Capítulo 84

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Llevaba semanas que no disfrutaba de un buen sueño. Por esta razón, la siesta que había tomado, me había caído como anillo al dedo. Al instante de haber cerrado mis ojos, caí en un profundo estado, en el no existía nadie más que yo. Hasta que la voz de Luka me arrastró de vuelta a París.

Me tomé mi tiempo abriendo los ojos y una vez que la luz penetró mis pupilas, reconocí la mirada de Luka sobre la mía. Pasé mis dedos por mi cabello y ahogué un bostezo. Con lentitud cada uno de mis sentidos regresaban a la normalidad, siendo presionados por los insistentes toquecitos su índice contra mi brazo.

—Hey... Hey... levántate. Volps. Volps.

—Ya. Ya. Estoy... estoy despierta —respondí pasándome la palma de la mano por todo mi rostro—. ¿Qué pasa?

—Míralo por ti misma —dijo levantándose y dejando a la vista el espacio vació en el sillón.

Pronto supe de qué se trataba todo.

— ¡Ese hijo de...! —maldije eliminando todo rastro de sueño al instante.

Con las emociones a flor de piel —y no estoy hablando de las buenas y amables—, me levanté de golpe para revisar si por alguna mínima y bizarra razón Nathaniel estaba encogido debajo de las sábanas que habían quedado esparcidas en el mueble.

No fue el caso.

Luka al ver mi acción, no dudó en hablar, amenazando su propia vida—: No está.

—¡Ya lo sé! —levanté la manta y la arrojé sobre su cabeza.

Sin esperar una respuesta de él, comencé a revisar por todo el cuarto en busca de Nathaniel.

—Tampoco está ahí —mencionó Luka al verme entrar al baño.

—Ahora ya lo sé —sentencié lanzándole una mirada que si no acabó con él en ese momento fue porque los lanzallamas que imaginé no eran corpóreos.

Luka pareció entender el mensaje otorgándome segundos de silencio en los que intenté organizar el colapso que se había forado en mi cabeza. Caminé con angustia alrededor del sofá y llevé por reflejo mi brazo a mi pecho por el hincón que sentí ascender por éste.

—Volps, cálmate. Le harás un agujero al suelo si continúas dando vueltas —señaló con la cabeza, al mismo tiempo que caminaba a una gran caja negra que antes no estaba sobre la mesa del comedor.

— ¿Qué es eso? —pregunté con curiosidad, cruzándome de brazos.

—Iba a preguntar lo mismo. Un mayordomo lo trajo hace una hora, dijo que la Srta. Bourgeois —leyó la etiqueta que salía de la caja— lo enviaba. ¿Por qué Chloe Bourgeois te enviaría algo?

—Porque es el vestido para el baile —recordé golpeando mi puño contra mi cabeza.

—Wow... —silbó levantando la tapa, dejando a la vista un hermoso vestido negro con pedrería y una máscara del mismo color con pequeñas piedras a la altura de las sienes— ¿Segura que no quieres venir conmigo?

— ¿Y arriesgarme a que Lila se me lance encima? No, no gracias. Creo que no iré, mi cita está desaparecida y no tengo mi miraculous. No tengo el derecho de mostrarme en el baile.

—Hey... no te pongas triste —dijo volviendo a colocar la tapa en su lugar y se acercó para tomar mis hombros entre sus manos—. Vamos mírame.

Obedecí y reconocí luego de haber visto múltiples veces sus ojos azules a lo largo de la anterior noche, que habían permanecido azules durante todo este tiempo.

—Te los quitaste.

—Te di mi palabra. Y si Nathaniel no valora lo que tiene, entonces no te merece. Escúchame —dijo al verme bajar la mirada—, irás a ese estúpido baile y te divertirás como nunca. Lo que después suceda lo resolveremos, juntos —prometió extendiendo su meñique.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora