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Desperté porque ya no tenía sueño, no era como en los libros que las rayitas se despiertan por lo rayos del sol. Noté cómo Rosie estaba rendida a mi lado, ignorando aquello me dirigí al baño, hice mis necesidades para luego darme una ducha, aproveché y me eché una mano a mi misma, necesitaba masturbarme, quizá me acostumbre a tener sexo todos los días.

Minutos después salí del baño caminando hasta el armario de Rosie, luego de cinco minutos buscando un pantalón que me quedara bien, pues yo tenía mucho culo y sus pantalones no me quedaban, empecé a buscar alguna camiseta.

Terminado mi atuendo, me observé al espejo, no pude evitar morderme el labio inferior, pues me veía hermosa.

Terminé aquello y me dirigí a dónde Rosie, la cual aún seguía durmiendo. Besé su mejilla para luego salir de la habitación, caminé hasta la puerta principal y salí del apartamento.

Recordé que no tenía dinero, aquello hizo que mi ánimo cambiará, ahora estaba enojada, pues tenía que caminar, y el instituto de mi hermana no quedaba cerca. Quizá debía de tomar dinero de Rosie pero, estar en su casa ya era mucho, a mi parecer.

En el largo viaje me dispuse a observar las calles, las cuales se encontraban sucias, a las personas, algunas se notaban tristes, otras felices y otras neutras, típico. Nuevamente envidié a las personas con auto.

Estaba jodida, de eso estaba segura.

Llegué a mi destino, mis pies dolían levemente. Sin prestarle atención a eso, esperé a mi hermana en la salida de su instituto.

Pensé un poco... extrañaba volver aquí, extrañaba mi secundaria, extrañaba mi casa. Sólo me pregunté, ¿en algún momento tendría una buena conexión con mi madre?.
Si, la extrañaba.

Recordé las palabras de la psicóloga pero, ¿Valdría la pena esperar? ¿Valdría la pena tener paciencia? ¿Valdría la pena vivir?.

Quizá sí seguiría sus consejo.

Poco a poco niños salían de la escuela, observaba cada uno de ellos, hasta que noté a mi hermanita. Sonreí y me dirigí a dónde ella.

Me miró, cuando lo hizo, aceleró su paso a donde me encontraba hasta que llegó a mi, la rodeé con mis brazos y la apreté a mi. La extrañé, por un momento odié a mi madre por alejarme de esa niña, la cual hacia que mi mundo no fuera tan amargo.

-no sabía que vendrías. -la escuché decir.

-quería verte. -me alejé de ella. -¿Cómo estás?.

-te extraño. -fueron sus palabras. -el señor que está con mi mamá en casa no me agrada. -fruncí el ceño al escuchar sus palabras.

-¿Qué?. -murmuré. -¿De quién hablas?.

-del señor. -respondió.

-bueno, luego hablamos de eso, ¿si?. -noté cómo asentía. -¿Quieres ir a algún sitió?.

-me gustaría pero mi mamá no me dejará.

-nos escapamos por un momento. -negó.

-ahí viene. -señaló atrás de mi.

Volteé mi cabeza y sí, mi madre se dirigía a dónde nosotras. Su cara de pocos amigos me hizo saber qué, lo que vendría no sería agradable.

-Camila, no te esperaba aquí, ¿Qué haces aquí?, acaso, ¿No recuerdas lo que te dije?. -le sonrió a Sofia para luego alejarla de mi lado.

-quiero hablarte, me agradaría mucho que me escucharás por una vez. -dije intentando no perder la cordura.

-no me interesan tus palabras, Camila. -habló con amargura. Sólo pude apretar la mandíbula.

The psychologist. - Duamila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora