29 Parte 2.

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Mis pasos eran lentos. Mi respiración era agitada. Mi piel estaba erizada. Mis ojos miraban a todas direcciones... Y yo sólo sentía una sensación de nerviosismo, tanto qué, me estaba convenciendo de regresar, pero, supongo que ya era demasiado tarde.

Pero ahora, mis pies dejaron de seguir aquel rumbo. Mi respiración era pausada. Mi piel sentía frío, más aún. Y mis ojos miraban a una dirección, específicamente a ella.

Suspiré al observar cómo ella tomaba su nuevo rumbo y se dirigía a mí dirección. Yo sinceramente no aprendía, pues la empecé a detallar, empecé a apreciarla.
Se ve veía hermosa, la perra... Como era de costumbre.
Ella era tan alta, algo que la hacía resaltar entre su alrededor. Además de su rostro y su estilo de vestimenta.
O sea, uno estaba lejos de ella y aún así podías notar su perfección.

Decidí dejar de ser una estúpida y actuar con profesionalismo, delante de ella... Por eso, leerán palabras totalmente pacíficas.

-Camila... -sólo pronunció al llegar a mi. Ella acercó su rostro al mío y dejó un beso en una de mis mejillas. Yo sólo sonreí.

Hago una pausa aquí porque si pongo lo que viene será relleno, y la escritora no pone relleno. Lo siguiente que sucedió fue simple, sólo nos saludamos y decidimos en qué lugar ir para charlar.

Ahora nos dirigíamos a su casa, ¿por qué? Porque ella lo sugirió y yo no me negué.

Pensaba que sólo era una maldita estrategia para cogerme, si era así, yo no dejaría que aquello pasase.

En menos de 20 minutos llegamos a su casa. El trayecto a ese lugar fue simple, callado, y sin ninguna novedad.
Lo único que me sucedió fue que recordé algunos momentos.
Recordé esos momentos en donde todo empezaba.
En donde empezaba ésta tragedia con esa mujer.

Al adentrarnos a su apartamento me dirigí sin más a los sillones que tenía mucho tiempo sin ver.
Ella se perdió por unos minutos.
Observé mi alrededor y todo seguía como lo recordaba, incluso olía a vainilla.

Sabía lo que venía en éste momento, sabía que ahora hablaríamos de nosotras, de lo que sucedió.

-¿Cómo estás, Camila? -escuché que preguntó, la miré frunciendo mis labios.

-Estoy cansada de oír eso, Dua, cansada de que me preguntes eso. -confesé.

-Debo preguntarlo, Camila, quiero saber cómo estás. -nuevamente dijo.

-¿Para qué quieres saber? -pregunté sin tener alguna idea en mi mente.

-Soy tu psicóloga, debo saber cómo estás.

Para mi, esa no había sido la respuesta correcta a mi pregunta.

-¿Aún eres mi psicóloga? Yo, sinceramente, pensaba que habíamos dejado ese jueguito atrás. -apreté la mandíbula.

-¿Creés que mi trabajo es un juego? -abrió un poco sus ojos, más de lo normal, y se cruzó de brazos.

-Excelente tu trabajo. -murmuré sin ideas de qué decir.

-No nos vemos para pelear, te veo es para arreglar inconvenientes. -al escucharla una leve risa salió de mis labios. Confieso que no pude evitar aquello.

-¿Qué inconvenientes según tú, Dua? -ella negó y un suspiro salió de sus labios. Yo sólo la miraba expectante.

-Escucha, Camila... Me sentaré contigo y hablaremos tranquilamente, ¿bien? Desde cero. -sin yo responder hizo lo que dijo.
Me asombró que ella ni siquiera respetara mi espacio personal.

-¿Cómo estás, Camila? -la escuché decir. Ni siquiera quise mirarla y no me molesté en hacerlo.

-Es difícil, ¿sabes?, ahora es difícil hablar de mis problemas contigo. - murmuré para ambas.
Ella sólo quedó en silencio, un silencio que para mí fue incómodo. Tanto que sólo quise salir de ahí.

The psychologist. - Duamila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora