Epílogo.

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-Entonces me voy y tú nunca me dejaste ver a Sofía, ¿tú crees que eso es justo, mamá? -sólo dije, apreté mi mandíbula mientras negaba.

-¿Cuántas veces te lo debo repetir? -preguntó y frunció sus cejas. -... No quiero que Sofía sea como tú, me encantaría tener al menos una hija.

-Técnicamente soy tu hija, no sólo porque me gusten las mujeres deje de ser tu hija... Además, la homosexualidad no se pega, ¿estás loca? -puse los ojos en blanco, negando nuevamente.

-Tú estás loca, Camila, siempre estuviste loca. -habló ella con asco.

-¿Cómo cambiaste por algo insignificante? -entrecerré mis ojos. -han pasado ocho meses... Y en esos meses pensé que cambiarías, pensé que todo cambiaría, pensé que seríamos una familia correcta, Sinu. -confesé frunciendo mis labios.

-Pasaron ocho meses y pensé que tú cambiarías, Camila.

En aquel momento acepté que ella siempre tendría aquel pensamiento. En ese momento me di cuenta que ella me odiaría de ahora en adelante. En ese momento me di cuenta que no tenía una familia, al menos de sangre.

Estaba desilusionada, sí, estaba triste, melancólica, débil, vulnerable a todo mi alrededor.

-Hablar contigo es igual que hablar con la pared. -dije sin tener otra palabra para decir... Simplemente ya no tenía fuerzas de seguir discutiendo con ella, ya no valía la pena intentar mejorar con ella. No, ya estaba segura de eso.

-Y yo estoy cansada que siempre hablemos del mismo tema, Camila. -se cruzó de brazos.

-Ella cumple diez años mañana, vendré y no quiero que tú me lo impidas. -ignoré sus palabras.

-Pues lo siento porque no vendrás. -abrí mis ojos sorprendida, aún así, sentía indignación.

-¡¿Por qué no?! -exclamé alzando mi voz. -¿acaso vendré aquí y le diré a todos que soy lesbiana?

-Ya dije mi última palabra, Camila. -exclamó.

-No te entiendo, honestamente no lo hago, me cuesta entenderte y creo que nunca lo haré. -me levanté de aquel asiento. -¿Pero sabes algo? Tú no me alejarás de ella, simplemente no es justo y yo no permitiré que lo hagas.

Aquellas habían sido mis últimas palabras antes de que me dirigiera a la salida y saliera de aquella casa. Suspiré y negué con enojo, pensamientos llenaban mi mente, pensamiento de qué haría.

Pero era injusto, era patético, era doloroso pensar que tengo una madre así.
Porque seré realista, ella había arruinado mi vida.

Y era lamentable, era muy lamentable que más personas cómo ella hubieran en el mundo porque sí, habían personas como ella, muchas personas como ella. Y no entendía, no entendía que algunas personas tuvieran odio hacía otras sólo porque tienen preferencias sexuales diferentes. Era estúpido, demasiado, eso no tenía sentido.

Tomé un taxi y le di mi dirección al conductor. En aquel trayecto aún pensaba, siempre pensaba de lo mismo y aquello era agotador.

Ocho meses, ocho meses esperé un cambio que nunca llegó. Ocho meses es poco tiempo, sí, pero en esos ocho meses pensaba diferente, veía las cosas a mi alrededor diferente.

Pero estaba cansada, siempre cerraba mis ojos a todas las cosas que dañaban mi naturaleza, siempre ignoraba las cosas que dañaban mi naturaleza, evadía las cosas que dañaban mi naturaleza pero, no podía esconderme para toda mi vida.

¿Para qué negarlo? Fui una ilusa, pensé que aquello saldría bien, pensé que mejoraría un poco y quería que todo saliera bien, no perfecto, sino bien.

The psychologist. - Duamila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora