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No esperaba encontrarme en esta situación, rodeada de personas ignorantes, con mentes totalmente huecas.

Me encontraba sentada en aquel comedor con Dua a mi lado. Estaba segura que mi madre la odiaba, sus miradas hacia ella no eran agradables.

Notaba cómo Dua estaba harta de las muchas preguntas que le hacia mi familia.

Mi madre sabía que había algo entre nosotras, y para aquellas personas, era mi amiga, quizá yo hubiera dicho que ella era mi pareja pero, mi madre fue la que habló.

Sonreí al observar a mi pequeña hermana, la cuál sólo estaba centrada en su plato de comida. Se veía feliz, aquello me alegró a mí. Después de todo su puchero, me convenció en venir aquí.

-No me sorprende que una chica cómo tú sea tan centrada en su trabajo. -dijo aquel chico sonriéndole. Dua sólo pudo darle un asentimiento de cabeza.

No lo negaría, odie a ese chico desde que le empezó a coquetear a mi psicóloga.

-Camila, ¿Cómo vas en tus estudios?. -lo miré alzando mis cejas intentando no parecer de mal humor por culpa de mi primo hormonal, pues aún seguía hablándole a Dua.

-Bien, ya casi estoy por graduarme. -sonreí.

-¿Que carrera tomarás?. -preguntó luego, su mano estaba bajo su barbilla, dándose de la gran vaina el viejo marico ese.

Ya me quería ir de esta mierda, un día desperdiciado. Pobre de Dua, lo que se estaba calando.

-No lo sé, aún no he pensado. -fue mi simple respuesta.

-Ay linda, hay muchas cosas buenas. -habló una de mis tías, la que tenía plata, esa era otra que se creía la última mierda. -puedes ser abogada, doctora, arquitecta, también psicóloga como tu amiga.

-No me agrada ninguno de esos. -con el tenedor agarre un poco de comida y la metí en mi boca, así quizá dejarían de hacerme preguntas.

-Tengo una duda desde que te vi, chica... No eres de aquí, ¿o me equivocó?. -habló otro tipo, a ese no lo conocía. Tiene que ser que es un culito de una mis tías, lo más seguro porque todo el mundo anda con ganado.

-No, soy de Londres. -respondió toda hermosa y profesional como siempre.

Yo no superaba su voz. Me sentí afortunada, dichosa, con suerte por tenerla, ahora para mí.

Agradecí que la mesa fuera de madera, pues así no se podía ver que había colocado mi mano en su pierna. Segundos después posó una de las suyas arriba de la mía, mientras que la acariciaba.

-Con razón, por eso eres tan hermosa. Siempre he oído que las londinenses son bellísimas. -nuevamente habló aquel chico, miraba con picardía a mi psicóloga.

Simplemente no pude seguir con mi boca cerrada.

-Me parece una falta de respeto lo que haces, ¿sabes?. -fruncí mi entrecejo.

-¿Qué hago? ¿O es que te pica ese culo?. -dijo burlón.

-Eres un descarado, mamaguevo. Respetala, deja de mirarla de esa manera y de decirle toda esa mierda.

-Camila, deja tú locura que el no hacia nada, sólo halagar a la chica. -escuche una voz femenina.

-Si eso es halagar..... -dije con ironía. -ella no necesita tus supuestos halagos. Si tanto estas excitado anda y te echas una paja, carajito de la mierda.

-Un poco de respeto, por favor. -dijo otro tipo.

Es que me daba un dolor de culo estar aquí.

Dios es malo, señores..... Si es que existe pues.

The psychologist. - Duamila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora