Blood of Olympus: "Cared"

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Blood of Olympus: "Cared"

Un día después de lo sucedido seguía demasiado dolida por la situación, pero había aprendido a controlarlo mejor. Todos en el barco me hablaban con cuidado, como si temieran que empezara a llorar en cuanto dijeran alguna palabra que empezara con la letra N. Sin embargo, me estaba asegurando de demostrarles que no era tan sentimental todo el tiempo.

Claro que lloraba por las noches.

Mi camarote aún albergaba algunas de las pertenencias de Nico. Su camiseta del campamento, por ejemplo, o las cartas de Mythomagic con las que me estaba enseñando a jugar antes de irse. Por las noches, lo único que quería era romperlas y lanzarlas por la borda. Sabiendo que me arrepentiría al día siguiente, evitaba hacerlo.

Estaba en la cocina, a punto de tomar un vaso de agua cuando me tambaleé. Logré sostenerme de la silla que estaba a mi lado, pero me sentía cansada de repente.

Era la segunda vez que ocurría desde que Nico se había ido.

Se suponía que ambos teníamos una especie de relación sentimental a través de nuestros anillos. Podíamos saber si el otro perdía energía, e incluso podíamos transmitirle un poco. A veces, cuando nos enfrentábamos a situaciones que provocaban sentimientos muy fuertes, sentíamos lo mismo; compartíamos el dolor o la alegría.

Ambos creímos que eso se debía únicamente a los anillos.

Al parecer, a pesar de haberle entregado mi parte de la conexión a Nico, nuestro vínculo iba más allá de dos piezas de metal. Sin darnos cuenta habíamos generado una relación empática entre ambos, por lo que estábamos unidos en todo momento.

Debido a situaciones recientes, no estaba demasiado feliz con mis descubrimientos. En especial porque mi hermano tenía ese vínculo con Grover desde hacía años, y nunca pudo deshacerse de él. Tampoco estaba segura de que lo hubiera intentado.

Me dirigí a mi camarote luego de haber bebido mi agua, y decidí que me recostaría un rato. El sol había salido, pero yo ya volvía a tener sueño.

Había estado pensando mucho durante el día anterior.

Quizá me vendría bien volver al campamento. Intentar recuperar un poco de la vida que tenía. Cambiar de aire; de ambiente. Reencontrarme con viejos amigos, y quizá olvidarme un poco de todo lo que estaba ocurriendo.

Mi plan estaba cobrando forma rápidamente.

El único problema que encontraba era Percy. ¿Cómo le diría que planeaba comprar un pasaje de avión hasta el campamento?

El dinero no sería un problema. Nico era el hijo del dios de las riquezas, y constantemente me regalaba cosas extremadamente caras. El chico venía de otra época, y no tenía ni la más mínima idea de lo valioso que es el oro y los metales preciosos hoy en día.

Para mi cumpleaños número trece me había creado una cuenta en el banco, y había depositado poco más de mil dólares allí. Desde entonces, cada tanto me llegaban recibos a mi cabaña del campamento que me notificaban de que alguien había agregado dinero a mi cuenta.

Seguía enojada con Nico, y no debía aprovecharme de su inocencia frente a todo lo que brilla y vale mucho, pero decidí hacerlo de todas maneras.

Por la tarde le conté mi plan a Leo. A pesar de que ya no éramos pareja, habíamos logrado mantener nuestra amistad sin ningún tipo de incomodidades.

Al principio no le gustó mucho mi propuesta, pero terminó aceptándola luego de entender que era la mejor opción. No había que jugar con las profecías: siete personas debían ser las que llevaran a cabo la misión, y yo no debía ser una de ellas.

El hijo de Hefesto me ayudó con la reserva. Mi vuelo partiría al día siguiente desde el Aeropuerto Internacional de Cefalonia, pasaríamos por Atenas, luego llegaríamos a Madrid, y el destino final después de las dos escalas sería Nueva York.

Tendría que viajar por las sombras hasta el aeropuerto, pero según Google Maps era el más cercano a nuestra posición. Desde allí, partiría por la mañana hacia Atenas, y aterrizaría finalmente en New York en la mañana del día siguiente.

Lo hablé con Percy mientras ambos hacíamos la guardia durante el atardecer. Para mi sorpresa, el Tártaro lo había ayudado a madurar mucho. Lo entendió perfectamente, y en ningún momento cuestionó mi decisión. En lugar de eso, se encargó de anunciar mi partida en la cena de aquella noche, y me ayudó a salir de aquella situación incómoda en la que me encontraba.

A la hora del amanecer siguiente me despedí de todos. Algunas lágrimas se escaparon al abrazar a aquellos siete chicos que me habían considerado parte de su familia durante más de un mes.

Con mi mochila al hombro cargando más cosas de las necesarias, y con una camiseta del Campamento Mestizo puesta que no me pertenecía y me quedaba un poco grande, me sumí en las sombras hacia lo que me esperaba del otro lado.

how we met;; di angelo [ES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora