S e i s

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     Los papeles que Iñigo le había entregado no eran muchos y todos trataban de lo mismo, la compra de una maquinaria. Lo que le extrañaba era que ese tipo de maquinaria no era necesaria en la planta justamente en ese momento.

Entonces lo único que vino a su mente fue que la necesitaba para alguna otra empresa que él tuviera. Y aunque ella trabajaba para el señor Fitzgerald, estaba bajo el mandato de Montenegro. No podía decir nada acerca de hacer trabajo de otra empresa mientras siguiera ganando lo mismo de siempre.

Ella se había instalado en una pequeña salita que había en la oficina. Solo tenía un par de sillones negros y una mesa de centro de vidrio decorada con un domo extraño. En sus piernas yacía una computadora portátil y a la par suya estaban los papeles regados.

No sentía la mirada furtiva del hombre que estaba detrás del escritorio. Él se dedicaba a hacer otra cosa, pero de ves en cuando no podía evitar mirarla. No decía nada. También se engañaba a sí mismo diciendo que tampoco pensaba nada. Que no sentía nada.

Al final pasaron trabajando así por algunos minutos antes que ella terminara de revisar los papeles y dijera que todo estaba bien. No había ningún problema.

"¿Piensa que es una buena decisión comprar esa maquinaria?" Preguntó una vez ella terminó de explicarle.

"Es una decisión que debe pensar muy bien, Ingeniero. No es que este mal, pero es una gran inversión que tardará un poco más en volver a su bolsillo. Si tiene el dinero hágalo, sino será mejor que espere." Aconsejó Christina.

"Ya veo." Murmuró el poniendo sus dedos en su boca en señal de concentración.

Christy miró su reloj y se percató que si quería llegar temprano debía salir ya de la empresa. No podía esperar más.

"Bueno, yo me tengo que ir, ingeniero Montenegro." Contestó Christy tomando su bolso y caminando hasta el frente del escritorio.

"Tiene planes." No lo dijo n forma de pregunta, en cambio como una afirmación.

"Sí, saldré con unos amigos."

Y, ¿tú por qué le das explicaciones? Se preguntó a sí misma fugazmente.

"Ya veo." Repitió de nuevo. Siguió con su misma expresión de siempre. Aún con los dedos entre sus labios.

"Con permiso, que pase una bonita tarde." Se despidió antes de empezar a caminar hasta la puerta.

"Igual usted, señorita DeLucas, espero que se divierta." Escuchó a sus espaldas, pero lo ignoró continuando con su camino.

Al salir de su despacho la rubia le dedicó una mirada de odio, pero ella simplemente la ignoro. Como lo había ignorado a él.

¡Ay Dios! Ahora sí venía lo bueno.

• • •

Había llegado a su casa y empezó a buscar algo que ponerse. No tenía todo su guardarropas en casa, la mayoría seguía en Inglaterra. Pero algo debía de funcionar, además había comprado algo de ropa en América. Y también había mandado a pedir cosas. Pero aún así no sabía que ponerse. Debía verse bien. Quería verse bien.

De repente un vestido color piel llamó su atención. Era lindo, elegante y ligero. Se vería bien. Lo convino con sandalias de tacón azules, y una cartera fina del mismo color. Todo estaba complementado con joyería cara, y su cabello y maquillaje bién arreglados como siempre. Se hizo una especie de trenza en una parte del cabello y dejó el resto con ondas suaves. Su maquillaje lo mantuvo natural, pero a sus labios les dio un efecto carnoso con un lipstick nude.

Cásate Conmigo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora