Capítulo 8

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Lleva varios días mirándome de manera extraña. Y suelo sonrojarme cuando lo hace. Me gustaba que me mirara, pero no de esa forma. Era como si estuviera preguntándose algo y luego lo dejara de hacer. Y ahí es cuando deja de mirarme.

— ¿No sueles hablar mucho verdad— me preguntó.

Al principio no supe que responder, no entendía muy bien su pregunta, ya que siempre había estado hablando con él.

— ¿Por qué lo preguntas?

Me miró por unos segundo y luego respondió.

— Es que, cuando estás conmigo solo asientes a todo lo que digo y...  — se le escapó una sonrisa — No sueles estar con otras personas

— La verdad es que no.

Luego de eso estuvimos mirándonos un par de segundos, no quise que ese momento terminara. Él solo mantenía su sonrisa. Sentí como si estuviera invadiendo mis pensamientos. Ya me estaba acostumbrando a esta sensación de ser invadida por él.

— De acuerdo, debo irme.

Aparté la mirada. Sin darme cuenta tenía las manos completamente sudadas, era asqueroso. Y eso que solo fue un repentino contacto visual. Iba a levantarme del banco en donde nos encontrábamos sentados cuando de repente sentí como si una mano halara de mí para hacerme mirar atrás otra vez, y era él, sostenía mi mano con suma delicadeza.

— ¿Ocurre algo? — le pregunté.

De inmediato haló todo mi cuerpo hacia el suyo, haciendo que quedáramos abrazados. <<Espera... ¡ME ESTÁ ABRAZANDO!>> pensé. Sentí una emoción repentina y le devolví el abrazo. Me sentí tan bien, tan protegida, me sentí querida. Aunque no supe por qué me había abrazado, me daba igual.

Me soltó mirándome directamente a los ojos. Pensé que me diría algo, pero solo se alejó en silencio. Quedé intrigada y quise contárselo a mi "mejor amiga" <<¡Debo buscarla!, ¡esto si le va a gustar!>>

Y  fui encaminada por los largos pasillos del colegio en busca de ella. Debía contarle lo recientemente sucedido.

Esta vez fui yo quien la saludé de manera exaltada, pues estaba feliz. Me pareció tan raro verla tan seria. Pero aún así le conté.

— ¿A que no adivinas qué me pasó? 

— ¿Qué— reaccionó y me preguntó algo emocionada también.

— Él, ¡me abrazó! Luego de quedarnos hablando un par de minutos...

Noté que fingía una de sus sonrisas hipócritas, y quise preguntarle por qué lo hacía.

— Que bien... — dijo esto mientras sonreía. Pero en sus ojos noté algo de tristeza. O tal vez era decepción. 

— ¿Sucede algo?
 No, no es nada. Quiero que sepas que... — echó su mirada a otro lado y luego me miró a mí — Estoy tan feliz por ti.

Eso no me dio nada de ánimo, pues supe que le pasaba algo. Aunque no sabía con exactitud qué, quise otra vez preguntarle, pero conociéndola no me diría nada.

Esa misma tarde en mi casa estuve saltando de felicidad al recordar ese cálido abrazo, el primer abrazo que recibía de él. El cómo sus brazos me rodeaban de manera protectora, y después como inclinó su cabeza para mirarme, así como si quisiera decirme algo pero nada le salió. Me conformo. Aún seguía esperando el momento adecuado para decirle lo de la carta. Y debía superar mis miedos. Debía superarme a mí misma, ya que esto significaba mucho para mí.

I looked for you for sex Donde viven las historias. Descúbrelo ahora