"Enserio, deberías pensar en ponerte las joyas que he comprado para ti. Te quedarían estupendas." Iñigo volvió a insistir después de algunos minutos en silencio.
"Es demasiado." Replicó, Christina encogiéndose de hombros.
"No lo es. Debes dejar de pensar de esa manera."
"Iñigo, es cuestión de ética. Voy demasiado arreglada, ahora imagínate si me pongo esas joyas. Alguien pudiese pensar que lo hago para llamar la atención más que la novia. No quiero que nadie me critique por algo que no hago." Explicó mirando recelosa los regalos que estaban sobre sus piernas.
"Las mujeres son tan complicadas. Además, no creo que nadie piense tal cosa. Tu misma lo has dicho, no es de esa manera. No te debería de importar en todo caso lo que las personas digan. Siempre hablarán por más que lo quieras evitar." Explicó el hombre parándose en un semáforo en rojo. "Te lo digo, serías una tonta si dejas que cosas como esta te afecten, y decidan tú vida."
"No lo dejarás, ¿verdad?"
"¿El tema? No, no lo dejaré. Tienes que aprender que tu vida es tuya y solo tú tienes el derecho de decidir. Sea algo tan fácil como lo que te pondrás para ir a una fiesta, o de quien rodearte. Tu eres la única que puede opinar acerca de ellos."
"Vaya, lindo consejo. Lastima que no parece que lo sigas al pie de la letra. Si fuese así dejarías que yo tome mis propias decisiones sin interferir." Murmuro Christina sacando de la caja el collar y colocándolo en su cuello mientras lo veía en el espejo.
"Es diferente. Yo busco lo mejor para ti." Sonriendo Iñigo la miro por un momento antes de continuar manejando.
"Hm, claro..." sentenció Christina mientras sacaba el resto de las joyas de sus respectivos compartimientos.
"Las joyas se te ven hermosas." Declaró Iñigo, y fue lo ultimo que ambos dijeron y escucharon hasta que llegaron al lugar en donde la ceremonia se llevaría acabo.
Ya habían muchas personas, pero aún no había comenzado la boda. Habían llegado solo un poco tarde, y llamaron la atención más de lo que en verdad pretendían... pero con Iñigo a ella no se le hacía extraño. El simplemente llamaba la atención. Era un hombre jodidamente guapo y elegante. Y ella se sentía linda por primera vez en algún tiempo. Se sentía segura de sí misma, y el hombre de al lado solo la hacía sentirse mejor de sus elecciones. Sería la envidia de muchas, era probable que se la comerían viva, pero en ese instante no le importaba nada.
Iñigo se bajó del auto una vez hubo aparcado la camioneta, y caminando elegantemente hasta su lado, abrió la puerta tendiendo su mano para que ella la tomase. Juntos empezaron a caminar hasta la entrada, y ella en un acto de valentía tomó la mano del hombre entrelazándola con la suya mientras se aferraba a su músculo brazo con la otra mano. Parecían toda una pareja de enamorados listos para una alfombra roja. Y la gente lo empezaba a notar.
Ella saludó agraciadamente a todas las personas que se les acercaban, presentando a Iñigo como su novio. Solo suyo. Y él parecía encantado. Sonreía y se reía elegantemente. Se veía simplemente espectacular.
Él la apoyaba en todo lo que ella decía. A veces ni siquiera hablaba, solo le recordaba que estaba ahí con un leve roce en su cintura, a veces en sus brazos y en ocasiones con besos robados en las mejillas. A ella le parecía que eran gestos muy lindos... considerando que a Iñigo no se le daban bien las relaciones. O al menos eso decía el.
Juntos se acercaron a saludar a sus compañeras de colegio, y una por una las fue matando con amabilidad. Sabía que en sus adentros lo único en lo que podían pensar era en cómo hacerla pedazos mientras ella solo sonreía con amabilidad. Si no les permitía arruinar su noche no lo harían. No tenían ese poder.
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Cásate Conmigo.
RomanceDespués de tantos años, volvía a casa. Pero ya no como la misma niña fea e insignificante. Tenía una carrera hecha, un trabajo de ensueño, dinero para derrochar en todos los lujos que se pudiese imaginar... Había cambiado su imagen, su forma de vest...