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Cómo todas las mañanas mi madre entró a mi habitación y me despertó. A duras penas me dirigí al baño. Hice de las dos, me bañé y me cepille. Lo típico.

Al estar lista me concentre en revisar el celular, pues tenía tiempo.

Me encontré con un mensaje de un número que no tenía registrado. Lo único que hice fue sonreír, sabía que era de ella.

-Hola, Camila. ¿Cómo estás?, Espero que muy bien. Sabrás quien soy, ¿O no?, Para aclararte las dudas, si tienes, obviamente.... Soy Dua. En fin, mi dirección es... La calle londinense, el edificio negro con rojo. Muy buena explicación, ¿No creés?. Espero tengas buena noche, nos vemos mañana.-

Aquel mensaje lo había enviado a las ocho de la noche.

Me odié por floja. Si no me hubiera dormida le hubiera respondido. Tal vez hubiéramos compartido algunas palabras por mensaje.

De verdad, ahora estaba arrepentida por haberme dormido.

-maldita flojera. -murmuré interrumpiendo mi silencio.

Decidí olvidar mi flojera. Y también decidí no ser tan floja, así qué, empecé a caminar hasta la sala.

Ahí se encontraba mi madre y mi hermana. Hoy desayuné con ellas y luego cada quien por su lado. Mi hermana iba a la escuela. Mi madre se perdía en su trabajo, y yo para la secundaria.

Los martes me caían mal, pues Rosie no iba a las mismas clases que yo. Solo la podía ver en el tiempo de almuerzo, era muy poco tiempo para mí. Yo era adicta a esa chica.

Las clases pasaban muy lento, no quería estar ahí. Pero luego recordé que tengo que estudiar para depender de mi misma y se me pasó.

Después de todo ahora me encontraba en el comedor. Solo estaba concentrada en mi comida, pero igual podía escuchar los garabatos de los otros chicos.

De verdad aquello no me gustaba.

En realidad, todas las personas en la secundaria me caían mal. Simplemente no tenía paciencia con la gente.

La chica que tanto amaba llegó a mi lado, y como siempre cuando nos saludábamos, nos abrazamos y nos dimos un beso en los labios.

-¿Cómo estás?. -fui la primera en hablar.

-estaba muy fastidiada pero ahora estoy muy bien, ¿Sabés la razón?. -solo negué. -te ví, por eso ahora estoy feliz.

Por un momento pensé en nosotras. Pensé en que éramos. Pensé en que pasaría si le confesaba que me gustaba mi psicológa.

-somos tan iguales. -la abracé. -te amo mucho. -ahora besaba su mejilla.

Ambas terminamos nuestros almuerzos. Yo, en realidad, lo hice un poco desesperada. De un momento a otro lo estaba, pues le contaría todo lo ocurrido con Dua.

-tienes que ayudarme. -fue lo que pude pronunciar.

-depende. -se burló.

-en serio, Rosie. -dejo de reír. En realidad, yo ahora la miraba muy seriamente. -tienes que conseguirme a un chico para que mi madre lo conozca.

-¿Para qué?. -dijo.

-hoy voy a la casa de Dua. -ella al instante frunció el ceño.

-¿Cual Día? ¿La psicóloga?. -asentí.

-es Dua. -corregí.

-¿Para qué irás a su casa?. -ignoro mis palabras anteriores. -¿Te la vas a coger?.

The psychologist. - Duamila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora