Capítulo 79

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—Todo gran evento requiere de un ensayo.

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Viernes por la tarde luego de un gran entrenamiento y me encontraba caminando sin el peso del mundo sobre mis hombros. Trixx había mejorado desde el miércoles después de la cita, y a unas cuantas horas para el baile, me dirigía al hotel, específicamente a la habitación de Chloe Bourgeois para preguntarle si los vestidos habían legado, pero mientras tanto tuve el honor y tal vez la suerte de encontrarme con André, el heladero de los enamorados, o al menos así lo conocían Iván y Mylène quienes frecuentaban sus rumbos.

Por lo que habían dicho no era muy sencillo toparse con él y si lo hacías era por una increíble suerte o simplemente por haber seguido una búsqueda por pistas de unas tres horas. Me fui por la primera opción, y acercándome a su carrito, le pedí un helado sin conocer cuál era su modus operandi.

—Deme un...

—No, no, no —me interrumpió moviendo su índice de un lado a otro—, ¿eres nueva por aquí, no?

— ¿Se podría decir que sí?

— ¿Cómo te llamas? —cuestionó sacando del compartimiento su cuchara de helado.

—Piper.

—Bien, Piper ¿alguna vez te han comparado con una cebolla?

— ¿Una qué? —pregunté confundida a tal grado que parecía que me había comido una.

— ¿Nunca has visto Shrek? Estos jóvenes de ahora —murmuró.

— ¿Qué decía? ¿Una cebolla? ¿Por qué?

—Porque ahora que te veo, tienes varias capas, demasiadas para un helado común y corriente —respondió colocando la primera bola en el cono.

— ¿Seguro de que estamos hablando de lo mismo? Como si sólo mirándome podría decir eso.

—No sólo eso —levantó la mirada y entrecerrando los ojos, completó—: Estás confundida, cereza como su cabello, chicle como sus ojos, vainillas su sonrisa y arándano por si las dudas.

Al terminar me extendió el cono y con una sonrisa, añadió:

—No soy psíquico pero en estos días dos chicos han venido por aquí y a los dos le he servido el mismo helado —giñó un ojo.

Sin creérmelo tomé el helado, le pagué y me fui caminado nuevamente rumbo al hotel, ya había recibido mi dosis de rareza diaria.

Las calles se encontraban tranquilas y hasta un poco desoladas para ser viernes, no le di importancia y continué en mi labor mientras compartía el helado con Trixx.

—Rico —señaló probando de la cuchara— ¿qué sabor es?

—No lo sé, ¿cereza, tal vez?

—Tal vez es frambuesa —dijo alguien e instintivamente giré para observar de quien se trataba, pero no había nadie.

Me puse alerta, ya conocía esta sensación y gracias al Maestro Fu, mis sentidos se encontraban lo más sensibles posibles, aun así retrocedí unos pasos sólo por precaución.

—O quizás es fresa —escuché detrás de mí.

Di la vuelta y sentí un cosquilleo en la punta de mis dedos. Algo no andaba bien.

—No, sí es cereza —corrigió—. Delicioso helado de cereza —susurró en mi oído, incrustando su melodiosa voz en mi cabeza.

Pero aquello no bastó para impedirme armarme de valor y conocer la identidad del causante de los sustos, fue ahí que lo vi en sus ojos turquesas, lamiendo el dedo con el que había tocado el helado que yacía desde hace unos segundos en la acera.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora