Narra Samantha
Después de haber puesto en su lugar a J-Hope, salí corriendo al jardín para tranquilizarme. Estaba temblando. Sentía una mezcla de rabia, impotencia y tristeza. ¿Por qué tenía que aguantar este tipo de cosas? ¿Qué les daba derecho a tratarme así?
El sonido de una notificación me sacó de mis pensamientos: era una llamada perdida de Suga. Me había dejado un mensaje:
"Estoy en la puerta."Me sequé rápidamente las lágrimas y caminé hacia la entrada. Al abrir, ahí estaba él, con esa expresión tranquila que me daba paz.
—Pasa, vamos al jardín —le dije con una sonrisa débil.
Nos sentamos en el césped, y Suga me miró fijamente, con seriedad.
—¿Qué te pasa? —preguntó.
Lo miré, dudando si debía contarle o no. Pero algo en su mirada me hizo sentir segura.
—J-Hope... me besó. Sin mi permiso.
—¿Qué? ¿Cómo se atrevió? —dijo apretando los puños.
—Ya no aguanto, Suga —mi voz se quebró—. Todos me ven como si fuera menos... solo porque no soy coreana, porque no tengo dinero. Me tratan como si fuera un estorbo, como si no valiera nada. A veces pienso que ni siquiera mi propia madre me quiere. No sé por qué te cuento todo esto, si apenas te conozco...
Suga se inclinó un poco hacia mí.
—Aunque no nos conozcamos mucho, te entiendo mejor de lo que imaginas. Yo también fui rechazado por mi familia. Mis padres decían que no servía para nada. Me sacaron de la escuela y me mandaron a trabajar a una empresa donde me trataron como basura. Una noche, después de una pelea con un compañero, me despidieron. Esa misma noche me fui de casa... y desde entonces, he estado solo. Trabajo, estudio, y me mantengo como puedo. Tengo mi propio lugar. No ha sido fácil.
Lo miré con empatía. Era la primera vez que alguien compartía una herida parecida a la mía.
—Bienvenido a mi mundo, Suga.
—Samantha... quiero que sepas que, aunque recién nos conozcamos, ya te considero una amiga. Y una amiga de verdad.
Me conmovió. Sin pensarlo, lo abracé con fuerza.
—Yo también, Suga. Gracias.
Pero ese momento se rompió de golpe.
—¿Y este qué hace en mi casa?
Giramos y vimos a Jimin en la entrada del jardín, con los ojos llenos de furia
De repente, llega Jimin.
—¿Qué hace este tipo en mi casa? —dijo con tono cortante, cruzando los brazos mientras nos observaba desde la entrada del jardín.
Me levanté de golpe, sorprendida por su tono.
—Lo invité a pasar para platicar conmigo —respondí con firmeza—. Ya que tú nunca te dignas a hacerlo.
Jimin frunció el ceño, ignorándome por completo y clavando la mirada en Suga.
—¿En serio, hyung? ¿Vienes aquí a meterte con ella?
Suga se levantó con calma, pero sus ojos mostraban una mezcla de decepción y molestia.
—¿Metiéndome con ella? ¿Tú estás escuchándote? Solo vine porque Samantha necesitaba hablar con alguien, y tú claramente no estabas cumpliendo ese papel.
—¿Y tú qué sabes de lo que yo hago o no? Ella es mi problema, no el tuyo.
—¿Tu problema? Samantha no es una cosa, Jimin —dijo con voz firme—. Es una persona, y está harta de cómo la tratan aquí. Me buscó porque se sentía mal, y como amigo, la escuché. Algo que tú, por cierto, no hiciste.
—¿Y tú ahora te crees su salvador? Qué conveniente... desde cuándo te interesa mi sirvienta, hyung.
—¿Desde que me di cuenta de que tú no la valoras? Tal vez. Pero más que eso, porque no pienso quedarme de brazos cruzados mientras mi amigo se convierte en un imbécil.
Jimin apretó los dientes, dolido.
—Yo pensé que eras leal. Que estabas conmigo.
—Y lo estoy. Pero la lealtad no significa que voy a quedarme callado cuando estás siendo cruel con alguien que no lo merece. La amistad no se trata de encubrir errores, Jimin. Se trata de ayudarte a ser mejor.
Jimin tragó saliva, como si esas palabras lo hubieran golpeado más fuerte que un puñetazo.
—Samantha, me voy —dijo Suga finalmente, con una mirada suave hacia mí—. Pero cualquier cosa, sabes que puedes contar conmigo.
—Gracias, Suga —respondí, y le di un beso en la mejilla.
Mientras él se alejaba, sentí el ambiente volverse aún más tenso.
—¿Ya estás feliz? —le dije a Jimin.
—Mucho —respondió con frialdad.
—No sabes cuánto te odio.
—Y tú no sabes cuánto me atraes —murmuró.

ESTÁS LEYENDO
Mi sirvienta (Editando)
Fiksi PenggemarUna joven se convierte en la empleada de una de las familias más poderosas de Corea del Sur. Donde tendrá que soportar los malos tratos de un chico exigente, controlador y mujeriego que solo se preocupa en si mismo.