Issia
—Issia —llamó Cameron, al tiempo que chasqueaba sus dedos frente a mi rostro—. ¿Qué te sucede hoy?
Dejé de lado el libro que fingía leer y traté de poner mi atención en ella.
—Sólo pensaba —dije— Tengo muchas cosas en la cabeza.
—De eso puedo darme cuenta —bromeó— ¿Qué te tiene tan pensativa? ¿El chico misterioso del bar?
Rodé los ojos ante la mención de aquel tipo. De haber sabido que no dejaría de sacarlo a colación cada que podía, mejor no hubiera dicho nada el domingo por la tarde, cuando después de leer mi mensaje de la noche anterior, se presentó ante mi puerta exigiendo respuestas que yo no quería dar, pero terminé soltando.
—Ya te dije que no, ¿Hasta cuándo vas a seguir molestando con eso? —investigué, sin poder encontrarle sentido a su insistencia.
Estaba comenzando a exasperarme más de lo necesario.
—Hasta que lo olvides —bromeó, de nuevo, a lo que yo entorné los ojos en su dirección—. Bien. Bien. Dejaré de hacerlo, solo si prometes que la próxima vez que lo veas, le preguntarás su nombre —negoció, por lo que terminé lanzando una pequeña risa, sin ningún tipo de sentimiento más que sarcasmo.
—¿Para qué quiero su nombre? —Musité con el mismo tono lleno de irritación—. ¿No quieres que también te consiga su número, su dirección y el número de hijos que desea tener? —Declaré, con un tono entre fastidio y sarcasmo, ni siquiera sabía que se podían combinar ambas, pero así se sentía.
Cameron lanzó una pequeña carcajada, antes de tomar el sorbete de su refresco y llevarlo a su boca para beber. Luego volvió a hablar y yo deseé tener una cinta adhesiva a la mano para callarla.
—Porque sé que te mueres de la curiosidad —explicó, sin sacar el artefacto de plástico de su boca, mientras una sonrisa se asomaba por sus labios pintados de color morado —. Y por lo otro, tranquila que, con el nombre y el apellido, bien puedo investigar si quiero, hasta cuantas veces va a al baño y cuantos litros de agua consume al día —enfatizó, conociendo bien su poder sobre la investigación. Incluso yo me asustaba de ese don o quizás maldición que poseía.
Negué con la cabeza, sin agregar nada más, sin abrir la boca para negociar con ella. Al contrario, traté nuevamente de leer mi libro, sin embargo, por más que quería, no lograba concentrarme. Mi amiga de cabello castaño oscuro con las puntas claras, tenía razón, yo me moría por conocer el nombre de aquel chico que se había atrevido a meter la cabeza en donde no le importaba y a salvarme el pellejo.
"Tu necesidad y falta de amor son las únicas que quieren averiguar acerca de ese hombre". Expresó la voz que decía llamarse conciencia, pero yo sabía que solo eran tonterías, porque de ninguna forma quería volver a involucrarme con aquel tipo, que aun cuando se veía agradable y caballeroso, también me había expirado cierto aire de misterio.
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Hasta que lo olvide
RomantikIssia está rota. Acomplejada a las desgracias y la oscuridad, pero no es hasta que lo conoce a él, que al fin presencia lo que se siente ser derrotada. Luego de años de vivir sumida en medicamentos y clínicas para tratar con todos los traumas psicol...