Epílogo

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Christian

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Christian

Me enamoré de una mujer que me llevó a la locura. Me costó aprender que el amor no se acaba ni con el engaño más grande, que el amor es lo más puro y hermoso que existe y que si lo dañas, puede hacer sufrir a la persona a quien más amas. Me perdí durante el camino, me descarrilé y cometí errores de los cuales no estoy orgulloso; creí que terminando todo dejaría todo el daño atrás y seguiría con mi vida. Me llené de rencor y dolor, me encerré en mi mundo y en lo obscuro que es la venganza. El supuesto engaño que había marcado mi matrimonio logró que por un momento todo se viera perdido y sin salida, imaginé los peores escenarios y me llenaba aún más de dolor el pensar que todo se había derrumbado.

Por mucho tiempo pensé que me habían engañado y a consecuencia de eso hice sufrir al amor de mi vida. Quise que ella sintiera el mismo dolor que yo, siendo inocente y yo sin saberlo. Hoy sé que el amor, a pesar de cada prueba, si es verdadero, no lo destruye ni la tormenta más fuerte, no lo quema el fuego, ni se vuelve polvo. Sigue ahí, intacto y más fuerte que nunca.

Agradezco a Dios por haber puesto en mi camino a un amor así, como el que descubrí en Anastasia, ese amor que nace del alma, ese amor que me alimenta cada día, ese amor que cada día construimos juntos, como la familia que somos.

A pesar de cada prueba y cada obstáculo, seguimos de pie, sigues a mi lado y juro delante de cada persona y de nuestro hijo que así será hasta que la muerte nos separe.-Beso a Anastasia, delante de nuestros invitados, en nuestra renovación de votos.

Su vestido es aún más sencillo que el primero, encaje en toda la parte de arriba, unas delicadas mangas y desde la cintura hasta el suelo se abría la falda, cosa que no hacía notar su embarazo pero la hacía ver perfecta. Llevaba el cabello en una trenza despeinada y su maquillaje apenas podía distinguirlo, tetallaba aún cada lunar y peca de su rostro.

Ella sonreía, durante la fiesta su risa resonaba en cada lugar del jardín de la casa de mis padres. Kate y Mía se habían lucido con la decoración, más aún al hacer nuestra renovación de votos al atardecer y que ahora, cientos de luces iluminen el jardín y la carpa, lo que lo hacen aún má romántico.

Había decidido llevar a Ana a una pequeña luna de miel en España, ella creía que sólo pasaríamos unos días en Aspen, sin embargo, ya llevábamos seis horas volando y ella seguía durmiendo en la habitación del jet.

Podía notar el bulto que hacía nuestro hijo o hija, habíamos decidido no saber el sexo hasta que naciera, pero había algo en mi corazón que decía que era una niña.

Acariciaba lentamente su cabello cuando comenzó a removerse, sus hermosos ojos se abrieron y me sonrió.

-Hola esposa

-Hola esposo, ¿Ya llegamos?-Frunció el seño.

-Mmm, no todavía. Faltan unas horas.

-¿Horas? ¿Acaso nuestra noche de bodas fueron cinco minutos y dormí diez?

-No nena, llevamos seis horas volando. No iremos a Aspen

-¡Christian! ¿A dónde vamos? Creí haberte dicho que nada de sorpresas.

-Lo sé, pero se me ocurrió al último minuto, tranquila

-Mmm, bueno. Dime, ¿a dónde vamos?

-España.-Sonrío. Ella abre su boca y deja escapar un sonoro suspiro.

-Sólo porque no conozco España te la dejaré pasar. Si aún falta tiempo para llegar, durmamos un poco. Quiero que mi esposo me abrace.

Ana adoraba dormir abrazada a mi, se había vuelto su hábito hacerlo desde que volvimos a dormir en la misma cama. Yo también adoraba hacerlo, sentir su cuerpo junto al mío, sentir su calor me reconfortaba. Decidí acostarla en mi pecho, sentir sus latidos junto a los míos era lo que más me calmaba.





Recorrimos las principales ciudades de España, primero al norte, Madrid, Zaragoza, Barcelona, Valladolid y Santiago de Compostela, los hermosos pueblos llenos de colores y vida que tanto enamoraron a Ana, luego fuimos al sur, donde, muchos madrileños nos dijeron que estaba lo más bonito de España. Fuimos a Córdoba, Sevilla, Málaga, Murcia. A la costa, con las hermosas playas de Marbella, Alicante y Valencia, sus atardeceres fueron los que más disfrutamos a la orilla de la playa. Fuimos a Mallorca donde Ana disfrutó muchísimo tomando fotografías de su hermosa panza y por último, nuestra estadía de una semana en un catamarán en Ibiza.

Dos meses estuvimos disfrutando nuestra luna de miel, tomamos con calma cada visita y cada paseo por España. Durante mi ausencia en Seattle, dejé a cargo a Ross quien rendía ante mi un reporte semanal de todo lo que ocurría en GEH. De igual forma hizo Ana, dejó a cargo a Kate al regresar de su luna de miel, sin embargo, recibía manuscritos desde allá y los leía durante nuestros ratos libres. Ana, nuestro bebé y yo.

Al regresar a Seattle encontramos las maravillosas noticias de que Kate y Elliot esperaban a su primer hijo, que papá y mamá se irían a recorrer el mundo y que Ray y Emily habían decidido dejar a un lado todo y contraerían matrimonio para Navidad.

Cuatro meses después llegó nuestro pedacito de cielo a casa, una hermosa niña con los ojos de Ana y mi cabello cobrizo. Ana también creía que era una niña, algo dentro de ella lo decía y quince días después de su cumpleaños dio a luz a nuestra hija, Emma Grace Grey Steele.

Mi familia fue, es y siempre será lo más importante para mí, lo que más me motivará a ser mejor persona. Ana, Emma, mis padres, hermanos, suegros, cuñados. Me dejé llevar por lo que no debió haber existido nunca en mi matrimonio, las dudas y el engaño, sin embargo, ambos recibimos una nueva oportunidad para enmendarlo todo y volver a ser felices. Ambos lo somos hoy en día. Ana es la pieza principal del rompecabezas de mi vida, ella es la piedra angular de mi existencia. Mi Emma es mi pedacito de cielo, la niña que llegó a iluminar aún más mis días, la personita que me llena de alegría. Las dos mujeres de mi vida, una que durante un tiempo fue un misterio para mí y la otra que cada día saca algo mejor de mí.

MisteriosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora