C i n c o

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Olor. Un fuerte y varonil olor se apoderó de sus sentidos. Se estiró un poco aún inconsciente sin recordar nada.

No quería ni abrir los ojos, pero sintió un leve empujón en el hombro izquierdo y pronto también siento las manos de alguien tomar sus hombros.

Se despertó de inmediato, y lo primero que miro fueron ojos verdes y profundos, hermosos ojos verdes. Entonces recordó en donde estaba y con quién. Aún aturdida se zafó lentamente del agarre del hombre que la miraba detenidamente.

Estaba muy apenada, se había quedado dormida en algún tramo de la corta distancia que debían recorrer. Sin embargo increíblemente habían llegado a su destino. ¿Cómo él lo hizo? No tenía ninguna idea, pero afuera del auto estaba la casa de sus padres.

Ella recordaba vagamente haberle dado la dirección, y algunos puntos para guiarse, pero jamás había pretendido quedarse dormida. Su plan era guiarle para terminar lo más rápido posible aquel suplicio. Las cosas no pasaron como lo esperaba...

Y para el colmo ¡la había visto dormir!

Un intenso color rojo se apoderó de sus mejillas y la vergüenza se abrió paso en su sistema. Dios, quería morir en ese mismo instante.

"Pe-perdón" fue la única palabra coherente que salió de su boca antes de mirar hacia otra parte.

Él por su parte se quedo estático en su lugar y solo asintió levemente con la cabeza al escuchar su respuesta.

"Está bien, no, no hay problema." Terminó diciendo antes de rascar incómodamente su nuca.

"Bueno, será mejor que entre a mi casa" susurró mirando hacia afuera, aún llovía a cántaros y sus padres probablemente estaban preocupados por ella. "Muchas gracias por traerme. No se tuvo que haber molestado"

"Todo está bien, señorita DeLucas. Que tenga una feliz noche" repuso Iñigo colocando ambas manos en el timón del auto.

Sin decir más ella estaba dispuesta a salir del auto, pero él la detuvo a mitad de trayecto.

Ella lo miró inmediatamente creyendo que le diría algo importante. Él le sostuvo la mirada por dos segundos que bastaron para que cambiara de opinión. Miró hacia atrás esperando inspiración... Y la hallo en forma de paraguas.

"Llévese el paraguas" ordenó Montenegro. "Lo necesitara"

"Pero es suyo, usted también lo necesitara."

"No sea terca y lléveselo. Yo sé lo que le digo." Insistió y esta vez lo tomó y se lo puso en las manos.

"Gra-gracias. Buenas noches." Respondió aún extrañada y esta vez, si salió del auto.

Afuera llovía, y aunque no era un enorme trayecto desde donde se había aparcado hasta la casa, probablemente hubiese llegado empapada a su habitación. Gracias a su paraguas eso no pasó.

Al entrar a su casa, su mamá la esperaba aún despierta.

"¿Por qué has tardado tanto? ¿Quién te vino a dejar?" Preguntó sin esperar tiempo alguno.

"Estaba lloviendo y por eso espere a que parara para venir conduciendo. Cosa que nunca pasó por lo que un amigo de la familia me vino a dejar. Él tiene que salir de la ciudad por unos problemas y la casa le quedaba de paso." Trató de explicar sin dar mucho detalle del chico.

No quería que sus padres se preocuparan por nada.

"Ay, pero que lindo de su parte. Deberías hacerle algo para agradecerle. Una tarjeta o un pie de manzana no quedaría nada mal para la ocasión." Pidió su madre.

Cásate Conmigo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora