras, estaba segura que si el Sr. Agreste hubiera estado bebiendo agua, el mayor escupitajo registrado hubiera hecho acto de presencia.

—Tal y como lo escuchó.

Reí por lo bajo al notar la insistencia del rubio, me estaba divirtiendo con el espectáculo y quizás debería haber traído palomitas en lugar de correr por todo el patio en busca de Luka.

—Adrien, no es un buen momento, ni un buen lugar. Hablaremos en casa de esto —sentenció.

—Pero padre...

—Sr. Agreste lo entiendo y sería un honor ser atendida en su casa, muchas gracias —intervino Marinette salvando una vez más la partida y auto-invitándose a la mansión Agreste. Esta chica sí que era astuta cuando se lo proponía.

Salió con la frente en alto.

—Mejor acompáñala —señalé mirando al rubio y este tomando cartas en el asunto se retiró detrás de su novia.

—Una vez más solos ¿no te recuerda a algo? —preguntó el villano sin su disfraz.

—Clemencia.

—He tenido mucha.

—Rendición.

—No es una opción.

—Siempre es una opción —y aquí venía mi discurso repetitivo hacia el hombre que al parecer no tenía sentimientos, estaba pensando en regalarle una copia de las tantas veces que se lo había lanzado en la cara—. Piénselo, su hijo sufre ¿no se ha preguntado cuántas veces lo espera a la hora de cenar? ¿O cuánto le sorprende un gesto suyo? Cada segundo en busca de una nueva víctima es para él un segundo sin su padre, ya perdió a su madre ¿o acaso no se ha...?

—Detente —ordenó—, no conoces nada sobre mí o mi familia, ni siquiera tienes el derecho para mencionar a mi esposa. Estoy firmemente convencido en que los medios justifican la respuesta, pero eso no quiere decir que tengas la altanería y la arrogancia para juzgarme sin conocer la justificación. Dejando estos puntos en claro, pienso que no queda ningún asunto entre nosotros para resolver.

—Pero no puede acabar una conversación de la nada, usted... usted.

—Esto es todo, última advertencia.

—Gabriel Agreste...

—Nos vemos el sábado, Piper.

La melodiosa tonada del timbre acompañó sus palabras, extinguiéndose al mismo tiempo en que su figura desapareció por la puerta, recordándome —como si no fuera suficiente— que mi día continuaría sin compañía.

Salí del aula y caminé de vuelta a la soledad de la banca doble, banca descarada que me obligaba a recordar una inexistente presencia.

Mis compañeros empezaron a ingresar y continuando la monotonía me dirigí directamente a la banca, sentándome sin percatarme que había algo diferente y que no encajaba a mi costado.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora