T r e i n t a Y N u e v e

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Iñigo se sentía como en las nubes, cuando despertando de su larga siesta encontró a su lado a Christina. No podía creer que las cosas se hubiesen arreglado de la nada, ni tampoco, que aunque no era lo que buscaba al principio, tenía ahora una relación estable con la chica que había conseguido quitarle el sueño tantas noches.

Había aceptado ya que había sido muy irracional al esperar que Christina quisiese casarse con él de inmediato, y ahora pensaba hacer las cosas como se debían haber hecho desde un principio.

Al final había conseguido algo que había anhelado durante mucho tiempo. Una familia. Bueno, en realidad una pareja estable. Una persona a la que podía cuidar y proteger y a su vez recibir un poco de cariño y mimos. Parecía una persona egoísta en ese momento. En realidad lo era, ya que una relación no se basa en lo que se pueda recibir, pero tenía que aceptar que se sentía muy bien ser apreciado y hasta cierto punto admirado. Para él parecía justo lo que una persona necesitaba.

Christina parecía estar contenta, así que no había razón para no sentirse completo. Ahora, seguía queriendo casarse con la mujer, más que nunca. Pero se sentía conforme con llevar una relación normal, y ya luego continuar con algo más formal. No quería esperar mucho tiempo, pero tampoco quería presionar las cosas. Apenas habían empezado a salir como una pareja oficial.

"Tu madre ha hablado mientras dormía." Declaró Christina una vez observó a Iñigo despierto.

"Ay, no puedes estar hablando enserio." Susurró muy bajito, suspirando frustrado.

Ya se imaginaba todo lo que su madre diría. Se quejaría tanto, lo haría sentirse culpable, le haría un escándalo y todo por nada, bueno, estaba golpeado pero nada que no se pudiera arreglar. Pero sabía muy bien como era Cynthia. No lo dejaría ir así no más, y se tuvo que preparar mentalmente para lo que venía. Ya no podía posponer más esa llamada, no si quería evitar que su madre tomara el primer avión hacia America.

"Llámale, está preocupada." Pidió Christina antes de levantarse y dirigirse hacia donde estaba Iñigo. Poniendo su celular en sus manos y dándole un tierno beso en la frente se despidió diciendo "iré por un café mientras hablas con tu madre." Y dicho esto salió de la habitación.

Iñigo volvió a suspirar mientras marcaba el número de su madre, que para sorpresa suya ya estaba guardado con el nombre Cynthia, parecía que su pequeña novia estaría en contacto con su cariñosa madre. Vaya cosa.

Oyó el tono como cuatro veces, y cuando creyó que su madre no contestaría, lo hizo, desvaneciendo cualquier tipo de esperanza que tenía de no hablar de con ella.

"Christina, cariño, dime que nada malo ha pasado." Fue lo primero que escucho decir con la dulce voz de su madre. Se oía preocupada y le partió el corazón saber que era por él. Justo eso quería evitar.

"Hola mamá, no es Christina soy yo, y nada malo a pasado. No te preocupes por favor." Hablo luego de vacilar un segundo ante su respuesta.

"¿Iñigo? Mi amor, que alegria escucharte. He estado tan preocupada por ti, mi vida..." podía escuchar en su voz las lágrimas que estaban a punto de salir de sus ojos, y se odió en ese momento por causarle dolor a una de las pocas mujeres que había amado en su vida.

"Mami, por favor no te preocupes. Recuerda, soy un niño grande." Trato de aligerar el ambiente por que honestamente no podía escucharla triste. Le dolía hasta el alma preocuparla o enojarla.

"Iñigo, jamás dejarás de ser mi bebé, por más grande que estés. Además, tuvisteis un accidente... por más grande que estés, pudo haberte costado la vi-vida." Dijo con la voz ahogada y pronto escuchó su sollozo doloroso.

Cásate Conmigo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora