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-¿No estás orgullosa?. -apreté mi mandíbula mientras movía mis manos frecuentemente. Me estresaba, me estresaba cuando la veía, cuando no podíamos estar de acuerdo en algo, en lo más mínimo.

-Bien por ti, Camila. -fue lo único que dijo.

-al menos... ¿irás?.

Tuve esperanzas de que ella cambiaría, las tuve porque me enteraba de historias de padres que no estaban de acuerdo con sus hijos... Sí, pasaba tiempo, pasaba tiempo y ellos aun no apoyaban a sus hijos, pasaba el tiempo y, después de todo, los apoyaban.

Pero, ¿cuánto tiempo más tengo que esperar yo?.

Lo extrañaba, extrañaba todo lo de antes. Nuestra relacion era normal, la tipica relacion de madre e hija, sin odio pero sin demostrar amor. No me imaginaba en lo más mínimo que ella cambiaría por algo insignificante.

¿Por qué odiar a alguien que tiene diferente preferencia sexual?, yo no lo entendía.

-No, no iré porque no quiero que sepan que tengo una hija lesbiana. -noté la amargura en sus palabras.

-Dime, ¿por qué ser asi es malo?. 

Y como siempre, intentaba mantener la calma, intentaba que la situación entre nosotras no se saliera de control.

-Porque Dios hizo a la mujer para que estuviera con el hombre, lo sabes muy bien, Camila. -fue su respuesta.

Y muy buena respuesta, en serio.

Debiste notar el sarcasmo porque sino, eres lento por no hacerlo.

-He oído que Dios nos ama como somos, así tengamos cinco brazos, tres ojos o alguna otra cosa, ¿por qué no amarnos sólo por tener otra preferencia sexual?. -repetí la pregunta anterior.

-Eso está mal, Camila... -suspiro con pesadez. -¿por qué tuve que tener a una hija enferma?. -murmuró para ella, de igual forma la escuche.

-No Sinuhe, tú eres la enferma aquí, tú eres la que está loca.

Y me pegó la bicha esa. Ahora sólo sentía mi mejilla arder. Empezaba a ver con poca claridad, mis ojos se cristalizaron.

-No quiero que me vuelvas a hablar de esa manera, no eres nadie para hacerlo.

La desconocía.

-Mami, ¿qué sucede?. -escuché su voz. La extrañé, a decir verdad. -¡Camila!.

Sentí como se aferraba a mis piernas mientras escuchaba su risa. Y se me olvidó todo lo malo, sonreí al recordar que ella era inocente, que no sufría, que sonreía por algo insignificante.

Ahora pensaba que la mejor etapa en la cual pasábamos, era la niñez.

-Sofia, linda, Camila tiene que irse. -dijo. Ni tan siquiera dejo que tuviera contacto con ella, pues la alejó de mi.

Y es que yo no rogaba, yo no dejaba que nadie abusara de mi en cualquier sentido, pero ella... simplemente no podía hacer nada, ella hacia que yo quedara sin opciones, hacia que todo a mi alrededor se saliera de control.

-Sofi, ¿puedes ir arriba?, debo hablar con mamá. -intente que mi sonrisa no se notará fingida.
Ella sólo asintió con su típica sonrisa tímida y salió corriendo a las escaleras para luego dejarme sola con mi madre.

-Mañana será la graduación, sólo lleva a Sofía, unas pocas horas y luego te vas.

Esperé respuesta y no respondió. Sabía que eso era una negación.

-Mamá, no la alejes de mi, eso es patético, es totalmente estúpido que hagas eso... -Estaba desesperada, tan desesperada que no sabía que hacer. -Puedo verla algunas veces a la semana, no sé, sólo no la alejes de mi.

-Camila... -la interrumpi.

-Papá nos dejó y nosotras deberíamos estar juntas. -dije intentando que aquello la hiciera cambiar de opinión. -Está bien, yo no seré un problema para ti ni para Sofia, yo seré como antes, Sofía no va a cambiar, ella no será como yo.

-¿A qué hora comienza la mierda  esa?. -al escucharla eleve la comisura de mis labios.

-Doce de la tarde. -fue mi respuesta.

Por eso chicos y chicas deben seguir los consejos de Camila, sean buenos actores y sepan jugar con la gente.

The psychologist. - Duamila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora