V e i n t i s i e t e

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     Christina abrió los ojos al sentir algo en su boca. Se incorporó inmediatamente desorientada sin comprender o recordar en donde se encontraba. Casi choca con la cara de Iñigo, y fue en ese momento cuando los recuerdos invadieron su mente. Estaba en la habitación de su jefe. Suspiro con alivio antes de ponerse una mano en el pecho.

"Me has asustado" murmuró aun soñolienta.

"Te has quedado dormida, y aunque no quería despertarte no tuve mas remedio que hacerlo. Dentro de poco tengo que salir al aeropuerto." explicó Iñigo mientras se alejaba de donde ella se encontraba sentada.

"Estaba un poco cansada, bueno aún lo estoy."

"Sí, creo que fue una mala idea traerte conmigo. Debes descansar." hizo una mueca al verla tan adormilada en su cama. "Te puedes quedar a dormir aquí. Mañana regresas a tu casa, y te quedas descansó ahora en el apartamento."

"Créeme que justo ahora quisiera aceptar la propuesta, pero creo que mis padres se mueren si les digo eso... ya sabes, son muy chapados a la antigua."

"Los entiendo, Christina. Te he dicho que soy igual, pero te ves tan cansada que en verdad desearía que durmieras lo que queda de la noche." dijo Iñigo sentándose a la par de ella.

"Me duelen los pies, creo que fue mala idea pasar toda la noche con estos tacones" declaró mientras veía recelosos sus pies cubiertos por las sandalias de tacón alto.

"A ver" susurró el chico

y para vergüenza de Christy, tomó sus piernas entre sus manos y la jalo hacia él, dejando sus pies en sus muslos. Con manos ágiles desató sus zapatos y empezó a masajear sus adoloridos pies.

"¿Qué-qué haces?" tartamudeo al sentir el suave contacto de las manos de Iñigo sobre su piel.

"Dijiste que te dolían los pies, esto los calmara. No tenias porque ponerte estos zapatos tan altos" regañó negando con la cabeza.

"Eres gigante, y yo muy pequeña. ¡Era necesario que me pusiera zapatillas altas."

"No, no lo era. Me gusta que seas pequeña."

"Deja mi vanidad en paz, ¿quieres?" dijo rodando los ojos.

"Esta bien, yo solo te digo que no era necesario el dolor"

Después de algunos minutos, Iñigo se puso de pie y camino hasta su guardarropa, de donde sacó unas pantuflas peludas y gigantes e intercambio los tacones de Christina por estas.

"Nos tenemos que ir ya" explicó Iñigo al ver la expresión extrañada de la chica.

"No puedo salir a la calle con estas pantuflas, son gigantes y me vería ridícula."

"Solo yo te vería, y en realidad no me importa mucho lo que ocupes. Dudo que a alguien le importe a la una de la mañana." se rió por lo bajo, al tiempo que tomaba las manos de la chica para ponerla en pie. "Vamos, no tenemos mucho tiempo."

Christina no pudo objetar mucho, ya que prácticamente la estaba jalando fuera de su habitación, con la maleta en la otra mano. Iñigo se había quitado la corbata, y había desabrochado algunos botones de su camisa, pero fuera de eso, seguía igual que como había llegado.

Bajaron hasta el estacionamiento, y luego se fueron en el auto rumbo hacia el aeropuerto. Un chófer los conducía por las solitarias calles de la ciudad hasta la autopista. Él sería el encargado de llevar luego a Christina a su casa. La chica tembló al sentir la brisa de la madrugada chocar con su piel expuesta por el vestido. Justo en ese momento odio haber elegido un atuendo tan escotado como ese. Tenía frío y no era para menos. Era probable que dentro de poco se pusiera a llover. Se podían escuchar truenos de ves en cuando, y vagamente Christina se preguntó si sería conveniente que Iñigo viajara con ese clima. Se abrazó a si misma cuando un  escalofrío recorrió sus brazos, pero esta vez no fue de frío, sino de miedo. No quería que nada le pasara a Iñigo o a cualquier persona que fuera con él.

Cásate Conmigo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora