House of Hades: "Smiled"

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House of Hades: "Smiled"

Una semana.

Con Leo cumplíamos una semana de estar juntos. Más o menos.

Ayer había desaparecido. Una estúpida diosa de la nieve lo había lanzado por la borda, y al parecer el escudo que el chico había instalado no funcionaba contra fuerzas divinas.

Estaba destruida.

Al volver de la misión en Split, me contaron que llegué inconsciente al barco, cargada por Nico. Seguí en ese estado por unas horas, para luego despertarme con fiebre. Dos días después, una antigua enemiga de Jason, Piper y Leo apareció en el barco junto a sus amiguitos, y Nico me obligó a quedarme bajo cubierta. Minutos después, fui convertida en un cubo de hielo, lo cual no me gustó pero ayudó a contrarrestar mi estado de salud febril.

Y para cuando me recuperé, mi novio había desaparecido.

Debería estar acostumbrada a perder a las personas que quería.

Mi madre me había dejado en el Campamento Mestizo cuando cumplí los cinco años. Percy se iba constantemente en misiones, y Tyson debía trabajar en las fraguas en el palacio de papá. Nico era muy bipolar como para pasar demasiado tiempo juntos, y el chico escapaba constantemente de mi lado.

Todo eso, sumado a las últimas desapariciones que se habían dado debería haber bastado.

Pero claro que los dioses me quitaron a alguien más.

Nico se había comportado demasiado extraño los primeros días. Me evitaba en los pasillos, y me ignoraba en las comidas. Eventualmente volvimos a ser los de antes.

Leo había desaparecido hacía alrededor de 30 horas.

Ya era el momento de la cena, y yo no estaba comiendo demasiado. Nico había ocupado el lugar junto a mí y se aseguraba de que pusiera comida en mi boca de vez en cuando.

Estaba abandonando mi asiento cuando Di Angelo tomó mi muñeca.

—¿Siguen en pie los planes que teníamos?

Sonreí un poco y asentí.

El chico había propuesto tener un pijama party en nuestro camarote esta noche.

En serio se estaba esforzando para hacerme feliz.

—Entonces iré a la habitación en unos diez minutos.

Asentí nuevamente, y me dirigí a nuestra cabina. Comencé a quitarme la ropa mientras me observaba a mí misma en el espejo, para luego vestirme con mi pijama. Fui hasta mi mochila para tomar un cepillo, y comencé a peinar mi cabello una vez estuve de nuevo frente a mi reflejo. Lo até en un moño, y estaba terminando justo cuando Nico llegó.

Salí del camarote hasta el baño a lavar mis dientes, y mi amigo apareció a mi lado unos minutos después. Volvimos juntos hasta nuestro cuarto.

—Bueno... —dijo, mientras se sentaba en la alfombra, recostando su espalda en la cama. Yo estaba frente a él, con mi espalda contra la pared—. ¿Qué se supone que hacen las chicas en sus pijamadas?

Reí levemente.

—Hablamos de chicos, pero dudo que te interese saber sobre Leo —respondí divertida. Nico pareció un poco nervioso, pero enseguida se le pasó—. Vemos películas, cantamos...

Di Angelo pareció arrepentirse de su idea.

—No me molesta tener una conversación sobre chicos —admitió encogiéndose de hombros.

—¿Alguna vez te has hecho una mascarilla facial? —pregunté.

Él frunció el ceño.

—Hmm... ¿no?

Sonreí, lo que provocó que se alterara un poco.

—Entonces eso haremos. Déjame ver eso.

Me acerqué a él caminando con mis rodillas, y cuando llegué frente a él, tomé su rostro con mis manos. A Nico no pareció gustarle mucho el contacto, ya que se alejó un poco, pero yo rodé los ojos y me acerqué más a él.

Pasé mis dedos por sus mejillas, notando que tenía la piel muy seca. Mi mano divagó por sus labios, y los sentí secos ante el tacto. Nico me miraba desde abajo, ya que había elevado su rostro un poco para observarlo, y estaba de rodillas.

Empecé a quitar su cabello de su rostro para ver su cara completa y decidir qué mascarilla le sentaría mejor. Sin embargo, él me tomó de la cintura y me empujó suavemente.

Alcé mis cejas, en busca de la respuesta de por qué lo había hecho.

—Me molesta que me toquen, y lo sabes —justificó. Estaba a punto de responder cuando me interrumpió—. Además, estabas dándome demasiada información sobre... Eso —Terminó, sonrojándose.

Fruncí el ceño sin entender, y él señalo la zona de mi pecho. Bajé la mirada para comprobar que el escote de mi camiseta se había bajado un poco, pero lo arreglé sin inmutarme.

—¿Lo dices en serio? Nico, te gustan los chicos.

Él se encogió de hombros.

—Aun así no quiero saber nada de eso.

Rodé los ojos, y me levanté para ir a buscar algunas cosas a la cocina.

Al volver, lo encontré mirando el techo de la habitación. Parecía un poco cansado.

—No tenemos por qué hacer esto si no quieres, Neeks —dije acercándome.

Nico negó con la cabeza, y llevó su cabello hacia atrás con una de mis ligas. Una pequeña coleta quedó atada en la parte de atrás de su cabeza.

—No me molesta.

Contenta con su respuesta, me senté en la alfombra con las piernas cruzadas, y golpeé con mis manos mis muslos.

—Ven —dije—. Puedes apoyar tu cabeza aquí, y yo pondré la mascarilla en tu rostro. Luego podemos cambiar de posición.

El chico no pareció muy convencido, pero me hizo caso. Tomé el pequeño frasco donde había preparado la mezcla, y con una cuchara saqué un poco. La coloqué en mi mano izquierda.

Cuando mi mano derecha estuvo libre, comencé a aplicar la crema de color verde menta. La pasé por sus mejillas, y masajeé suave y lentamente.

—¿Cómo se siente? —pregunté.

—Frío. Está frío. Pero es relajante.

Sonreí ante su respuesta, y continué el proceso.

Unos diez minutos después, mi trabajo estaba terminado. Intercambiamos posiciones, y a Nico le llevó una media hora ponerme la crema en el rostro.

Mientras esperábamos que se secara, miramos las fotos de chicos de unas revistas que Leo me había conseguido, y discutimos sobre quién era más sexy. Lavamos nuestros rostros, vimos una película en un proyector, e incluso me dejó trenzar su cabello. Nos dormimos el uno sobre el otro, y volví a recordarle lo cómodo que era su pecho como almohada.

Pasamos una noche genial, parecida a las primeras noches que habíamos compartido, en aquellos días en los que su hermana y el mío se habían ido de misión juntos.

how we met;; di angelo [ES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora